Por Manuel Humberto Restrepo Domínguez:
El país como igual le ocurre a la gran Bretaña, después del
Brexit, no logra sobreponerse del No a la paz, absurdamente ratificado en las
urnas. El No revivió la doctrina de guerra, que nómina de héroes a quienes dan
de baja y entregan resultados; alentó el ánimo por negar la memoria histórica y
ocultar la verdad del holocausto y sus ocho millones de víctimas; sacó de
responsabilidades a los terceros victimarios que apadrinaron, financiaron y
festejaron la barbarie.
El estado como la tierra y la riqueza sigue concentrado en
pequeños grupos de interés privado; la enajenación de bienes públicos amenaza
con dejar lo público convertido en un mero cascaron y el contexto otra vez es
propicio para teñir de sangre la vida con hechos lamentables y vergonzosos como
el asesinato diario de líderes sociales, o el regreso del horror con el
ajusticiamiento de adversarios o el “impecable” bombardeo de cuyo desborde de
fuerza quedaron apenas trozos de carne casi derretida de niños armados y
desarmados víctimas de la pobreza y la inocencia.
Hay angustia colectiva adicional porque la corrupción sigue
intacta y se conoce de reformas pensadas o en curso que presagian nuevas cargas
en tributos, afectación de las jubilaciones, del empleo, los servicios de
energía y agua y la venta de activos como Ecopetrol, sumados a iniciativas de
restricción de libertades y derechos.
El sistema del capital depreda y parece inamovible, pero la
gente no pierde la esperanza de moverlo. La actividad económica se ha ido
quedando sin estructuras en la base productiva. El dinero escasea en los
bolsillos de la gente; los créditos individuales se toman el mercado y la deuda
publica sobrepasa el 50% del PIB; los ingresos de trabajadores y rebuscadores
se devalúan; el capital privado crece sin parar y no se refleja redistribución
alguna del crecimiento de la economía al ritmo del 3%. Los miles de millones
reportados como ganancia por los bancos, resultan iguales al dinero faltante en
la sociedad para realizar sus derechos a la salud y la educación. En las calles
la informalidad se acerca al 50% de la precaria ocupación laboral que las
mafias aprovechan para cruzar la línea de legalidad- ilegalidad y la
explotación de migrantes pauperizados y el empleo sin garantías son una
constante.
La demanda de minerales y bienes energéticos que en el mundo
da esperanzas de bienestar para decenas de países, en Colombia (territorio
enriquecido, en el que en la conquista las esmeraldas las encontraban hasta en
el buche de las gallinas), las transnacionales anunciaron que se quedarán con
casi todo, tienen licencias para extraer hasta el último gramo de carbón, oro,
petróleo, agua y coltán, lo que impedirá que el país sea la potencia energética
mundial, que debería ser y también le impedirán entrar a la era del pos carbono,
el abandono del petróleo, otras energías fósiles y la conjugación de internet y
energías renovables de la mano del litio (por el que el fascismo neocolonial
está consumando un golpe de estado al gobierno legítimo de los pueblos
originarios Bolivianos liderados por Evo Morales). La riqueza, que debía ser
útil para salir de la desigualdad, será ajena y la pobreza será propia y nadie
responderá por la tragedia. Para distracción colectiva de este saqueo, las
relaciones humanas fueron ideologizadas y nada parece escapar al filtro odioso
del partido en el poder.
Los partidos están lejos de la gente que los sostiene, crean
vínculo solo electoral, momentáneo, con campañas controladas por empresarios
que convirtieron el ejercicio del poder en su mejor y más valiosa mercancía,
que usan como llave para pasar los recursos del estado a sus bolsillos, alentar
la guerra e imponer seguridad para su capital. Las políticas públicas, hace
tiempo no son de estado, si no agendas de gobierno, que incluyen como suya la
libre orientación de la deuda pública, el control de las fuerzas militares, la
priorización de los gastos de la nación y las relaciones diplomáticas hoy
plegadas a la voluntad de Trump y la OEA, convertida en un club privado de
golpistas antidemócratas.
Fácilmente el panorama puede llamarse de Exterminio social;
Depredación económica y Extinción natural, que en conceptos equivale a
presagiar un descenso hacia la ruina de la nación, con resultados esperados de
más horror, sufrimiento y reducidas esperanzas de bienestar para cuatro quintas
partes de la población que permanecen en riesgo de padecimientos por desempleo,
desnutrición, enfermedad, hambre, miseria y muerte y; el riesgo de extinción de
los bienes materiales comunes por venta, concesión y despojo.
Los signos generales del país son de ruina política, social
y económica y ninguna tendencia ni prospección vislumbra mejorías en el
horizonte próximo. No es entonces capricho que la gente se niegue a irse de las
calles, menos ahora, que américa Latina entró en ebullición y reaparezcan
antagonismos y lucha de clases, que teóricos neoconservadores y empresarios
privatizadores creían derrotadas. En las calles la gente común, en condición de
ciudadanía, quiere expresarse libre de la injerencia de jefes políticos y partidos,
porque siente que así contribuirá a reconstruir la democracia.
La consecuencia de tantos males, que son los mismos de hace
tiempo: desigualdad, exclusión, marginación, negación de garantías a derechos,
pauperización, violencia estatal, eliminación de adversarios y enajenación de
bienes públicos, será la movilización y paro del 21 de noviembre, del que todo
indica que es legítimo y tan lleno de razones, que hasta la iglesia lo valida.
El paro, en síntesis, es para señalarle al gobierno y al partido en el poder,
que el pueblo no resiste más, que está cansado de abandono. No responde a
ninguna filosofía política, ni ideología que lo oriente, ni hay rito satánico
que lo motive, ni agentes externos que lo apoyen.
Tampoco hay signos de caos salvo que sea infiltrado por
paramilitares o agentes de la CIA o la DEA. No es una simple jugada de la
oposición política contra el gobierno, es antes que nada una reacción humana,
casi espontanea de gentes conscientes y comunes y corrientes, que se juntan
para manifestarle al gobierno que no resisten más el sistema del capital y el
ejercicio del poder sin límites, que mantiene la zozobra y el temor colectivo
por el presente sin oportunidades y el futuro sin garantías ofrecido con anuncios velados o directos de que se
aplicará el nuevo paquete neoliberal que degrada derechos, incentiva la
explotación rápida del país, extermina, depreda y extingue la vida y la
dignidad y sobre todo le apunta a matar toda esperanza.
P.D. Ninguna violencia hace parte de las estrategias,
mandatos, acuerdos, ni formulas del paro. La violencia no es la partera de la
historia que escriben los jóvenes, los movimientos sociales y las gentes
comunes que tienen viva la esperanza de la paz que se ratifica con la lucha por
derechos y dignidad.
mrestrepo33@hotmail.com
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