Por Juan Pablo Cárdenas S.:
Pocas veces he repudiado a los que se cambian de bando
político o se desencantan de la política. Siempre puede haber razones para
evolucionar o rebobinar, pero creo que para todo en la vida hay que tener
estilo y oportunidad.
Oscar Guillermo Garretón ciertamente debió haber abandonado
el Partido Socialista apenas regresó a Chile después de su exilio, pero era
hora de sacarle dividendo a su diáspora y prefirió seguir militando en la
colectividad de Allende hasta hace pocos días. Ya camino a sus 80 años debe
asumir que le será difícil obtener algún cargo público, además de que se
sospecha ha acaudalado una más que suficiente fortuna, por lo que no debe
necesitar de nuevos cargos políticos. Salvo la posibilidad de que se le asigne
alguna embajada, medalla que en Chile constituye una de las últimas charreteras
civiles del llamado “servicio público”.
Aunque lo divisé en mis tiempos de universitario como uno de
los más vociferantes izquierdistas, recién lo llegué a conocer en La Habana,
donde se había instalado con camas y petacas como exiliado. Mal que mal, fue
reconocido por la Dictadura Militar como uno de los más peligrosos enemigos y
justo entonces el privilegio de ser acogido solidariamente por Fidel Castro. El
había fundado el MAPU, partido vanguardista que se escindiera de la Democracia
Cristiana para pasar a formar parte rápidamente del gobierno de la Unidad
Popular. Dicho sea de paso, esta entidad a poco andar se escindió y don Oscar
Guillermo Garretón se puso a la cabeza de la fracción más rebelde o
termocéfala, a la que le desagradaba, por supuesto, la revolución burguesa “con
vino y empanadas” propiciada por el extinto presidente. Por lo mismo, fue uno
de los hombres más buscados por la Dictadura y su rostro apareció junto al de
Carlos Altamirano y otros dirigentes izquierdistas en las portadas de El
Mercurio, matutino que entonces propiciaba rabiosamente estas cacerías
políticas.
Ya antes de volver al país, su conducta era muy cuestionada
por las organizaciones disidentes de la Dictadura. Precisamente en Buenos
Aires, a donde se trasladó, se le observó sacudiéndose de todo vestigio
izquierdista, como de su innegable responsabilidad de haber animado, al igual
que otros dirigentes, a no pocos jóvenes a retornar clandestinamente al país,
muchos de los cuales fatalmente perdieron sus vidas, fueron encarcelados y
torturados. Para posteriormente ser sepultados por la indiferencia de sus
mentores apoltronados en el poder.
Ya a esta altura, el propósito de Garretón era mutarse en
empresario. Lo que consiguió a lo largo de muchos años de obsecuencia ante el
poder patronal, y pese a ser arrestado
por largos meses en la Cárcel de Valparaíso, procesado por su presunta
conspiración con otros dirigentes políticos y personal de la Armada en plena
Unidad Popular Una típica manifestación del “infantilismo revolucionario” que
le cobró un alto precio a la solvencia democrática de Allende y le diera
“argumentos” a la asonada militar de septiembre de 1973. En este presidio es
que lo volví a verlo y ser acogido por la hospitalidad de los presos más
antiguos como él, pero allí no alcancé a darme cuenta de cuánto habrían
cambiado sus convicciones. La rutina allí era la de comer, respirar y pelear
con los abogados para que nos excarcelaran lo antes posible.
Seguramente este transformismo ideológico de Garretón estuvo
acicateado por su relación sentimental con una destacada periodista de derecha
y vinculada al diario de Agustín Edwards. A través de las columnas que este
periódico y La Tercera le publican constantemente hemos podido comprobar su
realineamiento político, coincidente con que nunca en todo este tiempo fuera
visto en las tupidas manifestaciones callejeras, en la Villa Grimaldi y otros
centros que honran la memoria de los combatientes que cayeron o fueron
sometidos a tantos tormentos.
Finalmente, después de librarse del prescrito juicio por
sedición siguió el camino de otros mapus y ex socialistas que se encumbraron en
los cargos públicos y, más temprano que tarde, terminaron asesorando e
intentando sus primeros negocios de la mano de aquellos poderosos empresarios
que los recibieron como verdaderos hijos pródigos.
Por tercera vez, tuve la oportunidad de estar con él en el
directorio de una editorial de derecha, de la cual alcancé a formar parte en la
promesa de que se trataría de un esfuerzo ecuménico y tolerante. Pero este
esfuerzo editorial se hizo humo en muy poco tiempo, pero lo importante es que
allí, ante mi estupor y el de otras personas, oí a Garretón asegurar que las
Fuerzas Armadas eran la columna vertebral de la historia republicana de Chile.
Eso me convenció de no continuar en la Editorial y nunca más volví a ver al ex
cabecilla del Mapu y ahora ex socialista. Salvo observarlo años atrás en una
Ceremonia en el Salón de Honor de la Universidad Católica de Chile del brazo,
ciertamente, de su nueva pareja.
En un excelente libro de Mónica Echeverría se detalla la
trayectoria de este tipo de jacobinos del pasado devenidos en prósperos
empresarios y asesores. Nombres abundan, en realidad, entre los desertores,
pero el caso de don Oscar Guillermo debe ser uno de los más repugnantes por su
soberbia en extender su militancia en el socialismo y recién renunciar ahora
con publicidad, bombos y platillos mercuriales y televisivos. Muchos se fueron
calladitos de los diferentes partidos, seguramente en mérito de un mínimo pudor
y respeto por el pasado que abrazaron. Como es el caso del mismo senador Carlos
Altamirano Orrego, que, sin renunciar al PS, tuvo el buen gusto de rechazar
cargos y distinciones de parte de los gobiernos de la Concertación. En mérito,
como se dice de una abierta y descarnada autocrítica.
Crisis en el Partido Socialista y otros referentes existen
desde siempre y no descubrimos razón alguna para que recién ahora don Oscar
Guillermo Garretón pueda fundar su desafección con el socialismo criollo.
Producto de la misma confusión del PS, es que todavía existen en esta
colectividad otros guarecidos oportunistas que podrían ser expulsados
ejemplarmente de sus filas, si es que este partido quisiera limpiarse realmente
y servir a la transparencia. Porque si de impunidades se habla, lo primero es
reconocer la que favorece a tantos personajes que todavía pululan por los
cargos públicos y reciben nuevos nombramientos en el extranjero, después de su
enorme responsabilidad en el quiebre institucional, político y moral de nuestro
país. Cuyas funestas consecuencias se extienden hasta hoy, con tan larga y
desnaturalizada postdictadura.
juanpablo.cardenas.s@gmail.com
Excelente perfil de un de los tantos ejemplares del MAPU, ayer casi guerrillero hoy ni de alcoba, pero siempre obsecuente con el poder a la espera de migajas, como bien mencionas. Rastreros, como diría alguien...Ensombrece(n) hasta el eclipse, a propósito.
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