miércoles, 31 de julio de 2019

El titiritero del tío Sam usa al TIAR en su patio trasero



Por Rolando Prudencio Briancon:
Dividir para reinar ha sido y es ley para los imperios. Vale decir dividir internamente las naciones para imponer internacionalmente su hegemonía. Así es como está también definido el know how de la hegemonía estadounidense, que como imperio que es, ha puesto y sigue siendo aún, pese que su hegemonía está en extinción; o es mejor dicho, es ésa la razón por el que cuanto es más obvio su ocaso; más obstinada es su es su obsesión por mantenerse como el mandamás, manipulando incluso a sus incondicionales aliados.


Las pruebas irrefutables de su impertinente insistencia de negarse admitir que su hegemonía ya no es tan enérgica como antes ha sido -sino las más reveladora y contundente constatación- el raudo recule que los EE.UU., a la cantada intervención militar a Venezuela el pasado 23 de febrero, y que incluso ya tenía como música de triunfal de fondo el concierto “Live Aid Venezuela”.

Fueron dos hechos los que develaron el decaimiento de la hegemonía de los EE.UU.; por un lado, la presencia disuasiva de Rusia en la infructuosa intentona, como por el otro la determinación desafiante del gobierno de Nicolás Maduro de no hacer caso a los cantos de sirena de que aquel cohonestado concierto de la “Ayuda Humanitaria” como honesto objetivo que le llegue la ayuda a la gente. Pero además que por un principio básico de dignidad nacional era inaceptable esa invectiva.

Claro que lo que se tradujo para Trump en una invectiva fue lo que el día hoy se tuvieron que retirar con el rabo entre las piernas: John Bolton y Eliot Abraham; junto a sus 5000 mil mariners que estaban parqueados e invernando en Panamá.

Fue ante tamaña ofensa que Trump tuvo que cambiar de estrategias, comenzó con los embrutecidos embargos contra el pueblo venezolano, los alevosos apagones, las confiscaciones de activos -más de 30 mil millones de dólares en la banca- la confabuladora conformación de países serviles y sumisos, como el Grupo de Río para desconocer al gobierno legítimo de Maduro, ejercer mayor presión contra el mandatario para que renuncie y se vaya a una “isla bonita”. En fin fueron varias y distintas medidas para que capitule a cambio de salvarle la cabeza, pero no lograron doblegar un líder del linaje de los hijos de Bolívar y Guaicaipuro.

Hoy Trump como el típico titiritero del tío Sam, aparecido en escena con el big-stick del TIAR (Tratado Interamericano de Reciprocidad), que es un instrumento imperial de asistencia militar recíproca para que a cualquier respondón se lo ponga a raya.

Claro que hoy el mundo ha dejado de ser una función de títeres en la que había siempre el titiritero del tío Sam movía lo hilos imperiales hacia su favor, ya que  en el entarimado han aparecido actores de carne y hueso que han entrado al ruedo a disputar le el poder, sin hacerle concesión alguna.     
   
prudenprusiano@gmail.com

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