Por Manuel Humberto Restrepo Domínguez:
La movilización estudiantil vuelve a ocupar lugar central en
la agenda social del país y se reactiva con los levantamientos en Chile,
Ecuador, España. Aunque parezca espontanea, no lo es, 2011 y 2018 marcaron el
camino de una creciente toma de conciencia, individual y colectiva, sobre el
sentido y significado del derecho a la educación y sobre la misión de las
universidades creadas para formar seres humanos libres y autónomos,
responsables con la sociedad de su tiempo, que aparece convulsa, indiferente,
angustiada, con creciente agresión, falta de respeto, inmoralidad de
funcionarios y políticos corruptos, con desinformación, manipulación de
pasiones, engaño y violencias que regresan.
La universidad pública, a pesar del asedio y deficiencias,
ha cumplido un papel social determinante en la formación de la inteligencia,
pero también en la construcción de ciudadanía y sentido de nación, que la
provee de capacidad ética y política para ocuparse de su propia agenda, pero
también ser actora en la defensa de la agenda social. Ha participado de luchas
contra la dictadura, la moral exacerbada, el fascismo, la explotación y la
opresión y sus campus han sido lugar esencial para que su profesorado de altas
calidades en la ciencia y los jóvenes de enormes capacidades, circulen saberes
universales y sienten las bases teóricas y prácticas de los cambios que ha vivido
el país. La mayoría de profesores y estudiantes provienen del mismo sector
social de víctimas, excluidos y mayorías en condiciones de precariedad
económica a consecuencia de las desigualdades y del déficit democrático. En el
país de 286 instituciones de educación superior, 81 son universidades y de
estas solamente 32 son universidades públicas, todas regidas por la
constitución laica, plural y diversa.
Sin universidades públicas el país hace tiempo sería un
campo de horror y de barbarie sin memoria y es incontrovertible que la mayor
parte de la producción científica y cultural del último siglo, se ha producido
con presupuesto público y sus artífices son sus jóvenes y profesores. Razón de
más impedir que se las quiera tratar como islas o aislarlas, con estigmas y
desinformación. Necesitan del respeto, protección y acompañamiento de la
sociedad y del estado para fortalecer su capacidad científica y cultural y la
sociedad está llamada a entender que históricamente ellas educan en y para ser
libres, comprometidos con el presente y forjadores de salidas y esperanzas de
un pronto futuro de bienestar.
Por ser una síntesis de la sociedad, agrupan fácilmente
múltiples demandas sociales, que la convierten en promotora del desarrollo,
pero además en vocera y actora social protagónica de los temas prioritarios de
la agenda nacional, que mezclados con los de su propia agenda, en la coyuntura,
en la que la percepción generalizada es que el país va mal, la guerra regresa y
el odio se recrudece, terminarán por configurar un mapa complejo y diverso, que
parece apuntar hacia un levantamiento popular contra el patriarcalismo, el
capitalismo, el paramilitarismo, la militarización y por la defensa del estado
de derecho(s), que contienen políticamente inconformismo contra el partido en
el poder, por incumplimiento al acuerdo de paz, barreras a JEP, comisión de la
verdad, curules a víctimas, centro de memoria, abusos policiales y socialmente
desesperanza por imposición de modelos ineficaces y fracasados de extracción de
recursos, tributos, salud, jubilación y empleo. La agenda propia de la
movilización universitaria se centra en el reconocimiento y respeto por la
autonomía que es derecho fundamental, la democracia participativa que es un
principio central y la financiación total con recursos de la nación, que es
base del sistema público, como ocurre con los demás organismos públicos
(ministerios, fuerzas militares, otros) exentos de recurrir a la
autofinanciación.
La universidad
pública tiene el imperativo de reconducir su nueva visión, crear condiciones
para realizar la paz y los derechos en colectivo, lo que exige de sus
estamentos responsabilidades y compromisos para mantenerse abiertas y en
ejecución de sus tareas científicas y culturales, afianzar la verdad como valor
y principio de dialogo entre estamentos y, afianzar el rechazo unánime a toda
opción material o simbólica de violencia, que propicie chantaje, amenaza,
manipulación, producción o escenificación del horror o reproducción de tácticas
de guerra. Lo contario repercutirá negativamente con la puesta en riesgo de su
legitimidad como referente ético de la agenda social, en cuanto ninguna
violencia es útil ni bienvenida para defender a la universidad pública, y
aparte el costo político lamentable será la pérdida del afecto y solidaridad
ganada en la sociedad con las movilizaciones de 2011 y 2018.
La mezcla de agendas, propia y social, no es ajena al hacer
de la universidad y no resulta claro entonces ¿cómo y quién puede llamar a
parar la movilización (que no es parálisis, ni bloqueo, ni inmovilidad
académica) cuando los jóvenes con su voz y rebeldía cubren el silencio de los
intelectuales, impiden el olvido de la tragedia humana de los ocho millones de
víctimas y desplazados (que ya no cuentan en las cifras oficiales) y hacen
visible el sistemático genocidio de indígenas, líderes sociales y
excombatientes y señalan la reactivación paramilitar?
A manera de colofón, es preciso reafirmar que la universidad
no incuba violencia, ninguna asignatura, ni currículo enseña cultos, ni
doctrinas de guerra, ni hace apología al horror. Los juegos de guerra no son
una herramienta válida ni reconocible para defender la universidad pública, ni
le aportan para hacerla protagónica de la agenda de lucha social, en tanto la
fuerza nunca será mejor que la imaginación, ni el miedo podrá superar la
creatividad humana expuesta con su protesta civil.
P.D. De Alfredo Molano, el país crítico, le agradecerá por
siempre su disciplina de columnista honesto, que dijo la verdad cada semana,
aunque sabía que podía costarle la vida. Siempre comprendió, vivió y defendió
la Universidad Pública, con su pluma y con la verdad.
mrestrepo33@hotmail.com
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