Por Rolando Prudencio Briancon:
Dividir para reinar ha sido y es ley para los imperios. Vale
decir dividir internamente las naciones para imponer internacionalmente su
hegemonía. Así es como está también definido el know how de la hegemonía
estadounidense, que como imperio que es, ha puesto y sigue siendo aún, pese que
su hegemonía está en extinción; o es mejor dicho, es ésa la razón por el que
cuanto es más obvio su ocaso; más obstinada es su es su obsesión por mantenerse
como el mandamás, manipulando incluso a sus incondicionales aliados.
Las pruebas irrefutables de su impertinente insistencia de
negarse admitir que su hegemonía ya no es tan enérgica como antes ha sido -sino
las más reveladora y contundente constatación- el raudo recule que los EE.UU.,
a la cantada intervención militar a Venezuela el pasado 23 de febrero, y que
incluso ya tenía como música de triunfal de fondo el concierto “Live Aid
Venezuela”.
Fueron dos hechos los que develaron el decaimiento de la
hegemonía de los EE.UU.; por un lado, la presencia disuasiva de Rusia en la
infructuosa intentona, como por el otro la determinación desafiante del
gobierno de Nicolás Maduro de no hacer caso a los cantos de sirena de que aquel
cohonestado concierto de la “Ayuda Humanitaria” como honesto objetivo que le
llegue la ayuda a la gente. Pero además que por un principio básico de dignidad
nacional era inaceptable esa invectiva.
Claro que lo que se tradujo para Trump en una invectiva fue
lo que el día hoy se tuvieron que retirar con el rabo entre las piernas: John
Bolton y Eliot Abraham; junto a sus 5000 mil mariners que estaban parqueados e
invernando en Panamá.
Fue ante tamaña ofensa que Trump tuvo que cambiar de
estrategias, comenzó con los embrutecidos embargos contra el pueblo venezolano,
los alevosos apagones, las confiscaciones de activos -más de 30 mil millones de
dólares en la banca- la confabuladora conformación de países serviles y
sumisos, como el Grupo de Río para desconocer al gobierno legítimo de Maduro,
ejercer mayor presión contra el mandatario para que renuncie y se vaya a una
“isla bonita”. En fin fueron varias y distintas medidas para que capitule a
cambio de salvarle la cabeza, pero no lograron doblegar un líder del linaje de
los hijos de Bolívar y Guaicaipuro.
Hoy Trump como el típico titiritero del tío Sam, aparecido
en escena con el big-stick del TIAR (Tratado Interamericano de Reciprocidad),
que es un instrumento imperial de asistencia militar recíproca para que a
cualquier respondón se lo ponga a raya.
Claro que hoy el mundo ha dejado de ser una función de
títeres en la que había siempre el titiritero del tío Sam movía lo hilos
imperiales hacia su favor, ya que en el
entarimado han aparecido actores de carne y hueso que han entrado al ruedo a
disputar le el poder, sin hacerle concesión alguna.
prudenprusiano@gmail.com
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