Por Eduardo Contreras:
“Sólo asesinándome a balazos podrán apartarme de mi
compromiso con el pueblo”, advirtió en su momento Salvador Allende tras su
elección como presidente de Chile el 4 de septiembre de 1970, hace ya 49 años.
Y así fue efectivamente. El más grande líder de la Izquierda chilena de toda
nuestra historia y el mejor presidente que jamás hayamos tenido, permaneció en
su puesto de lucha hasta el último minuto y sólo acribillándolo a balazos por
la patrulla que dirigía el general de ejército Javier Palacios en la toma del
Palacio de La Moneda pudieron poner fin a su heroica resistencia al criminal
golpe de Estado del 11 de septiembre del 73.
Es efectivo que Salvador Allende también se disparó un
balazo con el fusil AKA que le obsequiara el comandante Fidel Castro. Pero es
un dato de la historia que, al abrir la puerta de su oficina, los militares
dispararon abundante y cobardemente sobre Allende que se encontraba sentado en
su sillón de trabajo. ¿Cuál fue el disparo que en definitiva le causó la
muerte? Tal vez nunca lo sepamos y las pericias hasta hoy son contradictorias y
discutibles.
Lo objetivo es que ese mediodía se puso fin al mejor
gobierno de la historia de Chile.
Las realizaciones del gobierno de la Unidad Popular llevaron
alegría y entusiasmo a las chilenas y chilenos que, en la pampa, la cordillera
o el litoral, en el norte centro y sur del país, en el campo, la fábrica, el
liceo, la oficina, la Universidad, por todas partes construíamos junto a
nuestro presidente un Chile bien diferente. Un gobierno que cumplía su palabra
y sorprendía al mundo por el surgimiento de una nueva sociedad por medios
legales y pacíficos. Se recuperaba las riquezas fundamentales del país hasta entonces
en manos extranjeras, se realizaba una Reforma Agraria a fondo, se levantaba
escuelas, hospitales, viviendas dignas para el pueblo, salarios justos.
Todo lo que era insoportable para las transnacionales y sus
aliados locales y comenzó la conspiración, la sedición ese mismo 4 de
septiembre; al punto que 3 meses después se
reunían Agustín Edwards con Richard Nixon y Richard Helms en las
oficinas de la CIA como relata el propio Senado de los EEUU en su conocido “Informe
Church”. Hasta que lograron derribar a nuestro gobierno con el apoyo de los
mandos de las Fuerzas Armadas y de los grupos empresariales y la prensa a su
servicio.
Y vendrían los sangrientos años de la dictadura de ese
general traidor, ignorante y cobarde llamado Augusto Pinochet bajo cuya gestión
los “Chicago Boys” instauraron en el país el modelo de sociedad y la
Constitución Política actuales.
Pese a la valiente lucha del pueblo que empleó todas las
formas necesarias, Pinochet no fue derrotado. Y no lo fue porque su salida fue
negociada en acuerdos vergonzosos por políticos burgueses, ya adaptados y
felices con el modelo neoliberal impuesto mediante balazos y torturas. Era eso
que llamaron Concertación de partidos por la democracia…¿¿??
Si hasta un actual senador del Partido Socialista, en aquel
tiempo ministro del gobierno que sucedió al dictador, viajó raudo a Londres para exigir la libertad
del tirano cuando el juez español Baltasar Garzón había logrado su detención en
Londres.
¿Alguien puede dudar todavía de la traición que implicaba
negociar con Pinochet y no luchar hasta derrotarlo? ¿Qué más pruebas del
miserable acuerdo que la circunstancia real de que hasta hoy Chile viva bajo el
mismo modelo económico de la dictadura y con la misma Constitución Política?
Y ahí están los ex comandantes en jefe de las Fuerzas
Armadas procesados hoy por sus multimillonarios robos a los recursos estatales,
mientras a la par decenas de oficiales han sido procesados y varios
encarcelados como autores de crímenes contra la humanidad perpetrados en
dictadura. ¿ A estos son los que llaman
“valientes soldados” y les aplauden en
estas Fiestas Patrias?
Nuestro poder judicial tampoco ha sido un ejemplo de
trasparencia. Al contrario : la Corte Suprema de la época apoyó con entusiasmo
el golpe y durante años y años no se hizo justicia alguna y se abrió paso a una
cruel impunidad que sólo se pudo romper con la querella que los abogados
comunistas presentáramos junto a Gladys Marín el 12 de enero de 1998. Esa fue
la puerta que abrió paso a los más de Mil procesos judiciales hasta hoy en
curso por casos de detenidos desaparecidos, ejecutados políticos, torturados y
secuestrados.
Sin embargo, ejemplos recientes demuestran que las cosas no
han cambiado de modo radical y definitivo. Todavía falta justicia plena. Hay
casos sin investigar y las condenas que se aplica son cada vez más leves. A lo
que debemos sumar que las “prisiones” en que cumplen su pena los asesinos y
torturadores más bien parecen pensiones de lujo.
Por sus hechos del pasado, el Poder Judicial chileno carga
con un peso enorme de responsabilidad respecto de lo sucedido en nuestro país
desde el 11 de septiembre del 73 hasta nuestros días. Baste recordar que la
Corte Suprema del año 1973 fue parte de la sedición al declarar - sin que tuviera atribuciones para hacerlo -
que el gobierno de Allende violaba el orden jurídico. Un acto determinante
encomendado a esos golpistas supremos.
Y en cuanto al presente judicial agreguemos que a la
víctimas que sobrevivieron, sea que vivan
en Chile o en los países de su exilio,
se les exige cumplir el llamado
protocolo de Estambul, es decir acreditar con servicios médicos especiales si
sufrieron daño físico o moral al ser violados, o mutilados, o colgados días
enteros colgados de los pies, o ser torturados en presencia de sus hijos o de
sus padres, o sufrir que a las mujeres se les introdujera arañas o ratones en
su vagina, aquellos tratos pudieran
haber causado daño físico o moral a quien los sufría.
¿Cómo a alguien se le puede pasar por la mente que tales
torturas no causarían daño alguno? Estas exigencias siguen demorando los
procesos, pasan los años y muchos de los asesinos van falleciendo en sus casas.
Es decir, se vuelve a la impunidad de los primeros años. Y, claro, no es casual
que esto suceda en el marco del gobierno de un personaje como Piñera,
entusiasta y agradecido admirador de Pinochet.
Por lo mismo vale referirse al caso del llamado “comandante
Ramiro”, es decir el ex miembro del Frente Patriótico Manuel Rodríguez,
Mauricio Hernández Norambuena, condenado por su participación en la muerte de
uno de los principales impulsores y protagonistas de la dictadura como fuera
Jaime Guzmán y que ha sido recientemente extraditado desde Brasil a Chile.
Cabe preguntarse respecto de esta extradición, ¿porqué tanta
súbita rapidez? ¿qué hay detrás de todo esto? Es indispensable plantearle al
gobierno y al poder judicial y entonces ¿porqué no extraditan a Adriana Rivas,
amante de Manuel Contreras y co – autora entre muchos otros de los asesinatos
de la dirección central del Partido Comunista de Chile, una delincuente que
todos sabemos que se encuentra hoy bajo arresto en Australia? ¿ O porqué no
extraditan al militar Pedro Barrientos que vive tranquilamente en los EEUU y
que fué uno de los asesinos del inolvidable Victor Jara ?
Llega la hora de alzar la voz. ¿Hasta cuándo impunidad por
los miles y miles de crímenes de Pinochet y de la derecha chilena? ¿Hasta
cuándo la ciudadanía chilena hará posible gobiernos ultra derechistas como el
actual? ¿Qué seguiremos esperando para conformar de nuevo la unidad del pueblo
y luchar por un gobierno realmente de izquierda? Chile necesita terminar con
este modelo y además establecer otra organización política de la sociedad, es
decir una nueva Constitución Política. Un gobierno que ponga fin a la
dominación de los grupos económicos y financieros, extranjeros y nacionales, que democratice las
Fuerzas Armadas y los medios de comunicación.
Hace unos cuantos años, en 1961, un joven estudiante de
Derecho hizo su Memoria de Título bajo la denominación de “La Concentración del
Poder Económico” y, ya concluyendo, escribió en la pág.172 : “ La única y verdadera
solución es entonces la abolición de la propiedad privada sobre los medios de
producción, los cuales deben pasar al Estado. En la medida que dicha propiedad
subsista, todas las leyes que se dicte serán sólo paliativos que jamás
conseguirán la eliminación definitiva de
las diversas formas de concentración”.
Ese joven abogado era
Ricardo Lagos Escobar. Lamentablemente pocos años después habría de radicarse
en los EEUU. De regreso a Chile, hace otros tantos años, fue elegido Presidente
de nuestra nación. Pero para entonces había perdido la memoria de su Memoria e
hizo exactamente lo contrario.
Lo he citado para finalizar esta nota porque creo que su
afirmación sigue siendo correcta pero a la vez para invitar a meditar a todos
acerca de la consecuencia política y del auto respeto que nos debemos los seres
humanos.
eduardocontreras2@gmail.com
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