viernes, 8 de noviembre de 2019

Varios autores de «milagros», argentinos y ningunos santos

Por Sergio Ortiz:


La iniciativa de los burócratas de la CGT de que la Iglesia santifique a Eva Perón generó debates. Muchos autores de «milagros» son argentinos y no precisamente santos.

Varios capitostes de la excentral obrera devenida en sindicalista-empresarial solicitaron al arzobispo de Buenos Aires, Mario Poli, que inicie el proceso de beatificación de Eva Perón. La extraordinaria mujer fallecida en 1952 ya está en una alta consideración política de gran parte de los argentinos. Una minoría sigue mirando con simpatía la criminal consigna de «Viva el cáncer» que los golpistas de los años ’50 pintaron festejando por adelantado su muerte.


Evita, como la llamaban cariñosamente, se ganó a pulso ese lugar admirado, trabajando a favor de los humildes y los trabajadores, promoviendo el voto de las mujeres, buscando insuflar en el peronismo un germen revolucionario, desafiando a los oligarcas y alertando contra los traidores al interior de su movimiento.

Esa última advertencia es pertinente hoy, por ejemplo, respecto a personajes como Sergio Massa, que estuvo a principios de octubre en el Departamento de Estado y recibió el paquete cartera respecto a cómo debería comportarse el futuro gobierno. Le plantearon que Argentina no salga del Cartel del Lima, el segmento más pútrido de la OEA; que no se acerque a la Venezuela de Nicolás Maduro y que no le abra puertas a la mayor participación de China en nuestro país.

Si se respetasen esos criterios la administración Trump prometió usar su influencia en el FMI para ablandar ciertos criterios en la negociación con Argentina por la abultada deuda externa.

La advertencia de Eva Perón también fulminaba a los traidores de adentro. Supo decir: «los dirigentes peronistas que forman círculos personales sirven a su desmesurada ambición. Para mí esos no son peronistas; son oligarcas, son ídolos de barro» (Eva Perón, Historia del peronismo, pág. 83).
A contramano de esa historia y de la calidad política del personaje real, los popes de Azopardo 802 pidieron que se la santifique. Tramitan un lugar y condición que ella no deseó y que la gente que la aprecia no pidió. Eva está en sus corazones y no necesita milagros para permanecer allí.

Los autores de la iniciativa, Daer, Acuña, Piumato y Sola, son responsables de otro verdadero «milagro». Lograron con su complicidad con el gobierno de Mauricio Macri, el FMI y las grandes patronales, que el tremendo ajuste, endeudamiento, pobreza, desocupación y hambre no reventara en Argentina como en Ecuador, Haití y Chile. Los trabajadores argentinos no van a pedir que santifiquen a Daer y demás coautores de ese «milagro» que describió Nicolás Dujovne: por primera vez no caía un gobierno que ejecutaba un ajuste de ese tamaño.

Milagros macristas.
Que el ingeniero de la coimera Socma se convirtiera en el primer presidente de derecha elegido por el voto en 2015 podría considerarse el milagro del PRO. Hasta ese momento los derechosos llegaban a la Casa Rosada desde corrientes degeneradas de partidos de raíz popular, como el peronismo y radicalismo, o bien eran generales con tanques y aviones en vez de votos.

En estos cuatro años que por fin están terminando, Macri fue batiendo récords o milagros negativos. Por caso, llevar el dólar de 9,50 a 64 pesos supuso una devaluación del 560 por ciento. Y es sabido que esos saltos del verde billete golpean durísimo el bolsillo de los que tienen que comprar pan a 140 pesos, carne a 350, boleto de colectivo a 30 y pagar boletas de luz y gas con un 3.000 por ciento de aumento en cuatro años.

La inflación de 2015, del orden del 20 por ciento anual, mal medida por el INDEC, será este año cercano al 60 por ciento; ese guarismo no es el que tendrán los salarios, las jubilaciones ni los planes sociales.
Toda esa obra destructiva pegó sin anestesia sobre la población y explican en buena medida el resultado de las urnas con una derrota clara del gobierno. El que siembra ajustes recoge tempestades de votos en contra, aun cuando haya tenido una financiación extra del FMI de 43.000 millones de dólares para financiar la campaña más cara de la historia.

Sólo en la semana previa a la elección el Banco Central dilapidó 2.700 millones de dólares para aparentar normalidad, pero igual la fórmula de Juntos por el Cambio resultó derrotada por 8 puntos que pueden ser uno o dos más. Otro milagro macrista: primera vez que un presidente iba por la reelección y fracasaba en el intento.

De todos modos, nobleza obliga, se debe reconocer que -en esa dura derrota – el vencido logró 2.35 millones de votos más que en las PASO, achicando los 15 puntos que le había sacado entonces Alberto Fernández. ¿Cómo lo hizo? Para muchos fernandistas, lo logró con fraude, gracias a Smartmatic y otras malas mañas. Sin embargo, el escrutinio definitivo en 10 provincias reveló que respecto del provisorio del 27 y 28 de octubre, el Frente de Todos sumó 74.097 votos más y Juntos por el Cambio aumentó 42.181.

Si el escrutinio definitivo en los otros 14 distritos faltantes anduviera en esos parámetros, querría decir que no hubo fraude sino un postrer milagro oligárquico. Habría llegado a la tabla del 40 por ciento de votos a nivel nacional, perdedores pero suficientes para no ahogarse en esas olas crecidas. Pudo aferrarse a ese flotante impulsado por el 30 por ciento del centro-derecha y derecha histórica, de raíz gorila y medio pelo, y una sumatoria de votos provenientes de otras fórmulas no competitivas y/o aliadas, de la ultraderecha y del lavagnismo y schiarettismo.
Ese pequeño milagro de llegar al 40 por ciento no puede ocultar que el gran milagro no ocurrió. El «Sí, se puede» no podía ser. No fue. El globo amarillo se reventó.

¿Milagro de Alberto?
Las mentes inclinadas a creer en fenómenos mágicos ya están hablando del milagro de Alberto Fernández. De un político poco conocido hasta el 18 de mayo pasado, cuando lo ungió como su preferido Cristina, pasó a ser el presidente electo y aclamado dentro del país y el extranjero. En este momento está en México donde se reunirá con el presidente López Obrador y por separado con empresarios como el multimillonario Carlos Slim (Telmex y Claro, entre otras multis).
¿Podrá el futuro presidente encontrar una solución a los dramas?

El interrogante queda abierto por cinco razones.
Uno, que el incendio es mucho más devastador que el que el kirchnerismo recibió en 2003. Con nuevos aumentos de naftas y tarifas, y más pérdidas de reservas del Central, se agravará hacia el 10 de diciembre.
Otro, que el equipo no está aún organizado, aunque ya han trascendido algunos nombres. La cartera de Economía, clave, todavía no está ocupada. En la nueva administración habrá buenos políticos y otros que se están reciclando después de actuar por años con otros fines, caso del tigrense.
Un tercer elemento adverso es que el casi resucitado Macri, que ahora invita a su vencedor a un desayuno, pasará a la oposición usando todas las malas artes que es capaz de usar.

El cuarto factor son las clases dominantes que dicen van a colaborar con el nuevo gobierno, pero conociendo el paño se puede suponer que buscarán seguir con sus ganancias extraordinarias. No habrá un milagro de bondad de los bancos, energéticas y exportadoras. La propia UIA, la más cercana a AF, dijo que no basta con pactar salarios y precios, sino que quiere una disminución de impuestos cuanto antes, créditos del Estado y modificar convenios laborales en camino a una reforma de fondo.

Y el quinto elemento a tener en cuenta, como obstáculo y peligro para la democracia y Estado de derecho a recuperar es la política del imperio. Como se dijo, el Departamento de Estado transmitió a su amigo Massa sus objetivos generales. Luego se dividieron el trabajo. Los policías «buenos» fueron el FMI y Donald Trump. Kristalina Georgieva dijo que estaba lista para colaborar con la Argentina y el magnate habló por teléfono con Fernández y le expresó que estaba listo para buscar entendimientos y conocerlo personalmente. El policía «malo» fue el secretario del Tesoro, Steven Mnuchin, quien planteó: «Argentina tiene un compromiso con el Fondo Monetario Internacional y nuestra expectativa es que este gobierno cumpla con ese compromiso»

La pelota está picando en el campo de Alberto y Cristina. La mala fe del macrismo y el bloque de los monopolios se puede ver en dos anécdotas.
Perfil publicó que el presidente electo se enfermó y estaba internado en el Otamendi. Era falso. Clarín y La Nación aseguraron que Cristina digitó con Parrilli quiénes podían subir al palco el domingo 27, para dejar afuera a los gobernadores.

 Y que por eso Alberto fue a Tucumán, y tuvo un palco que excluyó a los K. Obvio que están creando tensiones y quieren rupturas en el Frente de Todos.
Más allá de esas maldades, lo cierto es que la herencia de la deuda será maldita. Martín Guzmán, economista de Columbia University y asesor del Nobel Joseph Stiglitz, le propuso al equipo de Fernández que «para salir de la espiral recesiva, no habría que pagar deuda por tres años».
¿Se atreverá a eso Fernández? Sería un milagro. Si se anima y moviliza, no sería un santo, pero podría convertirse en un líder popular como esa mujer que muchos consideran santa sin pedir permiso vaticano.
ortizserg@gmail.com

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