Por Juan Pablo Cárdenas S.:
Hasta hace algunos años, la farándula mediática estaba
acotada a lo que sucedía en el ancho mundo de los espectáculos, pero ahora, en
realidad, la política ha pasado a ser un ingrediente fundamental de los
matinales de la televisión, las radios frívolas y las páginas de los diarios y
revistas que les gusta inmiscuirse en la privacidad de las personas y especular
con la vida íntima de los actores públicos. Fomentando con ello que los pueblos
adormezcan su conciencia y se mantengan en un lamentable desconocimiento
respecto de los temas verdaderamente relevantes y que tocan a su situación y
futuro.
Son las redes sociales las que hoy procuran más información
que los medios de comunicación, pero se sabe que su profusa actividad conlleva
la difusión de muchas noticias falsas e irresponsables. Y, casi siempre,
tratadas superficialmente.
A los periodistas de los grandes medios de comunicación
habitualmente se los ve empantanados en la ignorancia y despreocupación por lo
que realmente importa. Por lo sustantivo de la cotidianeidad que deben atender.
Devenidos en “opinólogos”, más que en analistas o buenos reporteros, los
“rostros” de la televisión parecen forzados a cuidar o corregir sus
características anatómicas, vestir como se los indican sus productores y cultivar
un lenguaje cada vez más básico e incorrecto para mantenerse vigentes y ganar
fama. Se podría comprobar que muchos de estos comunicadores sociales no saben
identificar, siquiera, los países del mapamundi, entender mínimamente la
abigarrada realidad internacional y adoptar compromiso con la misión ética,
educativa y liberadora de su quehacer.
De esta manera es que sus mensajes son calcados de los que
emiten las grandes y poderosas fuentes informativas internacionales, de lo que
conviene a los propietarios de sus medios y a las pautas que les entregan los
índices del rating y circulación. Incluso cuando son enviados al extranjero, es
posible descubrir que no logran indagar algo más de lo que ya se difunde en
Chile, como, tampoco, proponerse obtener alguna primicia. De esta forma es que
sus cámaras de lo que andan preocupadas es de captar imágenes intrascendentes,
que sirvan al discurso mediático preconcebido, aunque intentan, muchas veces,
quedar como héroes por haberse aproximado a “donde las papas queman”. En esto
del envanecimiento tan adherido actualmente a la condición de periodistas.
No es extraño, por lo mismo, que las escuelas de
periodismo no tengan ahora mayor
preocupación por la formación ética y cultural de los futuros comunicadores.
Hace rato que le dijeron adiós a las cátedras de historia, economía, arte,
ciencia y otras disciplinas, a no ser por algunos cursos tangenciales, dícese
de deporte, por ejemplo, aunque en la práctica se limitan al fútbol u otras
actividades que estén o se pongan de moda. Tampoco se preocupan mucho que sus
alumnos sepan expresarse correctamente a través de la palabra o la escritura.
De allí que los noticiarios de radio y televisión, como los propios escritos de
la prensa, adolezcan cada día más de incongruencias gramaticales y toda suerte
de barbarismos idiomáticos. Además, por cierto, de sus inconsistencias de
contenido.
El tratamiento de la crisis venezolana es muy contundente
ejemplo de lo que señalamos por la forma en que nuestra prensa se alineó frente
a un tema complejo, imitando la conducta de nuestra Cancillería y de la Casa
Blanca. Exponiéndose a los errores y pronósticos antojadizos que ahora se
reconocen y que les ha hecho perder tanta credibilidad.
En la propia Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile,
los profesores constatan y se lamentan de la falta de preparación de quienes
ingresan a sus aulas. Poco tiempo atrás, en segundo año, ninguno de mis alumnos
supo responderme quién era el Che Guevara, cuyo rostro todavía luce,
curiosamente, en las pancartas de sus manifestaciones callejeras, como en sus
estampadas camisetas. Solo un estudiante levantó la mano para señalarme que el
Che había sido un guerrillero, pero que, por favor, no le preguntara de qué
país… Asimismo, una profesora del mismo plantel descubrió que una de sus
discípulas, muy sorprendida, no sabía que en Chile habíamos tenido una
“dictadura”.
Se dirá y se argumenta efectivamente, que se trata de
estudiantes de las nuevas generaciones, que no tienen porqué saber lo que
ocurrió antes que nacieran o que la responsable de su ignorancia en tantas
materias es la educación secundaria de donde provienen. Pero todas estas
excusas valen muy poco, especialmente si se trata de estudiantes de periodismo,
para quienes la historia debe ser fundamental para entender el presente y el
porvenir.
En efecto, si la política debiera interesarse por los
procesos educacionales, ésta pwermanece indolente frente a la falta de
diversidad de los medios, la grosera concentración y la ausencia de
comunicadores avezados. Da la impresión que a los gobernantes, parlamentarios y
otras autoridades les incomodan los periodistas preguntones, más informados que
ellos y, desde luego, con una sana irreverencia. Tampoco tienen interés de que
la ciudadanía se informe adecuadamente y pueda descubrir la falta de solvencia
de quienes dicen ser sus representantes.
La tendencia general de todos éstos es a que el pueblo acate
sin chistar sus decisiones, delegue enteramente en ellos sus facultades, aunque
los diputados y senadores, o el propio presidente de la República, sean
elegidos a lo sumo con el 26 por ciento de los votantes. Es decir, en una
flagrante falta de identidad con las preocupaciones o demandas populares. La
abstención de más del 50 o 60 por ciento es indicativo de cómo un país que
transitó entusiasta hacia la democracia, hoy manifiesta su desencanto.
El periodismo de farándula destaca en sus emisiones toda
suerte de curvilíneas figuras, opinólogos con menos de dos dedos de frente,
como políticos variopintos, ahora que las diferencias entre unos y otros, es
decir entre los centros derechistas y centro izquierdistas, han pasado a ser
imperceptibles. En estos diálogos o convivencias banales y promiscuas ha
ocurrido que son nuestros legisladores, desgraciadamente, los que están asumiendo
el lenguaje soez y el desinterés por los asuntos relevantes. Acompañado todo
con el garabato o los modismos criollos (dirán algunos) que cada vez envilecen
más el lenguaje de los chilenos y nos distancia del fluido hablar y pronunciar
de colombianos, peruanos, venezolanos y otros, que felizmente han llegado al
país.
Al mismo tiempo, y como ha ocurrido en las últimas semanas,
las comisiones legislativas, las cortes de justicia y otras instancias
republicanas se han ido convirtiendo en set de televisión abiertos, donde la
reyerta y las descalificaciones se impone entre los participantes, todo lo cual
solaza a los noticieros “periodísticos”. Esto explica que los diputados anden
ahora a patadas con los reporteros y que muchos de éstos no demuestren el más
mínimo interés por la función parlamentaria, sino únicamente en sacar la “cuña”
sensacionalista que alimente los espacios de televisión que desde las primeras
horas de la mañana despiertan al país para competir en sus puerilidades.
En medio de toda esta farándula, el país ya no percibe mucho
si las autoridades están o no interesadas en mejorar las pensiones de la
Tercera Edad, procurar realmente la excelencia e inclusión de nuestros
establecimientos escolares, o implementar medidas efectivas para combatir la
delincuencia. No deja de sorprender la forma en que los canales de TV profitan
de las actividades de narcotraficantes que ahora despliegan en las poblaciones
y barrios toda la arrogante la pirotecnia de su impunidad.
Gobiernistas y opositores creen que en sus mediáticas
grescas les permitirá llegar mejor aspectados a las próximas elecciones, que es
de lo que realmente interesa a los partidos políticos. Incluso las señales de
televisión parlamentarias, que muy pocos sintonizaban, han pasado a ser expresiones
de la farándula instalada en el Parlamento. Y en vivo y en directo podemos ver
ahora como se mordisquean sus distintas bancadas, aunque fuera de cámaras son
buenos amigos y colegas, asumiendo siempre una estricta defensa corporativa
cuando se trata de reajustarse sus emolumentos y consolidar, también, sus
impunidades. Como esos 500 mil pesos que han decidido incrementar en sus
ingresos mensuales.
Ni qué decir cómo se están apagando los últimos vestigios de
la televisión cultural, cuando florecen programas, por ejemplo, que ya no se
proponen descubrir talentos artísticos sino destacar imitadores y humoristas
también deplorables en sus rutinas y forma de arrancar prosaicas risotadas de
las audiencias. Con un programa muy exitoso como el Pasa palabras que aporta
conocimientos pero se somete al colonialista Diccionario de la Real Academia de
la Lengua Española (RAE), desconociendo
que en Chile existe una entidad propia que hace invaluables aportes a nuestro
acerbo idiomático, algo inadvertido por nuestros medios de comunicación.
Pero no todo es malo, a fin de cuentas. El país está
conociendo a su clase política y descubriendo la precariedad de sus medios de
comunicación. Es tan exitosa la farándula que hay quienes se apartan de ella
para convertirse fácilmente en legisladores, alcaldes y concejales. Sin duda,
en un país de precaria vocación democrática, la exhibición pública da muchos
dividendos. Lo que han entendido muy bien, además de los políticos, los
titulares de nuestros Ministerio Público, en tan poco tiempo ensoberbecidos,
enriquecidos ilegítimamente y traicionado abiertamente los valores del Derecho.
Como excepción, felizmente hay también dos o tres ediles que
han logrado buena cobertura informativa. Auténticos servidores públicos que
concitan el respeto de los buenos ciudadanos y que bien pudieran convertirse en
candidatos presidenciales o aspirar a otros altos cargos, nada más que por
tratar los asuntos que le interesan y acosan la existencia de millones de
chilenos. Figuras demarcadas de la farándula política que compiten en resolver
sus problemas sociales, sin dejarse arrastrar por el permanente ritmo,
risotadas y estridencias de la televisión, la radio y hasta de los medios
escritos que en el pasado al menos procuraban seriedad y buen nivel analítico.
Ojalá que estas excepcionales figuras no caigan también en las fauces de la
frivolidad mediática o se los haga trastabillar con las consabidas zancadillas
de sus adversarios y correligionarios.
juanpablo.cardenas.s@gmail.com
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