Por Juan Pablo Cárdenas S.:
Inquietante la noticia de que el edificio de Congreso
Nacional estaría afectado por una plaga de termitas, insecto que si no es
combatido a tiempo hace polvo las construcciones de madera, los muebles, las
bibliotecas y pueden poner en peligro hasta a las más sólidas construcciones.
Para determinar cuán extendidas están estas depredadoras, una empresa externa
ha sido contratada para aplicarle escáner a un edificio institucional tan
importante como el encargado de hacer las leyes de nuestra República. Sin
embargo, pensamos que, en realidad, los que más corroen dicha sede institucional
son los roedores instalados cómodamente en los curules de nuestras cámaras
legislativas, recibiendo abultadas dietas por hacer leyes que, muchas veces,
son concebidas fuera de sus dos hemiciclos, ya sea por empresarios u otros
grupos fácticos que financian y digitan a los supuestos representantes del
pueblo chileno.
Como está quedando plenamente demostrado, la ley de Pesca
vigente carece completamente de legitimidad una vez que se comprobara la forma
en que fue aprobada hace un par de años. Es decir, cuando resultara impuesta
por las más poderosas empresas del ramo, mediante un intenso y planificado
lobby y el dócil concurso de parlamentarios sobornados por estas patronales. Un
cuerpo legal que ahora el gobierno de Piñera se propone retocar con
indicaciones convenidas por el oficialismo con el concurso de demócrata
cristianos y radicales supuestamente de oposición. En otro escandaloso episodio
político que ha sacado de sus casillas al Frente Amplio y que podría costarle
el puesto al próximo presidente de la Cámara de Diputados, si es que esta
bancada desistiera, como ya lo ha advertido, de apoyar al falangista designado
a dedo ya hace varios meses para suceder a la actual titular del Partido
Socialista. Renuencia que pudiera,
consecuentemente, derribar el andamiaje de “equilibrios políticos” negociados
al inicio de la actual legislatura por los que se consideran opositores al
actual gobierno.
Según las malas prácticas de nuestra política, en este tipo
de cargos se imponen los ungidos por aquellas cavilaciones cupulares, mediante
el ejercicio del cuoteo partidario que rara vez tiene en cuenta la
“meritocracia” que tanto se proclama por los medios de comunicación. Como es
simple observar, los que se imponen en las testeras y en las presidencias de las
comisiones legislativas suelen ser los más diestros o siniestros roedores de la
política, con los incisivos más afilados, y no las figuras más lúcidas del
llamado “servicio público”. Muy contrariamente a lo que acontecía antes, cuando
los Allende, los Frei y también las más destacadas figuras de la derecha eran
reconocidas por sus colegas diputados y senadores al encomendarles las
funciones directivas y de representación del segundo poder del Estado.
Lo más increíble es que el conciliábulo Gobierno, PDC y
radicales a propósito de la pesca de la jibia y otras materias afines, está
provocando una nueva y profunda ruptura en los opositores, cuestión que lleva a
los diputados más iracundos a desahuciar todo acuerdo político con quienes ya
se reiteran en darle el apoyo a las iniciativas del Ejecutivo. Defección o
traición (como es calificada) que para La Moneda resulta crucial al no contar
con mayoría parlamentaria. Aunque ya sabemos que de la bravata a los hechos hay
un considerable trecho en esta pragmática disposición de los partidos de
aliarse con Dios o con el Diablo a la hora de encarar las elecciones.
Es un hecho que la vastedad de nuestros políticos no se
mueve por convicciones sino por cálculos y ventajas muchas veces deleznables,
como lacayas. Por esto, es que nos parece muy poco probable que ante la
discusión de una ley de pesca puedan existir convicciones o diferencias
ideológicas sustantivas entre los parlamentarios, como para que se constaten
órdenes de partido, votaciones a fardo cerrado y, luego, se sucedan encendidas
y airadas descalificaciones. Ciertamente, no estamos frente a una iniciativa
“valórica”, ontológica ni ética sino ante un tema en que solo existen intereses
contrapuestos encima del Océano Pacífico entre pescadores industriales y artesanales.
Interesados, unos, en conservar sus privilegios, así como los otros recuperar
los derechos que les fueron arrebatados durante el régimen castrense y la
posdictadura. Particularmente cuando de aprobara en el Parlamento una normativa
que, de verdad, a quienes más favoreció fue a aquellos políticos empeñados en
asegurarse una buena “caja electoral” en la práctica del cohecho.
Es difícil pensar que las grandes empresas pesqueras estén
otra vez en el pasilleo para asegurarse el apoyo personal de algunos
parlamentarios, especialmente ahora de los que apoyaron la iniciativa
gubernamental desde la Oposición, así como el cuestionado veto presidencial
que, dicho sea de paso, ha frustrado las expectativas de ambos sectores de
pescadores. Enardecidos, amenazantes y violentos, como se les ve, en sus
respectivas movilizaciones. Protestas que, obviamente, prometen mantener
“contra viento y marea” su rechazo a una Ley. Lo que en lenguaje náutico
significa “hasta las últimas consecuencias”.
Lo más probable es que estas enmiendas a la Ley de Pesca se
estén concordando o más bien se terminen de afinar en los propios gabinetes
ministeriales, en algunos selectos clubes o en la “cocina” de algunos políticos
con intereses creados en esta actividad. Como ha ocurrido tantas veces, es
plausible que el dinero otra vez este metiendo su cola en la política. Mal que
mal se trata de una actividad muy lucrativa y que, más temprano que tarde,
tendrá que ser reguladas universalmente por restricciones medioambientales.
Pero es muy posible que con esta Ley el Gobierno quiera poner a prueba la
“unidad opositora”, o más bien siga empeñado en atraer a aquellos sectores con
nostalgia de poder y que harto incómodos se sienten al lado de sectores
“ultristas, deslenguados o pendejos”, como tildan a las bancadas más jóvenes
del Parlamento. Es claro, además, que la irrupción de la extrema derecha
favorece el encuentro entre el piñerismo y los sectores socialcristianos o
laicos. Como que muchos se acuerdan en estos días que Frei Montalva justamente ganó
la presidencia en 1964 por el apoyo de que la DC obtuvo de los conservadores.
Lo que llevara a Radomiro Tomic a advertir, entonces, que “cuando se gana con
la derecha es la derecha la que gana”. Algo que en la época causara mucho
escozor, aunque ahora muy poco cuando en la política están predominando los
roedores, para los cuales lo más importante es saber ganar y mantenerse bajo
las ubres del poder.
juanpablo.cardenas.s@gmail.com
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