sábado, 30 de marzo de 2019

El gobierno Duque es tan débil que se siente fuerte posando de mano dura


Por El Satélite: 

La temporal suspensión de la mesa de diálogo y las reiteradas negativas del presidente para ir al Cauca, muestran que el discurso conciliatorio y de unidad durante la campaña no se puso en práctica.
Iván Duque no ha querido ir a hacer presencia en el Cauca (arguyendo que no lo hará hasta que no se levante el bloqueo de la vía Panamericana). El senador Uribe pidió desde Cali, hace unos días, que prevaleciera “la autoridad y el orden” (haciendo un llamado a la mano dura, lo mismo que el ministro Botero o la senadora María Fernanda Cabal).


La situación guarda ciertas similitudes con las marchas estudiantiles del año pasado. Duque sólo estuvo dispuesto a dialogar cuando las movilizaciones eran masivas y se les habían sumado otros sectores sociales
¿Por qué? ¿Por qué no parece que en el gobierno haya una disposición al diálogo, en cabeza de Presidente, cuando se presentan estos reclamos? ¿Y qué significa la postura de mano dura en situaciones como estas? ¿Qué implica o qué simboliza un gobierno que luce enredado a la hora de dialogar?

Hablamos con el politólogo Gilberto Tobón Sanín, la socióloga Sara Tufano y el filósofo Carlos Manrique para tratar de entender esto.
¿Qué razones tendrá el gobierno de Duque, y Duque en particular, para no querer sentarse a dialogar con los indígenas en el Cauca?

Gilberto Tobón Sanín: Las razones que maneja Duque son todas las que le dice Álvaro Uribe, el país lo sabe. Él no manda, el que manda es Uribe. Si Uribe le dice que mantenga el principio de autoridad, él lo hace. Lo que quieren es mantener un principio de autoridad.
Pero Duque tampoco está en capacidad de resolverlo, porque él maneja cierta pedantería que no tiene fundamento ninguno y entonces manda a la ministra del Interior, que no tiene ninguna capacidad dialéctica para manejar nada y a ese otro señor Ceballos, que es como un espectro callado. Porque no quieren arreglar eso, ellos creen que la Minga se va desgastar y en realidad está creciendo, lo que ellos intentan resolver es por la fuerza y eso no lleva a nada.

Sara Tufano: Las mismas que tuvo para no sentarse a dialogar con el ELN al inicio de su gobierno. Si bien son actores diferentes, ambos episodios muestran un desprecio por la construcción de consensos y acuerdos. Después de casi ocho meses de gobierno, ya se puede afirmar que este es un gobierno extremadamente débil, por la inexperiencia y falta de autonomía del presidente Duque. Los indígenas piden su presencia porque el gobierno no ha sido claro con respecto a lo que quiere para el país; no hay un norte claro. ¿Hacia dónde nos quiere llevar este gobierno? No se sabe con certeza. Es comprensible que los indígenas exijan que sea el propio presidente quien les diga qué piensa hacer con los compromisos adquiridos.

Carlos Andres Manrrique Ospina:  Hay que mirar más allá de las razones explícitamente dadas por los funcionarios del gobierno, el presidente a su cabeza. Los conflictos políticos (y la Minga indígena pone en escena un conflicto político real y profundo), no es solamente un espacio de actores individuales, sus razones y voluntades, sino de contextos, estructuras, dinámicas sociales e históricas más amplias que rebasan y trascienden a los “individuos” y condicionan sus márgenes de acción.
Duque y sus funcionarios esgrimen las razones que ha esgrimido siempre el Estado Colombiano (recordemos la torpeza de Santos en el manejo del primer “Paro agrario nacional”). Que el Estado no dialoga en respuesta a las vías de hecho; que debe respetarse ante todo la “legalidad”, los intereses de la nación, y los derechos de todos los ciudadanos (por eso, que no hay diálogo hasta que desbloqueen la vía panamericana para garantizar el “derecho a la movilidad”). Es el mismo libreto o disco rayado, que escuchamos siempre que hay levantamientos populares (no solamente en este gobierno sino también en los anteriores.

Ese discurso en defensa de la “legalidad” y las “instituciones” pasa por alto algo fundamental, y además es una cortina de humo que esconde otras motivaciones.
Y este gobierno, eso sí a diferencia del anterior, ha dado muestras no sólo de indolencia frente a la desigualdad y la condición de injusta marginalidad de los desfavorecidos, entre ellos indígenas, campesinos y afros (esa indolencia es, por lo general, el modus operandi de los gobiernos a nivel regional y nacional).

Sino que también, ha dado muestras de querer profundizar y agravar esa desigualdad, desmantelando escasos recursos institucionales existentes para contrarrestarla: por ejemplo: la consulta previa (contra la que quiere arremeter).
¿Una disposición que no es abierta al diálogo o a la negociación muestra debilidad o fortaleza por parte del gobierno?

GTS: ¿La fortaleza? ¿La fortaleza es sacar el Esmad? Él se sentó con los estudiantes después de que el problema se creció. Amanecerá y veremos…  Falta ver si les cumple, yo no creo mucho en los gobiernos, ni en este ni en el anterior. ¡Mienten! Y no hacen nada, el presupuesto lo destinan a otras cosas, mucha parte del presupuesto es para robárselo, no creo que haya ningún ánimo de resolver eso.
Los indígenas también están pidiendo demasiadas cosas, tienen un apetito voraz: que les tienen que entregar 45.000 hectáreas y que les tienen que entregar 4 millones más. Es decir, ¿quién va a vigilar cómo se maneja ese presupuesto? Ahí también puede haber cosas mal manejadas. ¡Entonces el país es un desorden total!

ST: Duque está gobernando para un sector del país, el que votó por él y para este sector, esta idea de “negociar sin ceder” puede ser vista como una señal de fortaleza: “nuestro presidente no se deja”. Pero para quienes venimos diciendo desde la campaña presidencial que este gobierno es el tercer período de Álvaro Uribe, lo que está haciendo solo demuestra su debilidad. Lo fácil es recurrir a la violencia y a las armas para resolver los conflictos, lo difícil es sentarse a dialogar.

La no disposición al diálogo no es una característica exclusiva del presidente, es una característica del uribismo. La política de Seguridad Democrática fue la máxima expresión de esta no disposición al diálogo. Tan es así que la fuerza se considera como una condición sine qua non para el diálogo, es decir, se piensa que la mano dura de Uribe fue una condición necesaria para debilitar a la guerrilla y posibilitar el diálogo ya en unas condiciones favorables para el Estado, pero esta visión es falsa. Desde los primeros diálogos de paz con Betancur en el 84, cada gobierno podía haber privilegiado el diálogo para resolver no solo el conflicto armado, sino también otros tipos de conflictos, pero muchos no lo hicieron.

CMO: Muestra debilidad, por lo anterior. Muestra que el gobierno sabe que ha incumplido acuerdos ya pactados. Sabe que su modelo de “desarrollo” perjudica a sectores sociales históricamente marginados, explotados, violentados y estigmatizados (como indígenas y campesinos). Sabe que por eso mismo, una movilización social de esos sectores es legítima (y hay protestas legítimas ilegales como lo han mostrado todos los movimientos sociales reivindicatorios, incluyendo los “pacíficos”, como se ha declarado siempre la Minga ser, porque implican actos de desobediencia civil pacífica). Y sabe entonces que, de sentarse a dialogar, va a tener que ceder.

Es un gobierno temeroso porque sabe que no tiene la legitimidad “política” (ha tomado decisiones que incumplen acuerdos) ni “moral” (está faltando a su deber de defender a los más débiles y desfavorecidos por el orden social imperante), para defender sus actuaciones en un diálogo.
Duque decía en campaña que iba a gobernar para todos los colombianos, que acompañaría y respaldaría a los pueblos indígenas. La falta de diálogo que ha tenido con ellos en pasadas semanas –y meses– muestra que no fue así. ¿Qué se puede concluir de este incumplimiento de promesas? ¿De esta desconexión entre el discurso y la practica?

GTS: Duque, como todos los presidentes, es un mentiroso. Pero él es más mentiroso que los demás. Por ejemplo lo del tracking, la deforestación en el Amazonas. Se mete en problemas ajenos y no sabe cómo manejarlos. Como en el caso de Venezuela. El hombre es errático, no es un jefe de Estado, él no tiene idea de nada. Objetó la JEP y ya tiene un lio internacional. El Plan Nacional de Desarrollo lo hizo Carrasquilla, un sujeto de dudosa procedencia. Duque no va para ninguna parte, yo no veo transformaciones, no veo nada. La desconexión de la teoría y la práctica es absoluta, es un mentiroso, miente todo el tiempo.

CMO: En la campaña de Duque era clara la ignorancia de su mirada a los pueblos indígenas como “folklor”, muy en la línea del fenómeno muy ampliamente estudiado de la mercantilización de las identidades étnicas, o la concepción de lo étnico como “objeto de consumo” en el capitalismo contemporáneo (en la industria turística, por ejemplo). Los indígenas y campesinos reclaman ser reconocidos como sujetos pensantes, capaces de decidir sobre su historia y sus territorios, y herederos de unas tradiciones culturales importantes que tienen mucho que enseñar sobre nuestro modo de ser, de pensar, de relacionarnos con los otros y con nuestro entorno.

Esta demanda de ser reconocidos como pensantes y capaces también de gobernarse y de gobernar, desencaja por completo con la mirada paternalista y condescendiente (en el fondo realmente agresiva y violenta), de un “folklor” y “diversidad” que defendemos cuando cabe en las vitrinas del mercado, pero que incomoda mucho cuando critica el orden social.

Que las cosas sigan como van (la “legalidad”, la “institucionalidad”), sólo favorece a los que ya se benefician cómodamente en esas brechas; pero acentúan las dificultades de los marginados y los desfavorecidos por esta inequidad

ST: Le dimos un generoso margen de espera al presidente para ver cuáles eran los pactos y los consensos que construiría para el país, pero en estos 8 meses no ha habido ninguno. Hay que resaltar que los incumplimientos con los pueblos indígenas no son exclusivos de este gobierno. El reconocimiento en 1991 de la autonomía de los pueblos indígenas sufrió un gran retroceso en el gobierno de Uribe.

Señalar a los indígenas como aliados de la guerrilla fue una práctica común en su gobierno, algo que estamos viendo ahora cuando se vincula a los indígenas con las disidencias de las Farc. Eso lleva de inmediato a la deslegitimación de las demandas históricas de los indígenas: defender sus derechos frente a iniciativas de reforma constitucional que pretenden revertirlos, como el proyecto que busca reformar la Ley 160 y la reforma de las consultas previas. Sus luchas históricas son vistas de inmediato como acciones para desestabilizar al gobierno.

¿En qué medida el discurso de mano dura –pronunciado por Uribe, el ministro Botero o el senador Macías– frente a la movilización indígena evidencia una visión de país en las antípodas de las luchas sociales y políticas de los indígenas y campesinos?
CMO: Esos gobiernos sin legitimidad política ni moral, son los más peligrosos, porque sólo pueden recurrir al uso autoritario de la fuerza. Las declaraciones de Uribe, Botero y Macías son un síntoma de eso.

Decía en la primera pregunta que ese discurso de disco rayado en defensa de la “legalidad” y las “instituciones”, pasa por alto algo fundamental. Y eso es lo que se revela, justamente, cuando en últimas el Estado sólo puede recurrir a la fuerza de la represión policial para defender la presunta “institucionalidad”. Lo que se revela allí es que la ley, el Estado y sus instituciones. Y la “normalidad” en que las cosas sigan como van, no son un estado de cosas “neutral” cuando hay una desigualdad tan profunda como la que hay en nuestro país: socio-económica, política, cultural, racial.
Que las cosas sigan como van (la “legalidad”, la “institucionalidad”), sólo favorece a los que ya se benefician cómodamente en esas brechas, desequilibrios e inequidad existente; pero acentúan las dificultades de los marginados y los desfavorecidos por esta inequidad, hasta el punto en el que ya no aguantan más y tienen que poner de manifiesto el daño que les causa el que todo siga igual, en su “normalidad”.

ST: Yo insisto en que hay que volver a revisar los lineamientos de la política de seguridad democrática. El uribismo ha demostrado no tener nada para ofrecerle al país, solo sabe atizar odios. Si uno revisa los documentos sobre el primer gobierno de Uribe, se ve que hubo un cambio en la forma de informar los hechos y las demandas de los pueblos indígenas. Hay un informe del Observatorio de Derechos de los Pueblos Indígenas que muestra que en gobiernos anteriores al de Uribe los señalamientos sobre vínculos con la guerrilla provenían de funcionarios medios y mandos militares. Durante el gobierno Uribe los señalamientos eran emitidos por el propio presidente y sus ministros.

Ahora, no se puede decir que todo permaneció igual. El contexto político y social ha cambiado, pero las exigencias del uribismo son las mismas. El problema es que Duque no tiene autoridad ni peso político, no tiene liderazgo, así algunos analistas lo inflen y lo muestren como el estadista que no es, creo que hay que empezar a llamar las cosas por su nombre: Duque está compartiendo el poder con el expresidente Uribe, el riesgo es que desplace a Duque del todo, pero eso no depende de nosotros. El presidente Duque ha sido el conejillo de indias de Trump con respecto a la crisis en Venezuela y de Uribe con respecto a su tercer gobierno.
¿Hay alguna otra cosa que considere importante respecto de la relación del gobierno con los indígenas y los campesinos?

ST: Hay que acompañarlos en sus demandas. Ellos tienen unas demandas particulares, pero hay otras que son comunes. El fin del conflicto nos beneficia a todos y el intento de este gobierno de “hacer trizas” el acuerdo de paz y desconocer los derechos de las víctimas facilita en últimas la creación de una convergencia política mucho más amplia en defensa de la paz. Ahi deberíamos estar todos los que nos oponemos a las políticas regresivas de este gobierno y que queremos un cambio político real en Colombia.

CMO: Las movilizaciones sociales no son “perfectas” ni “impolutas”. No hay que idealizarlas. La Minga indígena es un escenario complejo atravesado por múltiples tensiones, fricciones, y quizás también puedan cometer errores, como sucede en toda movilización social. Pero sí tenemos que reconocer que la posibilidad de una democratización real de nuestra sociedad, una en la que se comiencen a materializar de verdad los principios de igualdad y pluralidad que defiende el ideario de nuestra Constitución, depende hoy en gran medida de estos levantamientos populares. En ese sentido, es inmenso el valor que tienen para nuestra sociedad, y es necesario respaldarlos con admiración y gratitud por su coraje.

oquinterofer@gmail.com

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