Por Carolina Vásquez Araya:
A pocos días de las elecciones, los guatemaltecos permanecen
en la incertidumbre.
Las baquetas siguen guardadas; y en lugar del entusiasmo
propio de un evento de gran participación ciudadana, se respira un ambiente de
dudas y temores. Es que en Guatemala los preámbulos de las elecciones para
nombrar presidente, diputados y alcaldes han estado sembrados de trampas,
manipulación y sorpresas desagradables, dejando un mal sabor en la ciudadanía.
Entre las campañas anónimas llamando al voto nulo, la participación de
candidatos con señalamientos tan graves como narcotráfico, alianzas con organizaciones
criminales o financiamiento electoral ilícito y la pasividad del Tribunal
Supremo Electoral ante algunas de estas irregularidades, los votantes enfrentan
el enorme desafío de hacer valer su voluntad política emitiendo un voto bien
pensado.
Sin embargo, en medio de la confusión provocada por las
dudosas actuaciones de las autoridades electorales y la inoportuna e
inexplicable ausencia del fiscal del Ministerio Público encargado de investigar
–precisamente- los delitos electorales, algunos movimientos políticos de nuevo
cuño han comenzado a marcar su espacio de manera contundente, como respuesta a
la urgente necesidad de cambios de fondo y del establecimiento de una nueva
manera de hacer política: un ejercicio del poder más incluyente, más transparente
y sobre todo con propuestas bien articuladas y acorde con las necesidades
básicas de una población que ha sido marginada durante siglos.
En medio de los cierres de campaña y el entusiasmo de
jóvenes activistas cuyas esperanzas por una mejor Guatemala los ha convencido
de participar, se han cernido sobre el país algunos nubarrones amenazantes de
regreso al pasado, propiciados por el equipo de militares que dirige la
política gubernamental, cuyo temor ante una posible victoria de los nuevos
partidos les ha hecho quitarse la careta y amenazar, sin tapujos, con actos de
violencia y bloqueos en el día de los comicios.
La manipulación de este evento desde las cúpulas del poder
–el ya bien conocido pacto de corruptos integrado por el equipo de gobierno,
empresarios y militares- no ha dejado nada a la imaginación. Se han lucido
entorpeciendo candidaturas “inconvenientes” y amparando otras marcadas por
delitos graves. Han apretado las tuercas alrededor de las Cortes con el fin de
garantizarse las mayores ventajas posibles, coartando las posibilidades de
participación de quienes podrían constituir una amenaza el día que pierdan
inmunidad y con el mayor descaro han montado una red de centros de mensajes
cuya tarea ha sido invadir las redes sociales con toda clase de basura,
mentiras, noticias falsas y ataques a los candidatos y partidos opositores al
régimen. Por supuesto, todo eso financiado por los fondos públicos cuyo control
y ejecución se mantienen herméticamente cerrados al escrutinio público.
El domingo 16 de junio será la prueba de fuego, cuando la
ciudadanía acuda a los centros de votación a emitir su voto. Esa jornada podría
significar para Guatemala el inicio de una nueva era de cambios profundos; un
abrir caminos a la participación de quienes han vivido en la marginación y el
desencanto, observando cómo sus oportunidades se pierden en las cuentas
bancarias y las propiedades de lujo de quienes han empeñado el futuro de
Guatemala. Esa jornada será digna de pasar a la historia como el rescate de la
democracia, siempre y cuando el voto popular posea la impronta de una
conciencia renovada sobre el poder ciudadano y sin el tufo del temor por el
cambio; esto último, algo que ha marcado a una tras otra, todas las malas
elecciones del pasado reciente.
elquintopatio@gmail.com
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