Por Sergio Rodríguez Gelfenstein:
Decir que cada país es diferente y tiene sus
particularidades no expone novedad alguna, las características nacionales,
idiosincráticas, además de las causas que concurrieron a la formación del
Estado y la sociedad, así como las
condicionantes en que se produjo la independencia que dio origen a los Estados
nacionales en América Latina a comienzos del siglo XIX incidieron directamente
en la configuración del comportamiento político de los actores a través de la
historia, a ello se le suma la poderosa influencia que ejercen las dimensiones
y las características de la geografía, así como la riqueza económica que posee
cada país. Cuando reunimos todos estos ingredientes podemos comenzar a
comprender las peculiaridades de sus sistemas políticos y sobre todo, entender
que los procesos por los que ha transitado o transita alguno de ellos, son
difícilmente replicables en otro.
En esta ocasión quisiera revisar algunos hechos acaecidos en
el último medio siglo en Chile que podrían dar cuenta de ciertas
particularidades que podrían ayudar a comprender mejor la conducta y la
actuación de la clase política.
Los científicos sociales y los políticos se ven obligados a
hacer análisis prospectivos que permitan a los primeros, vislumbrar el futuro
para hacer propuestas, y tomar decisiones acertadas en el caso de los segundos,
pero nadie puede pronosticar con certeza lo que ha de ocurrir, ni siquiera en
el corto plazo, mucho menos después de transcurrir largos períodos de la
historia. Por supuesto, es mucho más fácil estudiar los fenómenos ocurridos
para sacar conclusiones y proyectarlas a fin de que sirvan para el mejor
trazado del futuro.
En estas circunstancias, y pasados casi cincuenta años
podría elucubrarse que el gobierno del presidente Salvador Allende no tenía
ninguna posibilidad de éxito en los términos que él lo había planteado y en la
perspectiva de cumplir el programa que había prometido al pueblo y por el que
entregó su vida. Es una elemental conclusión que podría sacarse a la luz del
posterior proceder de muchos de sus colaboradores que se transformaron en
tránsfugas, traidores al ideal del presidente, aliados y amigos de los que
sostuvieron la dictadura que lo derrocó y que sumió por 17 años a Chile de
oscurantismo, represión y muerte.
El gobierno de Allende fue un ejemplo de pulcritud
administrativa al punto que a pesar de que Pinochet esculcó hasta el último
rincón en la búsqueda de actos de corrupción, no pudo encontrar nada que
manchara la impronta de la gestión realizada por la Unidad Popular. Pero el
posterior exilio de muchos de sus representantes por las capitales europeas que
motorizó su mutación en asalariados de la social democracia y la democracia
cristiana internacional, cambió la naturaleza de su talante, para convertirse
en portadores análogos de los valores de la dictadura: el robo, la corrupción,
la mentira, el engaño al pueblo y la utilización de la política como bien de
lucro y no de servicio al pueblo como era la tradición del Chile previo a 1973.
Tal vez, la percepción de Allende al haber conocido más
profundamente a sus colaboradores lo llevó a la decisión de dar su vida para
sembrar un ejemplo de dignidad imperecedero en la historia. Es posible que se
haya dado cuenta antes que nadie acerca de la putrefacción que lo rodeaba. En
esas condiciones, existe la probabilidad de que en lo más recóndito de su
conciencia, le taladrara la idea de que no podía avanzar mucho más allá de
donde había llegado y es muy factible que se sintiera solitario en su afán de
no traicionar la confianza que el pueblo había depositado en él.
El 6 de septiembre de 2015, leí y guardé una carta escrita
por el señor Eduardo Villegas (a quien no conozco) dirigida al Director de la
radio de la Universidad de Chile titulada “La soledad de Salvador Allende”.
Quedé hondamente impactado, por lo que decidí conservarla hasta hoy. En una de
sus partes, el señor Villegas dice “…lo más relevante e impactante en mi
modesta opinión, fue según el ex funcionario del Departamento de Estado,
William Blum, que: ´toda esta información sensible de Estado, [se refiere a la
información que la CIA estadounidense comenzó a recabar desde la misma elección
de Allende para preparar un golpe de Estado] fue obtenida a partir de la
´compra` de altos funcionarios y dirigentes políticos de la coalición partidaria
de Allende, la Unidad Popular`. Evidentemente, la ´inversión financiera` fue
canalizada hacia los ´compañeros` del presidente Allende para dar ´información`
sensible de Estado a una potencia extranjera, lo que constituye una gran
traición no solo a Chile y a su gobierno Constitucional, sino que a su propio
camarada”.
En otro ámbito del mismo tema, estamos a pocos años de
cumplir 50 años desde que se inició el largo periplo a través del cual, la
democracia cristiana transitó una ruta que la llevó de ser aliada de la ultra
derecha para derrocar a Allende hasta ahora, año 2019, cuando repite tal acción
para volver a ser aliado de la ultra derecha con el fin de sostener al gobierno
de Sebastián Piñera, hijo de la dictadura. En el intertanto hizo toda clase de peripecias,
para usufructuar primero como aliada de Pinochet para después ser su opositora.
Posterior a 1990 se transformó en partido de gobierno y principal beneficiado
del regreso de la democracia, tras un acuerdo con Estados Unidos y Pinochet
para “hacer justicia en la medida de lo posible”, sin importarle ni siquiera
que la dictadura ordenara el asesinato de su líder, dejando claro como paga el
amo a quien le sirve.
La historia recoge el indudable origen fascista del Partido
Demócrata Cristiano de Chile (PDC) que se remonta a la Falange Nacional fundada
en 1935 caracterizada por una ideología nacionalista, fascista y
corporativista, cercana a los postulados que enarbolaba Benito Mussolini.
Otra característica resaltante del Chile del último medio
siglo es la capacidad de las clases dominantes para generar fuerzas que,
asumiéndose de izquierda, en el ámbito de situaciones marcadas por la ofensiva
del movimiento popular en la lucha por la conquista de sus derechos, se
transforman en el ariete principal en contra de la propia izquierda.
Así ocurrió en 1969 con el surgimiento del Movimiento de
Acción Popular Unitaria (MAPU) que con un “olfato político” increíble emergió
desde el PDC para incorporarse a la Unidad Popular ante la posibilidad cierta
de triunfo de Salvador Allende en las elecciones que se habrían de realizar en
septiembre de 1970. De extraña manera, el MAPU asumió ostentosas posiciones de
ultra izquierda que lejos de ayudar, torpedearon al gobierno de la Unidad
Popular, dificultando el sostenimiento de los equilibrios que intentaba
asegurar el presidente Allende para mantenerse en el gobierno al que había sido
llevado por votación popular. Hoy, alguno de los más conspicuos líderes del
MAPU como Oscar Guillermo Garretón (quien vivió un exilio dorado en Cuba) y
Enrique Correa, no son más que repugnantes lobbystas de empresas de dudosa
reputación, presuntos violadores y acosadores sexuales y hasta de los propios
miembros de las fuerzas armadas que han sido acusados de transgresión de los
derechos humanos.
Otro tanto, aconteció con la creación del Partido por la
Democracia (PPD) en 1998, en medio de las indetenibles manifestaciones
populares, que se expresaban de múltiples formas contra la dictadura. No surgió
antes, no, sino en la recta final y en el momento en que se avizoraba el fin de
la satrapía pinochetista. Nótese la casualidad, el MAPU surgió un año antes del
triunfo de la Unidad Popular y el PPD, un año antes del colapso de la
dictadura. Vale decir que entre sus fundadores estaban insignes miembros del
otrora MAPU, que nuevamente cambiaron de sigla cuando vieron que la victoria
del pueblo estaba cerca. De la afiebrada retórica anti dictadura, pasaron a ser
principales sostenedores del modelo creado por ella, de su estirpe neoliberal y
su subordinación a Estados Unidos. Si Allende reviviera para verlo, creo que
preferiría volver a morir ante tamaña perfidia y apostasía. Es de tal
podredumbre este fétido partiducho que Heraldo Muñoz, un chileno domesticado en
Estados Unidos por el Partido Demócrata y la corriente ultra reaccionaria de
Hillary Clinton, es el actual secretario general de ese engendro
Aunque es muy pronto para emitir juicios definitivos,
pareciera que en la actualidad el partido político de Giorgio Jackson,
Revolución Democrática, sería un nuevo MAPU o un nuevo PPD. Si resultara ser
cierto, ello cerraría este ciclo de 50 años de la historia chilena, en la que
partidos “oportunamente” surgidos en la coyuntura, se asumen como “distintos”
para terminar siendo freno del movimiento popular e instrumento de la ambición
de sus líderes.
No cabe duda que el modelo de Pinochet ha sido el más
“exitoso” de todos los que en América Latina irrumpieron en la década de los 70
bajo los influjos de la doctrina de seguridad nacional y el Plan Cóndor. La dictadura
logró que su sistema perviviera en el tiempo, sostenido incluso por los
partidos políticos que la enfrentaron, y que se han coludido para mantener el
patrón neoliberal independientemente de quien gobierne haciendo muy tenue las
diferencias entre los conglomerados de derecha que han gobernado los últimos 39
años.
La conjunción de acciones que van desde el asesinato y la
desaparición de dirigentes, la tortura y la persecución cometidas por la
dictadura, se han venido a unir con la atomización del movimiento sindical, la
división del movimiento popular, la extensión de la propiedad monopólica y del
sistema neoliberal con la cuasi desaparición del Estado, el exterminio de la
prensa alternativa y la anulación de Chile en el escenario internacional, salvo
para resguardar los intereses de los empresarios, todo lo cual se ha
consolidado en la pos dictadura, y que han venido a configurar el exitoso
modelo chileno, vitrina que Estados Unidos muestra al mundo como ejemplo de
país leal indistintamente administrado por socialistas o fascistas sin que se
puedan observar grandes diferencias.
Un Síndrome de Estocolmo generalizado en la clase política
que antaño sostuvo posiciones de defensa de los intereses populares parece
cubrir como un paraguas a parte importante de ese sector, los ejemplos de
Isabel Allende, Michelle Bachelet Carolina Tohá, Juan Pablo Letelier, Marco
Enríquez Ominami, Eduardo Frei Ruiz-Tagle entre otros, son solo algunos de los
que expresan con su actuación -como símbolo de los tiempos- la adoración a los
verdugos de sus padres.
Hacía tiempo que quería escribir sobre esto, pero ahora es
un imperativo, se van a eliminar los estudios de historia y los jóvenes no
sabrán que esto sucedió. De eso se trata, de que no conozcan de donde vienen
para que no puedan pensar a donde quieren ir. Ni siquiera a Pinochet se le
ocurrió tamaño despropósito.
sergioro07@hotmail.com
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