Por Andrés Pierantoni:
Estas declaraciones de Trump “en contra” de Duque no pueden
entenderse fuera del contexto del fuerte debate interno en Colombia que parece
contraponer dos países: el de una oligarquía (Santos) que quiere recuperar el
liderazgo de un país estable y con economía diversificada Vs. el de unos
cipayos de los EEUU (Duque-Uribe) que apuestan al “renacimiento” de la guerra
civil.
El “casus belli” en
este momento es la pretensión de Duque de volver al uso del glifosato contra
los cultivos de coca, en lugar de “la erradicación forzosa y… las iniciativas
voluntarias pactadas con las comunidades de campesinos, promovidas por Santos”
quien aclara: “Llevamos 40 años tratando de erradicar la coca y nunca hemos
podido, porque nunca habíamos podido llegarles a los campesinos para ofrecerles
alternativas viables. Hoy con la paz sí podemos, por eso yo espero que ese
enfoque no lo vayan a modificar” … La clave, enfatizó este jueves, es “darles a
los campesinos cocaleros alternativas legales viables, no envenenarlos, ni
meterlos a la cárcel” (https://elpais.com/internacional/2019/03/07/colombia/1551970462_309935.html).
Esta contradicción
entre ambos – Duque (Uribe) Vs. Santos – concuerda con la existente en materia
de JEP (Justicia Transicional) que viene siendo la piedra angular de los
acuerdos de paz (https://alnavio.com/noticia/17967/actualidad/juan-manuel-santos:-duque-esta-obligado-por-la-constitucion-a-cumplir-los-acuerdos-de-paz.html).
En ambos casos,
Duque-Uribe persiguen reavivar el conflicto social y la guerra en Colombia,
toda vez que su superación conlleva la “despolarización” político-social del
país y, con ella, el fin del uribismo y su “hinterland” (narcos, militares
corruptos y paramilitares).
Las declaraciones de
Trump, detrás de la fachada aparentemente crítica hacia Duque, en realidad le
dan herramientas para presionar a la opinión pública y a las instancias
políticas e institucionales internas (en particular a la Corte Constitucional)
para volver al glifosato (o sea a técnicas agresivas en contra del campesinado)
y al desconocimiento de los acuerdos de paz (o sea a la reactivación de la
guerra), sin los cuales (glifosato y guerra) no sólo el uribismo sino también
el Plan Colombia pierden razón de ser.
Lo que está en juego,
es la soberanía de Colombia y el derecho de ese país hermano a vivir en paz y
con esquemas de desarrollo más sustentables que los de la coca, el
extractivismo y el monocultivo (palma africana).
Pero a los EEUU no
les conviene una Colombia que deje de ser el barato proveedor de cocaína (y
crack) de su clase media (y “ghettos”),
para ser una Colombia con agricultura e industria pujantes,
inevitablemente integrada a Venezuela y Ecuador: no olvidemos que el gran enemigo de la Gran Colombia, hace casi
dos siglos, no fueron Inglaterra sino los EEUU (http://terrestrium-navalium.blogspot.com/2016/08/estados-unidos-y-la-gran-colombia-1823.html).
apierantoni.alba@gmail.com
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