Por Carolina Vásquez Araya:
La maldad, cuando parece no tener límite, esconde un temor
profundo a la justicia.
Tenía la intención de escribir sobre la situación en Chile.
Lo sucedido durante los días pasados no solo merece la mayor atención del
mundo, sino también un análisis ponderado y sensato sobre los posibles
escenarios luego de la masiva protesta del pueblo chileno contra los abusos de
un sistema que lo ha marginado durante 30 años. Pero hay otro tema fundamental
que no debemos dejar pasar y es, aunque parezca mentira, otra guerra. Esta vez,
contra las niñas sobrevivientes de la masacre ocurrida en el Hogar Seguro
Virgen de la Asunción en Guatemala.
Muchos ya conocen la historia; estos “hogares seguros”
-administrados por una dependencia de la Presidencia- tienen la misión de
proteger y dar cobijo a niños, niñas y adolescentes en situación de
vulnerabilidad. Sin embargo, la historia es diferente: en el HSVA se comprobó
que la situación de las y los internos presentaba un cuadro de abusos,
maltrato, violaciones sexuales y precariedad en alimentación, salud, vestuario
y condiciones de alojamiento, todo ampliamente investigado y divulgado por la
periodista Mariela Castañón desde mucho antes de producirse la tragedia. Esto
detonó la protesta de las niñas, la cual desembocó en el encierro ordenado por
las altas autoridades y posteriormente el incendio del aula en donde habían
pasado toda la noche hacinadas y en una situación de total violación a sus
derechos.
En esa aula murieron calcinadas 41 niñas y 15 quedaron con
graves quemaduras. Durante los días posteriores surgieron denuncias sobre la
dura realidad en la cual se encontraban y, entre ellas, la de la existencia de
una red de trata administrada por algunos miembros del personal del hogar. Es
importante señalar que Guatemala es un paraíso para las organizaciones
criminales dedicadas a la trata de personas. A diario “desaparecen” niños,
niñas, adolescentes, mujeres y hombres adultos con fines de esclavitud sexual y
laboral. Para nadie es un secreto que solo se mantiene la impunidad de estas
redes gracias a conexiones firmes en altas esferas, en donde los cómplices allanan
obstáculos y se benefician del negocio.
Aun cuando este parece ser el escenario extremo de la
perversidad, todavía faltaba el detalle para hacer del cuadro una asombrosa
muestra de la bajeza humana. Una persona que ha prestado servicios profesionales
a la Secretaría contra la violencia sexual, explotación y trata de personas,
Svet, ha presentado una demanda ante la justicia contra las sobrevivientes por
los supuestos delitos de “muchedumbre, asesinato, lesiones leves, graves y
gravísimas; inducción al abandono, amenazas, hurto agravado, robo agravado,
incendio, incendio agravado, atentado, desobediencia, desorden público e
instigación a delinquir”.
Dado el carácter surrealista de esta demanda contra las
verdaderas víctimas de la violencia institucional perpetrada por el Estado de
Guatemala contra niñas indefensas, es lógico suponer que se trata de una
maniobra para amordazarlas, desacreditarlas y desarticular así cualquier
intento de las verdaderas víctimas en la búsqueda de justicia y reparación. Por
ello surge la duda de quién o quiénes serán los verdaderos impulsores de tal
iniciativa. Cuánto miedo tiene a que se conozca la verdad de lo sucedido entre
esos muros. Cuántos personajes poderosos podrían caer al conocerse en detalle
las atrocidades cometidas contra niños, niñas y adolescentes en situación de
vulnerabilidad acogidos en esos hogares creados para ser seguros, bajo la
protección de un Estado que ha demostrado con creces su debilidad moral.
La debilidad moral del Estado se manifiesta en la violencia
contra su gente.
elquintopatio@gmail.com
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