Los asuntos internos son los más importantes para un pueblo
y una nación. Pero también lo es la política exterior. La que trasuntó Alberto
Fernández (AF) en su gira europea es bastante mejor que la aplicada por
Mauricio Macri (MM).
Es un principio filosófico y también aplicado a la política.
Los procesos se mueven en base a contradicciones internas y secundariamente
ayudan o perjudican los factores externos.
A veces las políticas «nacionales» están tan dictadas y
aplicadas bajo libreto y controles extranjeros, que trazar la línea divisoria
entre lo local e internacional resulta complicado.
Macri es un fenómeno local, pero en simultáneo un político y
empresario inserto en el capitalismo global. De allí su cogobierno con el
Bureau del FMI, cuyos créditos y retardos aguardan la luz verde y tuits de
Donald Trump desde el Salón Oval.
Una de las tantas dificultades que tiene a Macri en estado
de shock, tras las PASO, es que el Fondo da señales muy de cuando en cuando,
sin los anteriores desembolsos. Del energúmeno que gobierna el imperio tampoco
hay novedades, que antes se festejaban como palabra divina.
Peor aún, un vocero del Departamento de Estado declaró ayer:
«esperamos continuar con nuestra sólida asociación, basada en valores
democráticos compartidos con el pueblo argentino y el liderazgo que sea
elegido, cualquiera sea el candidato que el pueblo argentino elija como su
próximo presidente».
Sonó a abrir el paraguas antes que llueva, dando por
descontado que la lluvia del 11 de agosto dejó empapado, empantanado y enfermo
al presidente argentino.
La superpotencia es cualquier cosa menos democrática. De
allí que en esas declaraciones se puntualizó la condición para el trabajo
conjunto: que el futuro presidente gobierne «democráticamente».
Ellos se consideran la medida de la democracia mundial y
toman examen a los demás. De allí que el pelele Juan Guaidó, un invento suyo,
da el pinet de democrático para Venezuela, y el elegido en las urnas, Nicolás
Maduro, sea un dictador.
Con ese criterio van a presionar para que Alberto Fernández,
aún con las conocidas críticas a Macri, se mantenga dentro de los lineamientos
de la OEA y el Cartel de Lima, o sea, orbitando alrededor de la Casa Blanca.
En caso contrario, comenzarán a hostigarlo de muchas
maneras, por ejemplo, dificultando la casi inevitable renegociación de la deuda
externa y en especial la del FMI. Ellos dos (EE UU y Fondo) fueron responsables
directos de esa deuda, en igual grado que el mandatario semicolonial que
transita el final de su meteórica y breve carrera.
Como el macrismo es muy dado a usar metáforas climáticas,
ferroviarias y de navegación, nos permitimos darle la misma medicina. Macri es
un náufrago y ninguna «US Navy» viene en su salvataje. «Mi reino por un tuit,
un dólar, un salvavidas o un caballo, lo que sea», piensa el derrotado. El
magnate no le lleva el apunte y madame Christine Lagarde está ocupada
preparando sus nuevas funciones en el Banco Central Europeo.
Negacionistas del hambre.
En la semana hubo noticias locales importantes, como el
inicio del control cambiario que el gobierno debió inaugurar a contramano de
todo su manual ideológico. Eso trajo lógicos temblores en las finanzas. Desde
el 11A más de 7.500 millones de dólares de depósitos en los bancos buscaron un
lugar más seguro.
Como toda estadística tiene su costado relativo, el
oficialismo y medios propios festejaron que el dólar hubiera bajado de 60 a 58
pesos, tratando de ocultar que antes de la paliza electoral estaba a 45.
Naturalmente que habrá gente, dentro del 32 por ciento que votó a Juntos por el
Cambio, dando por buena la noticia de la baja del billete. De todas maneras, su
bolsillo sentirá el impacto cuando la devaluación cercana al 30 por ciento siga
llegando a góndolas, farmacias y carnicerías, si es que todavía las frecuenta
por lo menos una vez a la semana.
El desconocimiento de la realidad sigue teniendo al
presidente al tope de todos, como cuando en Córdoba dijo estar convencido que
«la elección no sucedió». Es obvio que las PASO no fueron la elección general,
pero como primaria resultó una derrota tan contundente como real. Anticipa que
lo aguarda otra igual o peor el 27 de octubre, suponiendo que se mantenga el
cronograma inicial, o antes, si los plazos se acortaran.
Que en dos semanas haya habido dos grandes movilizaciones de
entidades sociales, de desocupados, cartoneros, trabajadores precarizados,
titulares de planes sociales, etc., con 250.000 personas en la mayor de ellas,
fue la demostración de que en Argentina hay hambre. Que las cuatro comidas
diarias son un gran programa político, como puntualizó hace meses la abogada
Lali Minnicelli, esposa del preso político Julio De Vido.
El presidente y su ministra del ramo, Carolina Stanley, se
niegan a declarar la emergencia alimentaria alegando sus números de que los
fondos girados por el Estado son los correctos y suficientes. Pero el fenómeno
del hambre sigue igual y agravándose. Por eso el negacionismo gubernamental
anticipa que en la próxima cita con las urnas su paliza será mayor.
Peor aún, en vez de aceptar los planteos de esos
movimientos, recibir y debatir con sus representantes, etcétera, el macrismo
empleó como portavoz al neofascista Miguel Pichetto que se la pasó insultando a
todo lo que fuera pobre, de piel oscura y si era de nacionalidad peruana,
doblemente agresivo. Según sus palabras, esa gentuza, porque ni siquiera gente
sería, es la responsable del déficit del Estado, de los problemas económicos y
de la existencia del narcotráfico.
En eso dejó atrás a Ernesto Sanz quien hace nueve años
aseguró que el dinero de la AUH «se iba por la canaleta del juego y la droga».
Si Juan Grabois plantea una reforma agraria para limitar el
latifundio y erradicar el hambre, lo matan desde el macrismo y el fernandismo.
La derecha extrema y el centro.
En medio del súbito enmudecimiento de Trump en relación a
«los éxitos» del programa de su amigo Macri, las declaraciones de Pichetto
ponen de manifiesto las carencias del gobierno: no tiene aliados bien vistos en
la región. Es que, con tanta xenofobia, ni el reaccionario Martín Vizcarra, de
Perú, puede darle ni una palabra de apoyo.
El otro socio mayor de Macri era, en realidad sigue siendo,
Jair Bolsonaro, y con ese gobierno de Brasil se apresuraron a firmar un
convenio económico adelantándose a lo que pudiera resolver Alberto Fernández en
protección de la industria local.
Hoy Bolsonazi es una mala palabra para América Latina y
buena parte del mundo. Su conducta criminal para con la selva amazónica y hacia
los pueblos originarios que la habitan, fue el chorro de barbarie que desbordó
un vaso ya colmado de xenofobia, homofobia, misoginia y ahora reivindicación de
la dictadura de Pinochet y la muerte del padre de Michelle Bachelet.
Esa última barbaridad obligó al mandatario chileno,
Sebastián Piñera, a salir en defensa de la expresidenta y a desmarcarse del
apologista del genocidio.
Esto ilustra los cien días de soledad de Macri. No hay en el
continente quien le diga una palabra de apoyo. Está «más sólo que Pinochet en
el día del amigo», como se suele decir.
En cambio, el candidato a presidente del Frente de Todos ha
completado esta semana una productiva visita a España y Portugal siendo
acompañado en la gira por Felipe Solá. Con anterioridad, a fines de mayo
pasado, había estado en Uruguay visitando al expresidente Pepe Mujica y a
principios de julio en Curitiba, saludando a Lula da Silva en la prisión y
reclamando su libertad.
Ahora dio una charla en la sede del Congreso español y tuvo
reuniones con Pedro Sánchez, jefe de gobierno y titular del PSOE, rodeado de
legisladores de ese partido socialdemócrata y de la centroizquierda de Podemos.
Muchos residentes argentinos le dieron apoyo y le hicieron compañía (ahí
también se nota la diferencia con Macri, que es escrachado pacíficamente como
en Suiza y otros lugares).
Luego AF llegó a Portugal, reuniéndose con un gobierno de
centroizquierda que presenta mejores resultados económicos tras el alejamiento
de las recetas neoliberales y privatistas que hasta 2015 había impuesto allí el
inefable Fondo Monetario. Ahora, aunque en forma módica, viene creciendo el PBI
y bajando el desempleo, demostrando una gran verdad que los argentinos
experimentamos varias veces en carne propia: «relaciones carnales» con el Fondo
es igual a crisis económica; ruptura y alejamiento del organismo supone
crecimiento y mejoría de la calidad de vida
.
En la península el presidenciable tuvo declaraciones de tipo
centrista respecto a la deuda externa. «Vamos a hacer lo que hemos hecho
siempre: cumplir y honrar la deuda, pero no nos pidan que lo hagamos a costa de
más deterioro de nuestra gente», aclaró. Dijo que no va a pelearse con EE UU
sino buscar una relación madura. Y que fortalecerá el Mercosur sin apoyar el
intervencionismo contra Venezuela.
Esa política exterior no es ninguna maravilla. Supone volver
a terceras posiciones que caracterizaron al peronismo históricamente con su limitado
«Ni yanquis ni marxistas». Sucede que luego de cuatro años de líneas y
conductas proyanquis in extremis, la guitarra de Fernández no será
antiimperialista, pero suena casi como una melodía de centro.
ortizserg@gmail.com
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