Por Sergio Rodríguez Gelfenstein:
El pasado 10 de noviembre en Caracas y 14 de noviembre en
Buenos Aires fue bautizado mi libro “China en el siglo XXI. El despertar de un
gigante”. Con prólogo del profesor Xu Shicheng, investigador titular del
Instituto de América Latina y miembro honorario de la Academia de Ciencias
Sociales de China, la obra fue presentada por el Canciller de Venezuela Jorge
Arreaza en Caracas. En Buenos Aires las palabras introductorias al texto
estuvieron a cargo del catedrático y dirigente del Sindicato Argentino de Docentes
Privados (SADOP) Mario Morant director del Instituto Pedagógico Latinoamericano
y del Caribe (IPLAC), quien además escribió el prólogo a la edición argentina,
así como del Miguel Ángel Barrios doctor en Ciencia Política por la Universidad
del Salvador de Buenos Aires.
El libro es el producto final de la tesis para aspirar al
título de Doctor en Estudios Políticos por la Universidad de los Andes,
Venezuela, en una investigación que fue tutorada por el Dr. Vladimir Aguilar
Castro, recogiendo los resultados de tres años y medio de trabajo que incluyen
7 viajes a China en los que tuve la oportunidad de conocer 32 grandes, medianas
y pequeñas ciudades de 9 provincias, 2 regiones autónomas y 3 municipios
directamente subordinados al poder central, es decir 14 entidades
administrativas de las 34 que conforman el país, viajando a lo largo de
alrededor de 6360 Km. por vía terrestre, además de los traslados aéreos a ciudades tan apartadas como Kashgar,
ubicada en la región autónoma uygur de
Xinjiang aproximadamente 4 horas de vuelo de Shanghái.
Tan impresionante recorrido en el que pude intercambiar con
dirigentes políticos, académicos, estudiantes, trabajadores, ciudadanos de las
minorías étnicas, niños, funcionarios públicos, pequeños empresarios,
campesinos, comerciantes e intelectuales entre otros, me permitió comenzar a
tener una idea germinal de este extraordinario y enigmático país para los que
nacimos y vivimos en la otra parte del mundo.
El estudio permitió darme cuenta que desde Occidente se
comete el error de intentar conocer y juzgar a China desde una perspectiva
endógena, que siendo ajena a ellos, nos lleva a cometer funestas equivocaciones
en el análisis, conllevando a conclusiones falsas y puntos de vista
desacertados al usar categorías, valores y principios extraños para la cultura,
la tradición y la historia de China.
Los colegas chinos me señalaron que nuestra filosofía y
nuestra ciencia política tuvieron su origen en los siglos IV y III a.c. y que a
partir de ello se erigió todo el entramado de las sociedades de Occidente, pero
me hicieron ver que un poco antes en los siglos VI y V a.c. ellos vieron surgir
su propia filosofía política a partir de Confucio, Lao Tse, Mozi, Mencio y
otros que configuraron la armazón del Estado y la sociedad modernas de China.
No aprenden porque Occidente se esfuerza en juzgarlos a partir de un
pensamiento foráneo que resulta improcedente para ellos.
Esto me condujo a entender que no se está hablando tan sólo
de un país distinto, el análisis debe comprender que estamos ante una
civilización diferente, mucho más antigua que la nuestra con toda la carga
política, cultural y social que tal aseveración conlleva. A través de cinco
milenios ha construido una ininterrumpida obra que se manifiesta en todos los
terrenos de la vida, configurando una forma de ser, una forma de pensar y una
forma de actuar distinta de la nuestra.
En todo el aprendizaje que significó escribir este libro,
hay un elemento que, -al concluir el mismo- considero esencial para el estudio,
el conocimiento y la comprensión de esta civilización. Es el problema del
tiempo entendido en términos filosóficos. Desde mi punto de vista, en él
radican las profundas diferencias que tenemos con China. En Occidente, el
tiempo es finito, finaliza con la vida. Las obras que emprendemos les
concedemos validez si las vemos terminadas. En China el tiempo es infinito
porque continúa con los descendientes, eso les permite ver todo desde una
dimensión temporal distinta y les da la posibilidad de diseñar los planes y
proyectos (el cambio de sociedad entre ellos) a muy largo plazo.
Al comenzar a adentrarme en este intríngulis, me di cuenta
que mi objetivo inicial que era estudiar la política exterior china, obligaba a
conocer la política en general, y conocer la política de este país exponía al
imperativo de echar una mirada a su historia y su filosofía milenaria. Sólo de
esta forma era posible conocer pautas que aportaran elementos de análisis de la
realidad actual.
Así, encaré la tarea de aherrojar 5000 años de historia en
una pequeña cantidad de páginas, sabiendo que no estaba escribiendo un libro de
historia de China, sino solo extrayendo hechos ocurridos hasta 1978 que
tuvieran influencia y presencia en la China de hoy. Lo mismo ocurrió con el
segundo capítulo dedicado a reunir la mayor cantidad posible de elementos
filosóficos que a través del tiempo configuraron la síntesis de su pensamiento
y que confluyen en la actualidad en la construcción de lo que se podría llamar
la doctrina china del siglo XXI.
Solo entonces fue posible hacer frente a la política china,
primero a partir de 1978 cuando se inició la reforma y apertura liderizada por
Deng Xiaoping y después, desde 2012 cuando Xi Jinping fue elegido secretario
general del Partido Comunista de China en el XVIII Congreso de esa organización,
lo que marcó un punto de inflexión que permite proyectar el trazado que se ha
hecho para que el país cumpla el “sueño chino” que es su propuesta de
desarrollo para el siglo XXI.
Finalmente se asumió el estudio de la política exterior de
China en tres etapas: desde la creación de la Nueva China en 1949 hasta 1978,
desde este año hasta 2012 y a partir de ese momento hasta ahora y su proyección
en el siglo XXI.
Mucho más se podría hablar de China y de este libro, pero si
se intenta resumirlo en pocas palabras, tal vez sea admisible recurrir a las
líneas finales del mismo: ”Se podrá estar de acuerdo o no con los principios
políticos e ideológicos de China, o con su modelo de sociedad y de economía,
pero nadie puede poner en duda que está estableciendo un nuevo patrón de
conducta para una potencia en el escenario internacional. Ese comportamiento
proviene de su historia y de su filosofía milenaria, señala una nueva ruta en
su fusión con el marxismo-leninismo que permitió diseñar un modelo de sociedad
socialista con características propias.
Los pueblos del planeta deben estudiar y conocer este experimento
grandioso realizado en el país más poblado y uno de los más extensos del mundo,
para implementar políticas propias para su relacionamiento con China, sobre
todo, cuando estamos ante el país que sin ninguna duda, será la próxima mayor
potencia mundial”.
sergioro07@hotmail.com
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