Por Germán Ayala Osorio:
“Un gobierno que acababa de recibir un respaldo ciudadano
unánime tras un acto terrorista, rompe esa unanimidad ciudadana con un capricho
inútil sobre unos protocolos, e insiste en sostenerse en ese capricho. Esto
pasará a la historia de las torpezas políticas”: @AndresMejiaV
La exigencia del presidente Duque al gobierno de Cuba de
capturar y enviar a Colombia a los miembros de la cúpula del ELN que están en
su territorio, jurídica y políticamente improcedente, según la inteligente
explicación que nos brinda el jurista, Rodrigo Uprimny, tiene varios propósitos
a saber:
1. Invocar el apoyo político y diplomático de los gobiernos
de derecha de la región y por esa vía, convertir un asunto interno y bilateral,
en un caso regional y global, con el que sea posible insistir en viejas
lecturas maniqueas soportadas en nomenclaturas como “ejes del mal”, con las que
claramente hoy se hace referencia a Venezuela y probablemente, se intente
incluir a Cuba en ese “diabólico” grupo.
2. Poner al régimen cubano en el radar de los Estados Unidos
y de otros países que “luchan” contra el terrorismo, desconociendo en muchos
casos que los actos terroristas perpetrados en sus territorios son una
consecuencia y respuesta a diversas formas de intervencionismo militar,
político y económico.
3. Probar, nacional e internacionalmente, hasta dónde es
viable, diplomática, jurídica y políticamente desconocer los protocolos
firmados por el Estado colombiano durante el Gobierno Santos, quien, como jefe
de Estado y de Gobierno, estableció en Cuba una mesa de diálogo con la
guerrilla del ELN y unos protocolos en caso de que se diera una ruptura de las
conversaciones, que dieran seguridad jurídica a los plenipotenciarios del grupo
subversivo.
En este caso, cualquier duda que manifieste la ONU y los
países garantes sobre el carácter vinculante del protocolo firmado por las
partes, motivará al Gobierno colombiano a insistir en el regreso al país de los
miembros del Comando Central del ELN, en calidad de detenidos.
4. Mostrarse decidido y comprometido, nacional e
internacionalmente, para afrontar una “amenaza terrorista”, y por esa vía, ir
insertando al país y a la opinión pública nacional en la necesidad, imperiosa
para la derecha y la ultraderecha, de reactivar la política de “Defensa y
Seguridad Democrática” implementada por el Gobierno Uribe Vélez (2002 -2010).
Es pertinente acotar que, inclusive, la elección de Santos
(2010), se dio bajo la sombrilla de la Seguridad Democrática y obedeció a una
especie de sentencia que ya se hizo popular en Colombia: “el que diga Uribe”.
Santos, tomó distancia de ese proyecto político-militar, cuando decidió
dialogar con las Farc. Pero, desde el punto de vista ambiental y económico, dio
continuidad a las políticas neoliberales implementadas por Uribe Vélez entre el
2002 y el 2010.
5. Y, asociado este punto al cuarto propósito, exhibir sin
tapujos queIván Duque Márquez llegó a la Presidencia para dar continuidad a un
efectivo tercer periodo de lo que se conoce como el uribismo.
Es decir, aunque Duque no logre el regreso de los
guerrilleros-terroristas en las condiciones exigidas al Gobierno cubano de
Díaz-Canel, obtendría un triunfo moral y político importante: un fuerte aplauso
del mundo derechista a la consolidación en Colombia de un régimen de mano dura
contra el terrorismo, con todo lo que ello implica en materia de violación de
derechos civiles y garantías constitucionales.
En síntesis, la reacción del Gobierno al ataque del ELN,
pone en cuestión y pretende invalidar el carácter vinculante de unos protocolos
firmados durante el Gobierno Santos, con un fuerte soporte moral, fruto de la
dimensión social y humana del execrable atentado dinamitero a la Escuela
General Santander, y de paso, liderar una nueva cruzada contra el terrorismo.
El Presidente Duque cree tener la suficiente capacidad moral
y política para liderar un proyecto de esas dimensiones en una región
convertida por los Estados Unidos, Rusia y China, en un escenario de luchas
diplomáticas, políticas y económicas que, de muchas maneras, recrean lo vivido
durante la Guerra Fría USA/URSS. Ejemplo de lo anterior es el régimen de
Nicolás Maduro, convertido en un asunto de interés global, en la lógica de ese
escenario, esta vez instalado en suelo latinoamericano.
Si Duque insiste y logra un importante apoyo internacional,
político y diplomático, para desconocer el carácter vinculante de los
protocolos firmados, estaríamos ante un cierre total de cualquier posibilidad
de negociar con la guerrilla del ELN, o con cualquier otro grupo armado ilegal
en el día de mañana. Parece ser que, en los cálculos políticos del Gobierno,
poco o nada importaría comprometer la palabra y la imagen del Estado
colombiano. Y es así, porque encontraron en el atentado terrorista el mejor
escudo para resistir las críticas que pueda recibir ante el desconocimiento de
los protocolos de negociación con el ELN y la embarazosa posición en que coloca
al Gobierno de Cuba al pedirle que captura y extradite a Colombia a la cúpula
guerrillera en calidad de detenidos.
Según el constitucionalista y exalcalde de Bogotá, Jaime
Castro, existe entre Colombia y Cuba un viejo tratado de extradición que
estaría por encima de los protocolos porque, dijo, “un tratado de extradición
sí tiene un carácter vinculante entre estados” (Semana en Vivo).
Estamos, pues, ante una situación delicada cuyo desenlace
final se puede resumir en tres puntos:
1. Si sale adelante la tesis de no vinculación al Gobierno
Duque de los protocolos suscritos por el Gobierno Santos, Colombia le asestará
un golpe definitivo a la posibilidad de abrir de nuevo etapas de una paz
negociada.
2. Si el gobierno de Cuba sigue los protocolos y permite a
los helenos el regreso a Colombia en las condiciones previstas y suscritas en
el Gobierno Santos, es posible que el Gobierno Duque esté pensando en la
posibilidad de entrar a revisar las relaciones diplomáticas con Cuba. Y si eso
fuera así, seguramente las fuerzas militares activarán operativos para hacer la
persecución en caliente, con todo y los riesgos que ello implicaría para las
comunidades rurales.
3. A todo este corolario particular de Colombia, súmele el
conflicto derivado de Venezuela del cual, no solo no nos podemos escapar, sino
que somos parte interesada en lo que Duque llama, “la restauración democrática”
en el hermano país que exige la caída del régimen chavista encabezado por
Maduro.
El coctel no está para fiestas…
Adenda: si es cierto que la cúpula del ELN, instalada en
Cuba, no supo o no sabía del operativo que terminó con el atentado dinamitero
contra la escuela de cadetes de la Policía Nacional, estamos ante un problema
evidente de fractura en la línea de mando de esa guerrilla.
Fuente: La otra tribuna
oquinterofer@gmail.com
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