Por Rolando Prudencio Briancon:
¿Se trata de un simple juego de las palabras que Papa en el
padrenuestro haya propuesto el cambio en la redacción que reza: “No nos dejes
caer en la tentación”, por aquella otra que sería la modificada por: “No nos
dejemos caer en la tentación”, ¿por cuánto el Papa advierte que no puede ser
Dios quien induzca a sus hijos a que pequen?
Desde ya esta modificación no es un mero cambio en la
redacción, puesto que a decir del Papa ha llevado 17 años de sesudo análisis
por parte de quienes han abordado el cambio a la transcripción del mismo. Y
realmente debe ser cierto que dar este paso ha llevado a escrupulosamente
escribir una nueva redacción; no sólo porque Dios, un ser infinito en bondad
pueda inducir a sus hijos a que trasgredan lo que para él representa la bondad,
sino porque, como un acto de fe el no pecar va perdiendo apego.
Y es que tal vez en lo que debería irse más allá en éste
audaz análisis, que libera a Dios de ser quien indirectamente induzca al
pecado, no es tanto en la exégesis, en la explicación sobre si alguien es
inducido o no a cometerlo, y nada menos que por Dios; sino en lo que representa
en sí el pecado; más allá de que si alguien es inducido a cometerlo o no, pues
tan sólo el hecho que sea un mandamiento no cometerlo, no puede en todo caso
convertirse en un contundente estímulo a no perpetrarlo, sino en la explicación
del porqué no debe cometérselo, porque
es pecado.
Ese es el caso el caso de las corrientes prohibicionistas
que terminan siendo un incentivo para cometer más bien lo que se prohíbe. Lo
prohibido es lo deseado, dice un viejo adagio. Así ocurrió hace casi un siglo
atrás cuando regía las políticas prohibicionistas del consumo de licor que
llegó a convertirse en una coartada para el consumo desenfrenado.
¿Podría entenderse entonces que el pecado, el mal vendría a
ser un referente de orientación moral, ética para las personas, en la
perspectiva que sin pecado no habría capacidad de tener una noción
diferenciadora entre ambos extremos?
Vale decir entre el bien y el mal, que es a lo que el Papa ha dado pie con la
modificación del padre nuestro, induciendo
una discusión de que si bien no es Dios quien incita a pecar, no menos
cierto es que dentro esa racionalización se debe discutir y analizar que el
para que la salvación exista debe existir el pecado, como una necesidad de
coexistencia congénita e indisoluble con la salvación, de otro modo; y desde
ese enfoque racional sería una motivación de fe la que induciría a no pecar,
que no siempre; y siendo los humanos seres racionales quede garantizado que no
vaya a pecar por esa su misma naturaleza racional.
prudenprusiano@gmail.com
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