Por Sergio Ortiz:
En sus primeros tres meses de gobierno, Alberto Fernández
venía demostrando que su gestión era muy superior a la de Mauricio Macri, alias
«el populismo es peor que el coronavirus».
Aplicando paliativos y alivios frente a los daños del
neoliberalismo, la administración Fernández se cuidaba de tomar medidas que
supusieran un gasto público importante. Lo suyo era muy medido, mirando de
reojo que el Fondo Monetario Internacional y el establishment local no lo
anatemizaran de «populista». No quería aumentar el gasto público, no sea cosa
que los acreedores externos rehusaran sus pedidos de postergar vencimientos de
la deuda externa y rebajar intereses.
Donde se vio más clara esa intención de hacer buena letra
con los tenedores de títulos de la deuda externa fue en el achatamiento de la
pirámide previsional y la postergación de las paritarias. Dispuso por decreto
leves aumentos jubilatorios y salariales.
El mejoramiento modesto de quienes perciben la jubilación
mínima, bienvenido, no cambió la esencia de aquel achatamiento dentro de un
plan con sabor agridulce a ajuste. Y el destinatario, ya se dijo, era el visto
bueno del FMI.
De golpe la crisis mundial de salud detonada por el Covid-19
ha cambiado el sentido de las políticas del gobierno, aunque no se lo admita
fehacientemente.
El problema, que afecta también a Argentina, no se agota en
la órbita de salud: hunde sus raíces en la economía global y local. Cabe pensar
que ese giro positivo de política económica en Fernández puede profundizarse. Y
ojalá así sea. Ya se sabe que en chino la palabra crisis tiene dos caracteres:
peligro y oportunidad. En nuestro caso es más bien lo segundo, oportunidad.
La cuarentena por decreto luego de consultas a los
gobernadores y al Congreso puso la salud al tope de la agenda gubernamental.
Esa prioridad no había sido definida así pese a la gravedad de la epidemia de
dengue acá y países limítrofes, pero fue positivo que se adoptara frente al
coronavirus. La atención política del gobierno nacional, y se supone también de
los provinciales y municipales, estará centrada en la lucha contra la pandemia.
Y así debe ser.
Aunque aún no se conocen más medidas concretas para
jubilados, monotributistas, precarizados, etcétera (se estarían analizando y se
conocerían nuevos decretos), aquella definición de la prioridad ya supone un
mayor gasto público. Hubo otros módicos aumentos de emergencia para quienes
ganan la jubilación mínima, los beneficiarios de AUH y planes sociales. Se
gestiona la suspensión de vencimiento de impuestos y de desalojos. Se
anunciaron precios máximos y créditos a Pymes, y los oportunistas monopolios
reclamaron iguales beneficios, lo que sería injusto.
Al Fondo.
Esas mayores erogaciones de Nación ante la crisis, con menos
ingresos por exportaciones e impuestos, significarán más gasto y emisión. Y
está muy bien que así sea, lo que supone poner reversa respecto al primer
trimestre de gobierno.
Habrá menores exportaciones, por ejemplo, a China y Brasil,
por al menos 3.500 o 4.000 millones de dólares. El precio del barril de crudo
bajó a 29 dólares, lo que le bajó el pulgar a Vaca Muerta. Se suponía (se
suponía mal) que iba a ser la estrella del nuevo gobierno. Ahora es una vaca
muerta.
El equipo económico de Martín Guzmán dejó trascender que el
PBI caerá este año entre 1 y 1.5 punto, estimación que se queda corta,
posiblemente por razones políticas. El FMI, que mandó varias misiones a
analizar los números de la economía argentina aumentó esa caída hasta el 2.3
por ciento para el año en curso.
Mayores erogaciones del Estado, con menores ingresos y
actividad económica, aconsejan que el gobierno haga mucho más dura su propuesta
de renegociación de la deuda externa ante los fondos privados. No sólo ante el
FMI, que ahora dice tener una lectura un poco más favorable a medidas
proactivas de los gobiernos. Kristalina Georgieva no lo hace por buena ni por
pro-Argentina sino porque la crisis está afectando a las economías de los
países más desarrollados, imperialistas, comenzando por EEUU.
Volvemos al ideograma chino, de crisis como peligro y
oportunidad. Hoy hay una oportunidad de no pagarle ni un dólar al FMI, incluso
basándonos en sus apreciaciones más recientes. Y otro tanto con los fondos
privados, que vienen a ser el «acreedor malo» que no quiere rebaja ni
postergación de los vencimientos argentinos.
Se ha abierto una crisis mundial que habilita una auditoría
a fondo de la deuda argentina y una suspensión por determinado tiempo de los
pagos. A los fondos privados no les va a gustar nada, pero en medio de la
crisis no tienen todos los argumentos, ni lógicos ni ilógicos, ni amenazas de
sanciones ni uso de marines, para cobrar por la fuerza esa discutible deuda.
Y ni hablar si otros países deudores se unieran en un club o
coordinadora regional y mundial por el no pago de las deudas ilegítimas, y
reclamaran un nuevo orden mundial más fraterno, acorde a estos tiempos en que
la humanidad brega por causas del conjunto.
Con la aclaración que el cronista no es ningún economista,
fue al Presupuesto Nacional 2020 enviado por el ministro Guzmán al Congreso y
se detuvo en la planilla N°1, Anexa al Artículo 1. Allí vio que la partida de
Salud en todo concepto, sumando gastos de remuneraciones, gastos comunes y
gastos de capital e inversión financiera, prevé este año gastar (léase
invertir) 224.306.782.733 pesos. Es apenas el 18,5 por ciento de lo previsto
para servicios de la deuda pública, a los que destinarán 1.208.782.748.533
pesos.
La pandemia aconseja invertir los términos: que el grueso de
la inversión y gasto vaya a Salud y otros Servicios Sociales y Servicios Económicos.
Al fondo, el Fondo Monetario y los Fondos Privados como Blackrock.
Se trata de hacer más hospitales y centros como el Malbrán,
pero también aumentar bastante los salarios de médicos, enfermeros y demás
personal de Salud, mejorando sus condiciones de trabajo. Ellos no viven de un
aplauso una noche.
Nacionalizaciones y Unidad.
Este análisis de la crisis mundial no significa que las
grandes potencias y usureros internacionales se darán por vencidos ni mucho
menos. Harán lo imposible para cobrar y resarcirse con pueblos del Tercer Mundo
para apagar su orden imperial en llamas. Como siempre querrán que la crisis la
paguen los de abajo, las naciones del sur, «en vías de desarrollo», léase
dependientes.
EEUU y demás acreedores afectados por posibles medidas
nacionales de gobiernos como el de Fernández vendrán con los botines de punta,
a poner orden en su «patio trasero».
En tal contingencia la mejor defensa es un buen ataque. Por
ejemplo, teniendo en cuenta ese grave riesgo y los menores ingresos por exportaciones
y caída prevista de la actividad económica, habría que empezar ya mismo con
medidas nacionalizadoras.
Lo recomendó mucha gente, incluso ex funcionarios
kirchneristas hoy presos políticos, como Julio De Vido y Amado Boudou:
estatizar el sector energético y otros servicios públicos. Allí hay derechos
humanos en juego son rubros claves para la actividad económica, para «encender
los motores de la economía», diría el presidente.
Hasta que empezó esta crisis, AF sólo había suspendido por 6
meses los aumentos de tarifas y había pesificado un tramo de la dolarización
que embolsaban las eléctricas. ¿Se atreverá a adoptar medidas de fondo, que
empalman con las necesidades de esta coyuntura y también con la historia
nacionalizadora del peronismo y la Constitución de 1949?
La recomendación de profundizar políticas nacionales va a
contramano del consejo interesado que le dio Macri en la conversación
telefónica del pasado jueves. Allí el endeudado serial se permitió darle la
idea de no tomar medidas que afecten la economía. Eso fue entendido por los
medios como que no prolongara ni hiciera muy drástica la cuarentena. El
cronista la valora en otro sentido, además de su sentido literal: que no se
afecten los monopolios y banqueros, los grandes beneficiados durante el lapso
2015-2019. Y quieren seguir ganando.
La cuarentena era urgente. También lo es adoptar esas
medidas de fondo. Cada día que se demore aumentará la pobreza y serán vidas que
se pierdan.
Ha sonado a la hora de que pierda esa minoría y ganen las
mayorías. Medidas nacionalizadoras requieren de un amplio espectro político
nacional y popular que las sostenga y ayude a aplicarlas.
De ahí no se desprende que en esa unidad amplia tengan
cabida quienes han sido responsables de la crisis, socios y representantes de
los intereses de monopolios y acreedores internacionales.
Fernández debería bloquearle el teléfono a Macri y dejar de
invitar, como si fueran políticos aliados, a Horacio Rodríguez Larreta, Gerardo
Morales y Mario Negri. Ellos son operadores y representantes del Fondo y grupos
concentrados que nos hundieron en la deuda y la pobreza. Nos dejaron endeudados
y regalados ante la pandemia. Los mil enfermos de dengue y 7 muertos, y los 160
contagiados de coronavirus y 4 muertos, fueron víctimas del mosquito y el
virus, pero también del ajuste neoliberal en salud.
ortizserg@gmail.com
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