Por Homar Garcés:
La tragedia social, económica y política de los todavía
denominados países del «tercer mundo» tiene su génesis en el proceso de
conquista, colonización, filibusterismo, esclavitud y explotación llevado a
cabo por las potencias de Europa, escudándose en la ideología de la raza
superior, lo que creó divisiones raciales o étnicas de todo calibre, azuzó
persecuciones y asesinatos en nombre de un dios aparentemente amoroso.
Posteriormente a la independencia política alcanzada en nuestra América, África
y Asia, excitó el espíritu nacionalista entre ellos, de manera que existiera un
mercado seguro para la adquisición de armas y la explotación de sus recursos
estratégicos, reservándose para sí su producción y tecnologías. Así que gran
parte de las quejas de Europa y Estados Unidos en relación con lo que ocurre a
lo interno de nuestras naciones “tercermundistas” se debe a esta situación
histórica.
Sus altos niveles de vida material han sido señuelo para
atraer a millares de migrantes a sus fronteras, viéndose impedidos de continuar
camino ante el temor inculcado entre europeos y estadounidenses de verse
desplazados de sus puestos de trabajo, de sufrir el colapso de sus servicios
médicos y de perder hasta su propia identidad cultural. En ningún momento se
han puesto a pensar en cuáles serían las reales causas de esta migración
incesante en vez de atribuirla, simplemente, a la corrupción y a la indolencia
de los gobiernos de este lado (en lo que no están muy alejados de la verdad).
Nadie saca cuentas de cómo Europa y Estados Unidos pudieron lograr las enormes
cotas de desarrollo que exhiben en la actualidad, lo que constituye un triunfo
de su industria ideológica al suprimir de las mentes de sus ciudadanos (como en
gran parte del mundo) esta importante circunstancia histórica
Según lo explica Eric Williams en su obra Capitalismo y
esclavitud, «sin las riquezas de América y sin los esclavos y el comercio
africanos, el crecimiento económico, político y militar de los Estados europeos
hubiese quedado limitado, sin duda, a una escala menor; quizá definitivamente
menor. Con ellos, el primer capitalismo se hizo mundial y con toda razón, en Liverpool
y en Bristol se decía que ‘no hay un solo ladrillo en la ciudad que no esté
mezclado con la sangre de un esclavo’». Con ello queda establecido, de modo
inequívoco, el origen del capitalismo o, por lo menos, su expansión
indisolublemente vinculado al tráfico de esclavizados y los primeros procesos
de acumulación a costa del despojo de las riquezas existentes en éste como en
los demás continentes. No es como lo han divulgado los apologistas e ideólogos
del sistema capitalista que es algo que surgió del simple deseo de superación
de algunas cuantas personas, de su capacidad de trabajo o de su intelecto; o
como se legitimó a través de la religión protestante, el calvinismo, producto
de la predestinación. Desafortunadamente, la historia construida desde los
grandes centros hegemónicos nos trasmite una versión edulcorada del
capitalismo, unida a los grandes avances tecno-científicos que fueran
largamente frenados y condenados por la tradición fanática del medioevo
europeo.
Ciertamente, como lo registrara Adam Smith, el
descubrimiento de América y la ruta por el Cabo de Buena Esperanza hacia la
India «son los dos acontecimientos más grandes y más importantes registrados en
la historia de la humanidad», puesto que ellos facilitaron, no sólo nuevas
rutas para la expansión capitalista, sino también la oportunidad de obtener los
recursos y los mercados que asegurarían su auge durante los próximos siglos. El
comercio triangular establecido así entre Europa, África y América, teniendo a
la esclavitud como su principal pivote, dio paso al establecimiento de la
división internacional del trabajo, con naciones periféricas, dependientes de
los centros hegemónicos, encargadas del suministro de materias primas, mientras
que, desde éstos, se importaban productos terminados y se fijaban las normas
que regirían durante los últimos cuatros siglos, de forma general, al sistema
capitalista mundial.
En la actualidad, con una exigencia mayor de soluciones
puntuales ante los problemas y las necesidades creados bajo la hegemonía
capitalista, Estados Unidos y Europa lucen impotentes ante la oleada de
inmigrantes y las protestas sociales generadas en muchas naciones; materia que
los ha llevado a revelar los rasgos oscuros de una ideología supuestamente
democrática y respetuosa de los derechos humanos. A fin de impedir el colapso
del sistema/mundo que, en conjunto, erigieran en su beneficio, sus gobiernos no
han dudado en asumir discursos y posiciones que se creían exclusivos de la
rancia ideología nazi-fascista; sumiendo a nuestros países en un estado de
ingobernabilidad, represión y zozobra.
mandingarebelde@gmail.com
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