Por Eduardo Contreras:
Tal como sucedió en Chile y en otros países del continente
que sufrieron dictaduras, la orden vino desde Washington. Y como siempre los
gobiernos y políticos serviles corrieron. Esta vez llegaba la hora del golpe de
Estado contra el gobierno del Presidente Maduro en Venezuela, sin descartar una
intervención armada. Se acercaba el 23 de enero, fecha singular en la historia
del país por el fin de la dictadura de Pérez Jiménez. A Trump ha de haberle
parecido buen momento para intentar hacerse de las inmensas riquezas naturales
de Venezuela, petróleo, gas, oro, etc. y poner fin a un gobierno de auténtica
izquierda.
Y comenzó a ejecutarse el plan trazado con aquel intento
subversivo de un pequeño grupo de traidores, prontamente conjurado, pero al que
los medios de prensa adictos a EEUU dieron desmedida importancia. A la par se
registraba un criminal atentado en Colombia cuya autoría se le adjudicó a un
grupo que estaría vinculado al ELN, grupo guerrillero que no ha concluido las
negociaciones de paz con el gobierno colombiano. La maniobra, avalada por el
presidente Duque perseguía de paso involucrar a Venezuela y a Cuba. Basta con leer los comentarios posteriores.
Creado el clima y previo al día 23, Washington habló a
través de un personaje de triste historia, Mike Pence, y la orden fue
desconocer al legítimo gobierno constitucional de Venezuela para abrir paso al
golpe. Por supuesto las ratas golpistas corrieron. Era la voz del amo. Los
varios Almagro del continente saltaron regocijados. Y los gobiernos
incondicionales, como los del amañado “Grupo de Lima” aplaudieron a rabiar y
comenzaron a desarrollar su parte en el libreto. En el continente la excepción
fue la dignidad de los gobiernos de México, Uruguay y Bolivia.
En el caso de Chile, Sebastián Piñera, personaje de conocida
historia judicial, orador principal del acto de homenaje a Pinochet cuando
estaba detenido en Londres, empezó su apoyo a la orden superior con un extraño
gesto : invitó a un acto en La Moneda a representantes de 76 países y de 27
organismos internacionales, excluyendo de manera pública y notoria al Embajador
de la República Bolivariana de Venezuela. Fue su primera señal de
desconocimiento de la legitimidad de la presidencia de Maduro. Burda maniobra
puesto que el gobierno chileno sabe que Maduro fue elegido democráticamente,
con opositores en competencia, en comicios transparentes con el sistema
electoral más moderno que existe y que además obtuvo una votación mucho más
alta que la de Piñera.
El personaje protagonista del golpe ya estaba seleccionado:
Juan Guaidó, militante de un grupo de ultraderecha, “un fantoche del siglo XXI”
como le ha llamado el periodista Manuel Cabieses quien agrega con razón que se
trata de “ un mamarracho al cual ni el policía de la esquina hace caso”. Se
trataba de imponer de modo absolutamente ilegal a un monigote al que incluso
pretendieron vincular a la llamada “internacional socialista”. Un pelele sin
poder legítimo alguno. La Asamblea Legislativa a la que él pertenecía está
declarada ilegal hace años por el Tribunal Supremo de Venezuela, cuando se
resistió a repetir 3 elecciones de diputados que fueron declaradas
fraudulentas.
Lo cierto es que Guaidó no representa a nada ni nadie, salvo
a sus mandantes. No tiene poder ni sobre un milímetro de territorio, no
controla parte alguna del país. No puede jurídicamente declararse autoridad de
nada. Aquí no existe el más mínimo pudor ni respeto a las normas del Derecho
Nacional e Internacional. Es una asonada golpista. Y sin embargo el tipejo se
permite hacer llamados sediciosos a las Fuerzas Armadas y se autoproclama
“presidente encargado”. Por supuesto le apoya cuanto pobre de espíritu,
ultraderechista, fascista o renegado, converso, traidorzuelo o agentón existe,
que los hay en cantidad.
Notable el caso de Chile. Como si de pronto se borrara la
memoria de los oportunistas de siempre. Se les olvidó el golpe del 73. Se
olvidaron del asesinato de miles y miles de mujeres, hombres, niñas, niños,
ancianas y ancianos; de paso se les borraron los Batista, los Somoza, los
Videla, los Pinochet. Olvidaron que todos ellos fueron instalados en el poder y
mantenidos por los gobiernos norteamericanos de turno. Se olvidaron de los años
de horror y de destrucción de todos los avances y conquistas de los pueblos.
A pesar que se repite el libreto. Desde luego la oposición
venezolana está financiada por los mismos sectores que financiaron otros golpes
del continente y combinan tácitas y maniobras conocidas. Hay cacerolazos en
Caracas. ¿Acaso se ha olvidado los cacerolazos de las señoronas de la
aristocracia chilena en contra del gobierno del presidente Allende? Pero hay
también sabotajes y ataques con armas y explosivos. ¿Acaso se ha olvidado a los
grupos armados de la ultraderecha en Chile de los años 70? ¿No les suena Patria
y Libertad?
¿Se olvidó además que el desabastecimiento de alimentos y
medicamentos era provocado y que aparecieron por miles al día siguiente del
golpe? ¿No recuerdan el bloqueo económico?
Si les falla la memoria a algunos chilenos sugerimos que
lean el libro de memorias del empresario Orlando Saenz, “Testigo Privilegiado”
o se acerquen a tribunales y pidan leer el expediente rol N° 12 de 2013, para
revisar lo dicho allí, por ejemplo, por Agustín Edwards de El Mercurio y su
careo con investigadores norteamericanos. O busquen los Informes “Church” e
“Hirschey” del Senado norteamericano. Les refrescará la memoria.
Porque una cosa es que la derecha chilena, como es obvio,
apoye el golpe en Venezuela y otra muy distinta es que la apoyen quienes fueron
en su tiempo partidarios de la Unidad Popular y hasta algunos que ejercieron
cargos en el gobierno del presidente Allende. Es comprensible el apoyo del
gobierno chileno actual a las maniobras antidemocráticas. Son al fin de cuentas
los sectores que apoyaron la sangrienta tiranía pinochetista con su saldo de
miles de detenidos desaparecidos, ejecutados, torturados, secuestrados,
exiliados forzosos.
Lo grave es la posición de aquellos que hasta habiendo sido
reprimidos por la dictadura de la derecha, hoy están apoyando el golpe contra
el Presidente Maduro. Su inconsecuencia, su venalidad, su oportunismo, su
traición a los ideales democráticos y populares no tiene límite. Hay quienes
han llegado a sostener a través de los medios de comunicación que en el caso de
Venezuela “ no se trata de izquierda o derecha, se trata del bien y el mal ”.
¿Qué tal? Ahora sucede que se borró la Historia, que no hay confrontación de
clases, que es un tema espiritual. El mismo sujeto se desenmascara cuando
expresa su apoyo al secretario general de la OEA, Luis Almagro. Y dice: “Es un
hombre que ha defendido los valores, los Derechos Humanos y la democracia”. Más
claro echarle agua. Harina del mismo costal. Tal para cual. Bien conocemos a
Almagro y su voltereta cuando asumió la OEA.
En Chile se ha conformado un cuadro en relación a Venezuela
en que los partidarios de Pinochet y del genocidio reciben el apoyo de más de
un “izquierdista” para condenar al gobierno bolivariano. A los conversos no les
importa que sus derechistas compañeros de ruta contra el presidente Maduro,
estén al mismo tiempo, en el plano nacional, luchando por lograr la libertad de
los criminales de lesa humanidad a los que ha sido posible condenar tras muchos
años de lucha de las agrupaciones de familiares de las víctimas. Y juntos
agreden a una Venezuela donde hay elecciones, donde hay prensa opositora, donde
no hay detenidos desaparecidos, ni ejecutados políticos.
Estos conversos en cambio callaron cuando se recibió con
honores a una ex Fiscal prófuga por sus delitos. Callaron también cuando el
intento de asesinar cobardemente al presidente Maduro. Y hoy se asocian a la
derecha para exigir que se reconozca como mandatario a un impostor. Vaya flor
de demócratas que olvidan tan fácilmente la historia y se les olvida el nefasto
papel de los EEUU no sólo en nuestro continente sino en todo el mundo y
bastaría con evocar lo que provocaron en Libia, la muerte de Gadafi y la
destrucción del país.
Grave que se sumen al golpismo algunos sectores
supuestamente democráticos y hasta supuestamente progresistas, que no apoyaron
el golpe en Chile, sino que lo sufrieron. A primera vista no habría más razón
que su oposición a los cambios anticapitalistas en Venezuela. Puede ser. Los
cambios de los últimos años hacen posible la hipótesis de que a esos sectores
les acerque a la derecha el propósito común de que no se altere en absoluto el
modelo económico actual para mantener el dominio de los grandes sectores
económicos nacionales o extranjeros.
Puede ser en efecto que los enemigos del cambio social en
Chile y defensores del modelo impuesto en dictadura, se encuentren no sólo en
la derecha. Lo que hace entonces más
pertinente y justo recordarles a los golpistas de toda laya que su burda
campaña se diferencia incluso de la conducta de otros personajes y gobiernos de
derecha, más liberales y más democráticos. Por ejemplo, el del conservador
Jorge Alessandri Rodríguez que en los años sesenta se opuso a la expulsión de
Cuba de la OEA.
Lo concreto es que los seguidores chilenos de la política
norteamericana, que los hay en varios lados, siguen hablando en los medios
nacionales, dan entrevistas, llaman a reconocer al presidente Guaidó .
Pese a todo lo objetivo es que no prosperó ni siquiera la
movida en la OEA para legitimar el golpe de Estado. Sólo lograron 16 votos de
34. Fracasó Luis Almagro. Es más, un tal Gustavo Tarré nombrado por Guaidó como
su embajador en la OEA no pudo asumir. Y en la Organización de Naciones Unidas
no les ha ido mejor. Recomendamos escuchar el discurso del Canciller
venezolano, Jorge Arreaza, en la ONU. Por su parte, las Fuerzas Armadas
Venezolanas reiteraron su compromiso con el gobierno del Presidente Maduro.
Se recupera la normalidad, prima la cordura, lo que no
significa descartar totalmente una intervención armada norteamericana. Pero no
les será fácil agredir al pueblo venezolano. La experiencia vivida demuestra
que la inmensa mayoría de los países y Estados del mundo está de parte del
gobierno bolivariano y rechaza la ingerencia extranjera. Es más, el episodio ha
resultado educativo en el sentido, por ejemplo, de mostrar a todos las causas
reales de las dificultades económicas por las que, realmente, atraviesa la
nación venezolana. Entre ellas el bloqueo brutal impulsado por Washington, la
política monetaria, el acaparamiento de productos de consumo, etc.
Así fue también en Chile. Por eso mismo duele que haya
renegados. En una entrevista de TV comparé a este propósito ambas experiencias
– el golpe del 73 en Chile contra un gobierno constitucional y de avanzada
social y la intentona actual contra el gobierno bolivariano - porque en efecto
las similitudes son demasiadas. En reciente nota de prensa el destacado
historiador español Mario Amorós, biógrafo de Salvador Allende, afirma que
“Nicolás Maduro no es Salvador Allende, ni la Venezuela de 2019 es el Chile de
1973, ni el mundo de hoy es el mundo de 1973. Pero el gobierno de Venezuela,
primero con Chávez y hoy con Maduro, ha intentado gobernar para la mayor parte
de su pueblo, principalmente para los sectores más modestos. Ha derrotado
democráticamente en las urnas, una y otra vez durante veinte años, la hegemonía
histórica de la burguesía y ha enfrentado desde el principio a una oposición
liderada por sectores golpistas y la hostilidad de Estados Unidos”.
Coincido con él. En esa característica esencial ambos
procesos se hermanan
eduardocontreras2@gmail.com
Totalmente de acuerdo con el artículo de E. Contreras, verdadero latigazo moral y político a los tartufos de todos los pelajes.
ResponderEliminarVladimir Chàvez.