Por Sergio Rodríguez Gelfenstein:
El mundo asiste con verdadero terror a un resurgimiento de
las formas más retrógradas del totalitarismo y la negación del pueblo como protagonista
de las decisiones políticas; a semejanza del período iniciado en 1933 cuando
Adolfo Hitler tomó el poder en Alemania, esta nueva etapa está caracterizada
por un rechazo a la democracia, la persecución de las minorías, el linchamiento
social, la segregación, el militarismo, el racismo y la exaltación de la
violencia como forma fundamental de hacer política.
La diferencia es que, en el siglo pasado, el interés
capitalista en destruir a la Unión Soviética le dio vía libre a Hitler para
realizar sus desmanes siempre que se dirigiera hacia el este y Estados Unidos
solo actuó tras permitir que Japón destruyera parte de su flota en el Pacífico,
a fin de tener los argumentos para contrarrestar tal acción, limitándose a
operar en ese océano, para intervenir en Europa cuando la derrota nazi estaba
casi consumada.
Al contrario, hoy Estados Unidos es el actor principal de
las acciones violentas, es el promotor de la anti democracia, la guerra, el
militarismo y actúa desembozadamente sin importarle si tiene causas (que son
reales), ni siquiera si tiene motivos (que son falsos) para poner al mundo en
un estado de tensión generalizado.
No creo que el planeta haya vivido momentos tan peligrosos
como ahora desde el lanzamiento por Estados Unidos de las bombas atómicas en
Hiroshima y Nagasaki en agosto de 1945. En América Latina ni siquiera los
desmanes de las dictaduras de seguridad nacional impuestas por Estados Unidos
en los años 60 y 70 del siglo pasado pueden compararse con las aberraciones
políticas y jurídicas y la violación de los derechos humanos que se cometen
ahora. Precisamente en ese aspecto, radica la diferencia, hoy todo se hace de
manera abierta y artera, sin que haya las protecciones que en el pasado
proporcionaba el mundo bipolar y la existencia de potencias antagónicas que
constituían un sistema que paradójicamente mantuvo el equilibrio.
La superación de ese sistema coincidió en América Latina con
el fin de la larga noche neoliberal y el ocaso de las tenebrosas dictaduras de
derecha que bajo protección estadounidense diezmaron al movimiento popular, sin
embargo, el siglo XXI trajo una nueva dimensión para la región: una democracia
que permitió que llegaran al gobierno fuerzas políticas que ponían en el centro
los intereses nacionales y los de los sectores desplazados y marginados de la
población. En este momento, todo eso es parte del pasado, como se dijo antes,
hoy se enseñorean las más brutales manifestaciones de la prepotencia imperial,
la soberbia empresarial y el delito político transnacional.
Contrario a lo que pretenden hacernos creer, esto no es
expresión de fortaleza, ni del triunfo de sus ideas, tampoco de la constatación
de que “el mundo es así” y no puede ser cambiado. Me niego a creer que los
pueblos pueden ser eternamente engañados y que la democracia mediática
representativa será capaz de establecer para siempre la mentira, la
especulación y la estafa como instrumentos de la política para mantener a los
pueblos bajo control.
Lo que vivimos no es testimonio de vigor, es exhibición de
debilidad, es la muestra más clara de que el capitalismo y su expresión política: la democracia
representativa, en su forma moderna, que es aquella en la que la soberanía no
emerge del pueblo sino de los medios de comunicación, están en franca crisis de
la que no pueden salir por vía de la razón, por lo que se ven obligados a
recurrir a la fuerza para intentar salvar un sistema que se desmorona.
No estoy diciendo que el fin del capitalismo y de la
democracia mediática representativa están a la “vuelta de la esquina”, mis
estudios en China me han permitido aprender que los procesos políticos y
sociales y sobre todo los de transformación de la sociedad, son de largo plazo.
Lo que estoy afirmando con total convicción es que ese proceso ya se inició y
que, aunque en su transcurrir, todavía se llevará a miles y millones de
personas en todas las latitudes y longitudes del planeta, es un proceso inevitable. Los pueblos que se propongan y tomen la
decisión de marchar por un camino distinto serán atacados y avasallados. Así ha sido en el pasado reciente, los 150
mil muertos en Afganistán desde 2001, los 1.100.000 en Irak desde 2003, los 500
mil en Siria desde 2011, y los 10 mil de Yemen desde 2015, por solo mencionar
las peores atrocidades imperiales de Estados Unidos y Europa en los últimos
casi 30 años lo pueden atestiguar, estos seres humanos solo son considerados un
número necesario que debe ser sacrificado para conservar el predominio del
capitalismo, frente a la emergencia del socialismo en China y otros países.
La posibilidad cierta de que China, un país conducida por el
Partido Comunista llegue a ser primera potencia mundial, no deja dormir a los líderes
occidentales, a la OTAN, a la putrefacta Europa y sobre todo a Estados Unidos,
quienes recurren a todo para salvarse.
El capitalismo superó su etapa de expansión basada en una
acumulación generada por altos niveles de producción para transitar a procesos
de acumulación sustentados en la especulación y la usura, lo cual ha llegado a
un tope que augura su declive, para sostenerse y mantener su modo de vida deben
saquear los recursos naturales y destruir el planeta, por eso niegan la
existencia del cambio climático y el calentamiento global, así mismo recurren a
la guerra con el doble propósito de obtener por la fuerza lo que no pueden
conseguir por el convencimiento fuera de sus fronteras y, al mismo tiempo hacen
crecer de manera artificial su economía, cuyos principales pilares son la venta
de armas, el negocio energético y el narcotráfico, para ello han creado una
clase que ya no es de empresarios, sino de delincuentes: son lo que sostienen
la economía y ponen los gobiernos que siguen sus dictados. En América Latina es
más que patente; una buena cantidad de delincuentes ostentan hoy el cargo de
presidentes en varios países, lo cual ya es habitual. Ya nadie se sorprende que
así sea en el modelo mediático representativo en el que los medios de comunicación
son los que colocan a los candidatos en la cabeza de los ciudadanos y tras
enrevesados mecanismos de dominación y control, ampliamente demostrados en la
abundante literatura existente, hacen que sean elegidos a través de comicios
fraudulentos en las que cada vez menos ciudadanos creen.
Pero, incluso en las guerras no les esta yendo bien: en
Afganistán después de permanecer 17 años, en los que su único logro ha sido
aumentar la producción de heroína que genera el 80% del opio que se obtiene en
el mundo, Estados Unidos se ha visto obligado a negociar con los talibanes su
salida del país. Lo curioso es que los talibanes, aliados de al Qaeda, son
considerados como terroristas por Estados Unidos. En Irak tuvieron que aceptar
su derrota y aunque se mantienen en el país, no pudieron impedir que se
estableciera un gobierno de mayoría chií aliado de Irán. En Siria, derrotados y
sin poder obtener nada a cambio, junto a Israel, se aliaron con las
organizaciones terroristas, para tratar de salvarlas, cuando la victoria del
gobierno sirio es inminente y el presidente al-Ásad se mantiene en el poder.
Así mismo, un pequeño país como la República Popular Democrática de Corea,
obligó a Estados Unidos a sentarse a negociar a pesar de su prepotencia y
fanfarronería.
En África y Asia (tanto en el Medio Oriente y Asia central
como en la región Asia-Pacífico) e incluso en la decadente Europa, China ha ido
ganando espacio aceleradamente tras el avance de su proyecto estratégico de la
Ruta y el Cinturón de la Seda que ha significado importantes mejoras en los
países involucrados en este propósito. Estados Unidos, a cambio solo promete,
intervención, guerra y conflicto y los pueblos indeteniblemente se alejan de su
influjo que solo se mantiene áun por la sujeción de élites parásitas, entreguistas
y subordinadas al poder imperial
En la guerra tecnológica (verdadero trasfondo de la guerra
comercial), China ha comenzado a superar a su rival norteamericano, la llegada
primero de China a la tecnología 5G, la dota de una superioridad que Estados
Unidos no podrá retomar colocándose en una situación de debilidad estratégica a
la que -apegados a sus tradiciones- han intentado reaccionar con la fuerza sin
que esta haya hecho mella en la también tradicional paciencia china. Hoy
incluso, Estados Unidos no tiene ni siquiera capacidad para poner sus naves en
el espacio y debe recurrir a Rusia para ello.
En este contexto, a Estados Unidos solo le queda su “patio
trasero” y lo quiere sujetar a cualquier precio, en América Latina la potencia
imperial se verá obligada a librar batallas importantes, la historia ha
colocado a los pueblos de América Latina y el Caribe en la primera trinchera de
lucha en defensa de la humanidad y hoy es Venezuela quien está asumiendo esa
responsabilidad, pero no está sola, los pueblos de la región están con
Venezuela.
Ni siquiera en la OEA, Estados Unidos pudo ejecutar sus
designios a tal punto que se vio obligado a desecharla para crear otra
entelequia llamada Grupo de Lima, en la que pueden aplicarse sus designios sin
cortapisas, pero esta asociación que representa lo peor de las sociedades
latinoamericanas, lo más asqueante y putrefacto de sus élites y que hoy,
configuran parte importante de la fauna presidencial de la región, deben saber
que por más lambisconería, subordinación y arrodillamiento a Estados Unidos,
representan solo una pequeña parte de la humanidad que se opone a plegarse a
los dictados imperiales. Esto no será
eterno, más temprano que tarde, los pueblos se los sacudirán para ir
configurando nuevamente una correlación de fuerzas a favor de la democracia y
la paz.
El extraordinario apego al derecho internacional de México,
la alianza que ha hecho con Uruguay y con los países del Caricom configuran la
otra cara del Grupo de Lima, la de la América latina y caribeña profunda que
desea retomar la senda de los libertadores, la senda de la independencia y la
de la libre autodeterminación.
La solidaridad con Venezuela ya está generando inéditas
alianzas de fuerzas populares, democráticas y apegadas a la paz que se encontraban
distanciadas en el pasado reciente. Estas fuerzas y organizaciones políticas y
sociales en Argentina, en Uruguay y en Chile, por ejemplo, también se han
puesto en la primera trinchera para enfrentar al imperialismo. La invasión
militar a Venezuela, se podría transformar en la primera batalla por de una
nueva ruta a Ayacucho. Si la solidaridad
y el apoyo al pueblo de Venezuela en resistencia, también sirve para que las
diferentes organizaciones de los pueblos hermanos superen el enfrentamiento
fratricida y busquen caminos de unidad en contra del enemigo común, la nueva
etapa de luchas, será indudablemente una nueva etapa de victorias.
sergioro07@hotmail.com
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