Cada día que pasa queda más en evidencia que Juan Guaidó y
su banda, no son otra cosa que una peligrosa asociación ilícita dedicada al
robo, estafa, tráfico de influencias, desfalco, cohecho, fraude y terrorismo.
El grotesco acto de su autoproclamación como “presidente de la República”, para
cualquier ojo avizor, era un anticipo claro de lo que vendría.
Pero lo que más llama la atención es cómo la figura de
Guaidó pudo generar expectativas en el alto mando estadounidense, incluyendo al
propio presidente Donald Trump. Porque
es de suponer que tendría que existir
una suerte de “control de calidad” sobre los mascarones de proa contratados
por la Casa Blanca para
representarlos.
Guaidó y su combo no pudieron engañar al pueblo de
Venezuela, y esto era más que sabido porque los venezolanos y venezolanas no
son tontos. La pandilla de Juan y Leopoldo tampoco pudo quebrar a las fuerzas
de seguridad y mucho menos a la patriota y revolucionaria FANB. Y para completar su cúmulo de torpezas
y desaciertos tampoco logró aglutinar a
la dividida oposición bajo su mando, ni en el plano de la dirigencia ni menos
aún en sus bases.
Fracaso tras fracaso, hoy por hoy, la derecha venezolana se
encuentra más fragmentada que nunca, como lo manifestó el propio Mike Pompeo en
recientes declaraciones.
Para colmo –analizan los voceros de la derecha nacional e
internacional–, todo ese desfachatado y criminal accionar del “autoproclamado”,
ha contribuido a fortalecer la unidad
cívico-militar bolivariana, ha profundizado
las relaciones del gobierno revolucionario con China, Rusia, Irán y
otros países adversos al imperialismo estadounidense, como también ha volcado al pueblo a las
calles en defensa de la Patria y su soberanía.
¿En algún momento los think tank estadounidenses imaginaron
que con semejante “estado mayor” podían derrotar a la Revolución Bolivariana?
De ser así –y creo que fue así–, queda develada la pobreza de sus análisis.
Los imperialistas frecuentemente apelan al invento de un
pelele útil a sus intereses, que siga al pie de la letra el guión escrito desde
Washington, bajo la promesa de ser recompensado una vez logrados los objetivos
trazados. Pero en este caso, Guaidó y su
combo se han propuesto “cobrar sus honorarios” antes del cumplimiento de lo
pactado en el contrato. Así, estos hambrientos Dragones de Komodo, han salido
descontroladamente a engullirse todo aquello que esté a su alcance. La política
fue una mera excusa para delinquir, su lucha “contra la dictadura” un pretexto
para adueñarse de patrimonio legítimo de venezolanos y venezolanas y, de paso,
quedarse también con una cantidad importante de dólares suministrados por sus
empleadores.
Desde Citgo hasta las partidas para el refrigerio de los
guarimberos, todo ha sucumbido a su voracidad. Dinero que cayó en sus manos fue
dilapidado en fiestas, gastos
personales, viajes, lujos, borracheras y otras extravagancias.
Hasta el mismo servil de Luis Almagro ha solicitado a viva
voz una minuciosa investigación por una
grave denuncia de corrupción formulada contra el equipo de Juan Guaidó en
Cúcuta, que ha manejado millonarias
sumas de dinero a raíz de la supuesta “ayuda humanitaria” a Venezuela.
El daño que este grupo de ladrones ha ocasionado a
Venezuela, a su pueblo, es de una dimensión extraordinaria. Y se explica
también porque sus jefes del norte son de la misma calaña. No hay que olvidar
que personajes como Nike Pompeo, Marco Rubio, John Bolton o Elliott Abrams
reúnen prontuarios frondosos.
Todos estos personajes del entorno Trump recibieron informes
falsos de la banda Guaidó; hicieron creer que el pueblo los apoyaba, que el
chavismo estaba dividido y desmovilizado, que la FANB les obedecía y que el
gobierno estaba aislado en el mundo y en desprolija retirada. Toda una serie de
mentiras con el solo objetivo de enriquecerse.
Dice la mitología griega que mientras Hefesto (Dios del
fuego, la forja, la metalurgia y los artesanos), elaboraba una figura para
representar la verdad (Alétheia), Dolos (personificación del fraude, el engaño,
los ardides y las malas artes), quien trabajaba como ayudante en el taller,
aprovechó un momento de distracción del dios para esculpir una imagen similar a
Aléheia pero que no alcanzó a terminar. Era muy parecida, pero sus pies estaban
inconclusos. Ambas figuras fueron horneadas y a cada una de ellas se les
insufló vida. La verdadera, la creada por Hefesto, caminó con firmeza, con
decisión y sin titubeos; pero la segunda, aquella a la que Dolos no había
terminado, luego de dar unos pasos se tambaleó y cayó. De ahí el dicho que la
mentira tiene “patas cortas”.
No han pasado seis meses de la “autoproclamación” y la Banda
Guaidó comienza a tambalearse. Su caída es inminente.
fernando.bossi.rojas@gmail.com
Un saludo a mi pueblo querido desde Uruguay ! Vamos contra los delincuentes !
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