sábado, 26 de enero de 2019

Un cóctel tóxico


Por Germán Ayala Osorio:
“Un gobierno que acababa de recibir un respaldo ciudadano unánime tras un acto terrorista, rompe esa unanimidad ciudadana con un capricho inútil sobre unos protocolos, e insiste en sostenerse en ese capricho. Esto pasará a la historia de las torpezas políticas”: @AndresMejiaV

La exigencia del presidente Duque al gobierno de Cuba de capturar y enviar a Colombia a los miembros de la cúpula del ELN que están en su territorio, jurídica y políticamente improcedente, según la inteligente explicación que nos brinda el jurista, Rodrigo Uprimny, tiene varios propósitos a saber:

1. Invocar el apoyo político y diplomático de los gobiernos de derecha de la región y por esa vía, convertir un asunto interno y bilateral, en un caso regional y global, con el que sea posible insistir en viejas lecturas maniqueas soportadas en nomenclaturas como “ejes del mal”, con las que claramente hoy se hace referencia a Venezuela y probablemente, se intente incluir a Cuba en ese “diabólico” grupo.
2. Poner al régimen cubano en el radar de los Estados Unidos y de otros países que “luchan” contra el terrorismo, desconociendo en muchos casos que los actos terroristas perpetrados en sus territorios son una consecuencia y respuesta a diversas formas de intervencionismo militar, político y económico.
3. Probar, nacional e internacionalmente, hasta dónde es viable, diplomática, jurídica y políticamente desconocer los protocolos firmados por el Estado colombiano durante el Gobierno Santos, quien, como jefe de Estado y de Gobierno, estableció en Cuba una mesa de diálogo con la guerrilla del ELN y unos protocolos en caso de que se diera una ruptura de las conversaciones, que dieran seguridad jurídica a los plenipotenciarios del grupo subversivo.
En este caso, cualquier duda que manifieste la ONU y los países garantes sobre el carácter vinculante del protocolo firmado por las partes, motivará al Gobierno colombiano a insistir en el regreso al país de los miembros del Comando Central del ELN, en calidad de detenidos.
4. Mostrarse decidido y comprometido, nacional e internacionalmente, para afrontar una “amenaza terrorista”, y por esa vía, ir insertando al país y a la opinión pública nacional en la necesidad, imperiosa para la derecha y la ultraderecha, de reactivar la política de “Defensa y Seguridad Democrática” implementada por el Gobierno Uribe Vélez (2002 -2010).
Es pertinente acotar que, inclusive, la elección de Santos (2010), se dio bajo la sombrilla de la Seguridad Democrática y obedeció a una especie de sentencia que ya se hizo popular en Colombia: “el que diga Uribe”. Santos, tomó distancia de ese proyecto político-militar, cuando decidió dialogar con las Farc. Pero, desde el punto de vista ambiental y económico, dio continuidad a las políticas neoliberales implementadas por Uribe Vélez entre el 2002 y el 2010.
5. Y, asociado este punto al cuarto propósito, exhibir sin tapujos queIván Duque Márquez llegó a la Presidencia para dar continuidad a un efectivo tercer periodo de lo que se conoce como el uribismo.
Es decir, aunque Duque no logre el regreso de los guerrilleros-terroristas en las condiciones exigidas al Gobierno cubano de Díaz-Canel, obtendría un triunfo moral y político importante: un fuerte aplauso del mundo derechista a la consolidación en Colombia de un régimen de mano dura contra el terrorismo, con todo lo que ello implica en materia de violación de derechos civiles y garantías constitucionales.

En síntesis, la reacción del Gobierno al ataque del ELN, pone en cuestión y pretende invalidar el carácter vinculante de unos protocolos firmados durante el Gobierno Santos, con un fuerte soporte moral, fruto de la dimensión social y humana del execrable atentado dinamitero a la Escuela General Santander, y de paso, liderar una nueva cruzada contra el terrorismo.

El Presidente Duque cree tener la suficiente capacidad moral y política para liderar un proyecto de esas dimensiones en una región convertida por los Estados Unidos, Rusia y China, en un escenario de luchas diplomáticas, políticas y económicas que, de muchas maneras, recrean lo vivido durante la Guerra Fría USA/URSS. Ejemplo de lo anterior es el régimen de Nicolás Maduro, convertido en un asunto de interés global, en la lógica de ese escenario, esta vez instalado en suelo latinoamericano.

Si Duque insiste y logra un importante apoyo internacional, político y diplomático, para desconocer el carácter vinculante de los protocolos firmados, estaríamos ante un cierre total de cualquier posibilidad de negociar con la guerrilla del ELN, o con cualquier otro grupo armado ilegal en el día de mañana. Parece ser que, en los cálculos políticos del Gobierno, poco o nada importaría comprometer la palabra y la imagen del Estado colombiano. Y es así, porque encontraron en el atentado terrorista el mejor escudo para resistir las críticas que pueda recibir ante el desconocimiento de los protocolos de negociación con el ELN y la embarazosa posición en que coloca al Gobierno de Cuba al pedirle que captura y extradite a Colombia a la cúpula guerrillera en calidad de detenidos.
Según el constitucionalista y exalcalde de Bogotá, Jaime Castro, existe entre Colombia y Cuba un viejo tratado de extradición que estaría por encima de los protocolos porque, dijo, “un tratado de extradición sí tiene un carácter vinculante entre estados” (Semana en Vivo).

Estamos, pues, ante una situación delicada cuyo desenlace final se puede resumir en tres puntos:
1. Si sale adelante la tesis de no vinculación al Gobierno Duque de los protocolos suscritos por el Gobierno Santos, Colombia le asestará un golpe definitivo a la posibilidad de abrir de nuevo etapas de una paz negociada.
2. Si el gobierno de Cuba sigue los protocolos y permite a los helenos el regreso a Colombia en las condiciones previstas y suscritas en el Gobierno Santos, es posible que el Gobierno Duque esté pensando en la posibilidad de entrar a revisar las relaciones diplomáticas con Cuba. Y si eso fuera así, seguramente las fuerzas militares activarán operativos para hacer la persecución en caliente, con todo y los riesgos que ello implicaría para las comunidades rurales.
3. A todo este corolario particular de Colombia, súmele el conflicto derivado de Venezuela del cual, no solo no nos podemos escapar, sino que somos parte interesada en lo que Duque llama, “la restauración democrática” en el hermano país que exige la caída del régimen chavista encabezado por Maduro.

El coctel no está para fiestas…
Adenda: si es cierto que la cúpula del ELN, instalada en Cuba, no supo o no sabía del operativo que terminó con el atentado dinamitero contra la escuela de cadetes de la Policía Nacional, estamos ante un problema evidente de fractura en la línea de mando de esa guerrilla. 

Fuente: La otra tribuna
oquinterofer@gmail.com

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