En las PASO del agosto, Mauricio Macri y su ladero peronista
Miguel Pichetto sacaron el 33 por ciento de los votos. Casi 8 millones de
votos. Hoy agonizan bajo esa montaña de votos, que será parecida el 27 de
octubre.
Agonizan por una cuestión de números, ya que Alberto Fernández
y Cristina Fernández de Kirchner tuvieron casi 4 millones de votos más,
diferencia que las encuestas auguran será mayor en una semana. Esos caudales de
sufragios están midiendo, sin exactitud milimétrica, las distintas evaluaciones
que la sociedad tiene de esas dos fórmulas. Es una cuestión política, reflejada
en porcentajes.
Macri ya tiene la lápida encargada, por más que ayer hablara
«a un millón» de seguidores que ni de lejos llegaban a esa cantidad, cerca del
Obelisco, asegurándoles que el 27 daría vuelta el resultado. Es otra promesa
falsa a un auditorio que hace todo lo posible por creerle, diciendo «mentí me
que me gusta». Un psicólogo ahí, a la derecha…
Esta noche, en el segundo debate presidencial en la facultad
de Derecho de la UBA quien agoniza bajo el 33 por ciento de votos se aferrará
al discurso anticorrupción, tratando de identificar a los Fernández con ese
fenómeno. El gobierno anterior tuvo casos comprobados de corrupción, y otros
que fueron mera invención de Clarín, el macrismo y su dependencia en Comodoro
Py, pero las causas que más interesan al PRO-Cambiemos, o sea las abiertas
contra la expresidenta, no han llegado a juicio o no han tenido sentencia. Y,
mal que le pese al ingeniero que viola tantas leyes, la acusada se presume inocente.
Habrá que ver si esa misma presunción de inocencia la puede
sostener quien hoy levanta el dedito acusador cuando una justicia depurada
trate con seriedad las causas en su contra, por caso la de Vialidad o el
Correo-gate. En la primera se está avanzando en su contra, de Guillermo
Dietrich y Javier Iguacel, por haber pagado 500 millones de dólares a la
concesionaria de autopistas, cuando el dictamen aconsejaba no abonarle nada y
dar por caída la concesión.
Si Macri agita el tópico de corrupción en el debate de hoy
estará mentando la soga en casa del ahorcado. Además de esas dos causas, su
gobierno que fenece estuvo plagado de negociados para familiares y amigos,
sobre todo si se trataba de banqueros, dueños de energéticas y exportadores,
con Leliq, blanqueos, dolarización y devaluaciones.
Encima, el Indec informó que la inflación de septiembre fue
del 5,9 por ciento. Otra dependencia amiga del presidente, el FMI, dio su
proyección de inflación para 2019 en el orden del 57 por ciento. Con amigos
así, ¿quién necesita enemigos?
Las encuestas suelen pifiar sus pronósticos. Esta vez pueden
andar cerca del acierto, como la de CEOP de Roberto Bacman; su sondeo arrojó un
53 por ciento para los Fernández contra 32 de la dupla de derecha-derecha.
La reconstrucción.
Cuando el gobierno de Macri-Michetti sea ya un mal recuerdo,
y el de Macri-Pichetto arranque una sonrisa porque fue abortado tras 4 semanas
de campaña, nadie podrá dormirse en los laureles porque la tarea de
reconstrucción será mucho más ardua que si hubiera pasado un tsunami. El
macrismo fue más que eso porque no duró una tempestad sino cuatro años.
Estudios serios demuestran que los salarios perdieron como
mínimo 26 por ciento de su capacidad adquisitiva y las jubilaciones 17 por
ciento. Como toda estadística, hay que ponerla en contexto porque los promedios
dejan afuera muchos casos. Hay gremios que lograron cláusulas gatillo y otros
que no; hay salarios más altos y otros más bajos que el promedio. Además, de
acá al 10 de diciembre nuevos saltos del dólar y la inflación pueden dejar
chiquitos ese 26 y ese 17 por ciento.
De todos modos, hoy son una referencia de lo que resta hacer
para encaminar los ingresos de los argentinos, que Alberto Fernández llama
«prender la economía».
Por otra parte, sólo un tonto de aquellos o un ingenuo de
estos, puede ignorar que el mundillo empresarial, de palabra a favor de un
«Pacto Social», hará todo lo posible para aumentar sus precios y porciones del
mercado antes de sellar los compromisos con el nuevo gobierno. Remarcaciones,
que le llaman.
Algunos trascendidos dejan entrever que el Frente de Todos
tiene conciencia del terreno incendiado que le dejan. Luego del 27 de octubre y
antes del 10 de diciembre, los Fernández quieren que el Congreso apruebe una
ley de góndolas que impida las formas más groseras de monopolio en los
supermercados y abra esos lugares a productos de la economía social y familiar.
También insistirá en aprobar alguna de las versiones cajoneadas de una ley de
alquileres que morigere las condiciones siempre adversas para el inquilino,
extendiendo los plazos del alquiler, reduciendo las comisiones y los meses de
depósito.
No serán soluciones revolucionarias ni muchísimo menos. En
rigor no hay nada revolucionario en el Frente de Todos, pero en comparación con
el macrismo casi que lo parece en algunos temas. Tiene una sensibilidad social,
que sus enemigos adjudican solamente a un oportunismo electoral. Puede haber de
ambas cosas, pero los Fernández en estos temas y en luchar contra el hambre, le
ganan por más de 21 puntos a los amarillos.
La diferencia entre ambas formaciones también se aprecia en
la política internacional. Quien está culminando su gira de despedida urdió
nuevas medidas para ayudar a míster Trump a agredir a Venezuela. Los que están
con un pie en la Rosada, en cambio, no se juegan mucho en este tema, pero van
por la avenida del centro, con el Grupo de Puebla, de México y Uruguay. Los
macristas quieren los marines en Caracas y los Fernández quieren más diálogo
entre el presidente Maduro y la impresentable oposición. Mejor la opción 2.
¿Cuarta piedra?
En su incursión pampeana para festejar el 17 de octubre, la
expresidenta tuvo una mención elogiosa hacia este diario y un excelente
editorial titulado «Nunca más el neoliberalismo».
Este texto comenzaba preguntando: «¿Será alguna vez la
Argentina territorio libre de neoliberalismo? ¿Será esa alguna vez un objetivo
común y prioritario de las fuerzas políticas populares? Ganarle una elección a
un gobierno neoliberal no significa derrotar al poderoso entramado de intereses
que lo sostienen. Se equivoca mucho quien pretende ver en el neoliberalismo un
recetario económico. Es también un modelo político, social, cultural, una forma
de ver la sociedad, de gestionar las relaciones humanas».
El cronista comparte el sentido y la letra de esa
interrogación. La elección parece ganada contra el gobierno macrista decrépito
de Macri, pero otra cosa es ganarle la partida al entramado de intereses
económicos, políticos, judiciales y mediáticos, culturales, en suma, que lo
encumbraron al poder y lo mantuvieron estos años.
Una parte de ese poder fáctico pone cara de bueno, por medio
de la UIA, y guarda el facón afilado de la reforma laboral e impositiva para
mejor coyuntura, sin tirarlo a la laguna. Los popes de AGD, Techint, Arcor,
Ledesma, Fiat, Nidera, Molinos, etcétera, dicen que firmarán el «Pacto Social»,
buscando mejorar sus negocios con el nuevo gobierno.
Otra parte del establishment, el de banqueros, presiona
desde posiciones de fuerza. En el 55 Coloquio de IDEA reclamaron un rápido
arreglo con el FMI y acreedores privados, la continuidad de Guido Sandleris y
otros funcionarios. Sobre todo pidieron que sigan las Leliq, que explican buena
parte de sus ganancias extraordinarias. Como tropa fondomonetarista, al tope
pusieron la bandera de la lucha contra el déficit fiscal.
Varios de esos banqueros, como el titular del HSBC, Gabriel
Martino, estuvieron procesados antes de 2015 por delitos financieros y salida
de capitales a cuentas en el exterior. Ahora se presentan como fiscales de la
democracia y la legalidad.
Esa Asociación de Bancos de la Argentina habla en nombre del
bloque del poder dominante que incluye a la Suciedad Rural, la UIA, el Foro de
Convergencia Empresarial, el Coloquio de IDEA y varios más que hacen
momentáneos mutis por el foro o simulan panquequera.
Esos monopolios y el Fondo son los grandes responsables de
la catástrofe que vivimos. Lo dijo bien el editorial de LA ARENA: «en Argentina
menos de cuatro años de neoliberalismo alcanzaron para barrer con los
principales avances logrados en doce años de kirchnerismo: desendeudamiento,
caída de la pobreza y del desempleo, crecimiento industrial, desarrollo
científico y tecnológico, mayor presupuesto educativo».
Ya tropezamos tres veces con la piedra del neoliberalismo:
en la dictadura y Martínez de Hoz, con Menem-Cavallo-De la Rúa, y con Macri.
Una importante aclaración: en todas esas catástrofes tuvo mucho que ver el FMI,
con quien ahora los Fernández abren otra etapa de acercamiento y negociación.
Si se mira a esa parte trágica de la historia argentina, y
de reojo a la situación de Ecuador y Chile de estos días, no habría que toparse
una cuarta vez con la misma piedra, muy grande y visible aún para ojos con
cataratas. Hubo tres catástrofes. Sin embargo, el oportunismo de los
conductores políticos y el miedo al antiimperialismo, que creen un abismo, los
lleva, como atracción fatal, a embestirla. Ojalá en lugar de una cuarta vez
haya un volantazo a la izquierda, imitando a Evo y Bolivia, para escarnio de
xenófobos como Pichetto.
ortizserg@gmail.com
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