Por Manuel Humberto Restrepo Domínguez:
La ley del granate dice que al indio y al coyote se le mate.
Era un anuncio fijado con papeles colgados en las cercas de tierras mexicanas y
que todavía parece sutilmente vigente en algunas partes la inmensa Colombia,
que se niega a reconocer que sus problemas políticos y sociales tienen sus
bases en la desigualdad y en sus maneras de gobernar autoritarias y
excluyentes, de las que emanan como decretos, imaginarios de que unos humanos
son más que otros, que la ley y la justicia es para pocos y que los derechos
son el privilegio de quienes pueden comprarlos en el mercado abierto de
especias.
El mapa indígena nacional, es más complejo de lo que
muestran los periódicos y noticieros comerciales y oficiales, que siguen la
misma matriz del capital y sus financistas, que a toda gota de sufrimiento y
sangre le sacan valor agregado. La capacidad de resistencia de los 100 pueblos
indígenas, no cabe en la lógica del poder hegemónico, que se niega a
comprender, que los indígenas existen, son enteramente humanos, tienen ideas,
están dispuestos a hacer la revolución que aún no han hecho, y tienen
autoridades y gobierno propio, son constitucionalmente reconocidos en un país
diverso, multicultural y de pluralismo jurídico. Los indígenas sin ser mas, dan
lecciones de ética, ecología y política y superan de lejos los modos
tradicionales de acción del poder participativo y democrático. Cuando hacen la minga,
lo primero son sus pueblos y la solidaridad y lo que conduce la movilización es
la idea del bien común, no del beneficio particular.
Los indígenas controlan los caminos, las veredas, las
trochas, se conectan con el mundo de otra manera, con otra cosmovisión y sus
luchas de estos días han trazado una nueva situación geopolítica en sus
territorios, en los que combinan sus memorias con tiempos remotos y presentes y
esperan un futuro en el que la naturaleza, la cultura y la defensa de la vida
no estén separadas si no juntas, como remedio para aplacar los males que
producen la violencia, la muerte y la tragedia.
Los indígenas han puesto al descubierto desde hace 25 días,
que el fracaso del estado de derecho está presente, y que entraron en rebelión
en el sur oeste del país, provocada por décadas de olvido y de incumplimiento a
decenas de pactos y acuerdos firmados, pero enseguida traicionados. Los
acuerdos han sido por elementales asuntos para cualquier democracia, como
respeto a la vida, el territorio, la paz y la cultura propia. Pero el gobierno
reiteradamente se niega a entender que los indígenas no están en campos de
ocupación tomados a la fuerza, sino que esos territorios son los que
legítimamente les quedaron después del despojo masivo y allí han luchado y
ganado sus derechos.
Eso es lo que los medios ocultan para impedir que el país
sepa lo que quiere decir esta rebelión. Para ellos pesa el afán mediático de
distorsionarlo todo, de buscar con lupa hasta encontrar la cauchera, el palo o
el azadón convertido en herramienta de lucha desarmada para presentarla como un
arma mortal. Al fin y al cabo, para los medios, los indios no contratan
publicidad, ni son rentables y cuando le hablan duro al gobierno exigiendo lo
que les pertenece como el derecho patrimonial y colectivo que tampoco se enseña
en las facultades de derecho, ellos creen que son irrespetuosos.
Los indígenas están sitiados, pero también han sitiado y el
bloqueo es más político que material, las piedras de las carreteras cortadas
tendrán que ser levantados con nuevos acuerdos, no con tanques de guerra, ni
más soldados. Los indígenas son miles y miles, dirigidos por una autoridad de
22 gobernadores, que orientan serenamente a sus pueblos, compuestos por
familias que tienen jóvenes, mujeres, niños, que se han dado a la tarea de
levantarse para reclamar, lo que resulta elemental en cualquier estado de
derecho, que les cumplan los acuerdos. También le están recordando al país, que
lo que se pacta se debe cumplir, incluida la paz firmada y embolatada, por
cuenta del partido de gobierno ansioso y rabioso, porque se le está yendo de
las manos su capacidad de manipulación para mantener la guerra que es su
principal activo de su empresa de acumulación económica y sostenimiento de la
desigualdad y el autoritarismo que los mantiene con vida política.
Lo que proponen los indígenas no tiene implicaciones
militares, pero el gobierno se empeña en dárselas, infiltra sus procesos
organizativos, provoca, calienta el ambiente con sobrevuelos, aumenta los
agentes del SMAD, amenaza con judicialización a los líderes de la legitima
protesta, impide la labor de los congresistas y se empeña en mantener un
lenguaje descalificador y de estigmatización, que engendra violencia y en nada
favorece el necesario y urgente dialogo. Al recapitular estos días de fracaso
del estado de derecho, las cuentas de los días de la minga van en 25, hubo un
policía muerto, nombrado y reconocido por el presidente como un héroe y 8
muertos indígenas más, entre ellos un estudiante universitario, de los que no
se sabe ni su nombre y que ya hacen parte de la contabilidad de la tragedia
olvidada.
Las carretearas del sur parecen campos de combate, filas de
vehículos detenidos en las carreteras, escasez de alimentos, de gasolina, de
medicamentos, y otros efectos colaterales de apoyo a la minga en ciudades, con
protestas de estudiantes y saldo trágico de un muerto más y varios jóvenes
mutilados en la universidad del valle.
Los indígenas conocen su territorio, saben romper el cerco,
moverse con la fuerza de su cosmovisión y su sentido de rebelión desarmada, no
usan ni comparten el uso de las armas, de nadie, así lo dicen sus códigos y así
lo demuestran, se aferran al piso, a la madre tierra y salen a la minga, que es
toda una celebración de la solidaridad y de la vida, hacen cualquier trabajo
necesario para mantenerse, cocinan, bailan, cantan, están presentes en cuerpo y
espíritu.
Así son y así deben ser conocidos y reconocidos, no quieren
derrotar a nadie, ni salir derrotados porque no juegan a la guerra, tienen una
cámara de cartón a la que llaman Nadie T.V, que tiene un valor ritual, cultural
y propagandístico que promueve un nuevo conocimiento de lo que es la selva, la
vida y el hacer político indígena y que resume el desprecio y el olvido con el
que han sido, son y seguramente seguirán siendo tratados por el gobierno, este
y los anteriores.
La Minga como ha sido tradición, según su propia descripción
es Caminar la Palabra, reunirse para festejar, compartir y entrar en
disposición de reivindicar sus derechos y hacer acuerdos basados en la palabra
que se respeta porque es fruto del hablar verdadero y de reconocer al otro por
lo que dice, que debe valer mas que el documento que se escribe. Caminar la
palabra es también convivir en reunión para “romper el miedo, el terror, el
silencio y la desesperanza”. La Minga transforma la vida en presente y articula
lo que son, quieren y defienden los mingueros.
El sur existe, allí hay otra realidad, que no se transforma
con fusiles, ni se derrota con glifosato, ni con declaraciones de prensa de
esas que solo demuestran el fracaso que extiende las llamas de un país a punto
de incendiarse del todo otra vez, por causa de los acuerdos y los pactos
incumplidos y garantías negadas para resolver grandes problemas que exigen
también grandes y definitivas soluciones grandes, no la promesa de otro nuevo
pacto escrito para incumplir.
mrestrepo33@hotmail.com
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