Por Juan Pablo Cárdenas S.:
Uno de los mayores fiascos de nuestra política exterior se
consumo durante el gobierno de Ricardo Lagos, cuando éste reconoció
apresuradamente como presidente de Venezuela a un golpista que no alcanzó a
consumar del todo su rebelión en contra del comandante Hugo Chávez. Pero como
el ser humano suele tropezarse varias veces con las mismas piedras, ahora
Sebastián Piñera ha incurrido en el mismo despropósito al reconocer como
mandatario de este país a un aventurero de apellido Guaidó, al mismo tiempo que
declarar al gobierno de Nicolás Maduro como ilegítimo.
Da la impresión que ambas y fatales precipitaciones de parte
de La Moneda se explican únicamente en la presión que la Casa Blanca le ejerce
a aquellos países en el propósito de desestabilizar la Revolución Chavista y
deponer a sus legítimos líderes. Ya se sabe que en política exterior la
afinidad entre la derecha y la llamada centroizquierda chilena es prácticamente
plena, igual de servil a Washington y, lo peor de todo, extremadamente cínica.
Constituye un abuso presidencial arrogarse en nuestro país la representación
plena de la nación, toda vez que es público y notorio que en todos los asuntos
externos, y hasta en los diferendos de Chile con sus vecinos, importantes
sectores de la población han repudiado las posiciones fratricidas de nuestra
Cancillería, su intento hegemónico regional y su renuncia a consolidar lazos de
hermandad continental con nuestros vecinos.
Pero en Cuba, Bolivia, la misma Venezuela y otras naciones
como, ahora, México, se sabe de la simpatía que despiertan en Chile sus
respectivos procesos políticos y se lamenta el abuso de nuestros gobiernos al
asumir y hacerse parte de los intereses y maniobras acorde a los intereses del
país imperial. Jamás de le ha consultado a la población nacional que opina
sobre nuestras relaciones con el mundo y muy especialmente con América Latina
y, sin embargo, los moradores de la Moneda y del Poder Legislativo cada vez
disponen de mayores presupuestos para las Fuerzas Armadas y nuestra escandalosa
carrera armamentista.
Es, asimismo, una desvergüenza que Piñera y otros jefes de
estado tomen posiciones frente a Venezuela con el inmenso tejado de vidrio que
tienen, cuando los mismos que ahora fustigan a Maduro le dieron acompañamiento
a la dictadura De Pinochet y, en su momento, hasta concurrieron a Londres a
reclamar su libertad e impunidad, cuando el mayor Tribunal de Justicia del
mundo lo retuvo en Europa y buscó juzgarlo por sus horrendos crímenes.
Liberación que, a la postre, lo llevara a morir en completa impunidad en su
casa.
Es una desfachatez, por lo mismo, que el gobernante chileno,
su ex comunista Canciller (hoy reconocido como un traidor) sus ministros,
partidos y parlamentarios quieran aparecer ahora como los paladines de la
democracia en Venezuela. Coludiéndose para ello con el presidente Bolsonaro,
otrora miembro de la tiranía militar brasilera, o con el presidente de
Colombia, país que tiene el demérito de ser el más violento de América del Sur,
en el que el ejercicio ciudadano es extremadamente precario y donde la guerra
civil que se creía superada vuelve a dar muestras de su ferocidad.
Pero también es una completa vergüenza que la Democracia
Cristiana chilena y varios de los actores políticos presuntamente de izquierda
asuman las mismas posiciones del oficialismo o soslayen un pronunciamiento
respecto de lo que sucede en Venezuela, toda vez que la oposición a Maduro en
realidad no ha logrado ganar más adeptos, ni provocado algún proceso de
concertación para ofrecer una alternativa viable. Cuando además de sabe de la
adhesión de la Fuerzas Armadas a Maduro y de aquella enorme organización y
movilización social en favor de su gobierno y la defensa de los avances
experimentados desde que los corruptos partidos hegemónicos de ese país cayeron en total desprestigio y simplemente
desaparecieron.
El golpismo de la derecha venezolana lo que sí ha logrado
concitar es el apoyo de los gobiernos adictos a la Casa Blanca, de la OEA y de
los grandes medios de comunicación que en el mundo y en Chile se descubren tan
afines en su orientación editorial y con tan poca capacidad de mostrar los
acontecimientos de Venezuela con un mínimo de independencia y dignidad. No se
trata, ciertamente, de apoyar o defender a Maduro, sino de mirar con alguna
independencia y ecuanimidad lo que sucede en Venezuela o al menos ofrecer más
espacio a la diversidad informativa, de la que tanto Chile carece y pone en
entredicho su pretendida democracia.
En este sentido, es bochornoso que en nuestro Parlamento, en
los partidos autoproclamados progresistas no surjan más voces que, al menos, le
nieguen a Piñera y sus adláteres autoridad moral para intervenir en los asuntos
internos de un país hermano, pese que en la defensa encendida, criminal y
prolongada de Pinochet tanto reclamaron contra la injerencia del mundo libre y
democrático en nuestros asuntos internos. Echamos de menos que quienes desnuden
el doble estándar de nuestro gobierno, cuando nada dice ante la forma en que algunos
regímenes de la Tierra violan flagrantemente los Derechos Humanos, cuando de se
trata de buenos o potenciales socios económicos. Que también callan ante las
agresiones cotidianas del presidente Trump, obsesionado por construir un muro
contra los derechos migratorios y se empeña en hacer la guerra y proclamar la
superioridad estadounidense, como antes la hizo Hitler en relación a los
alemanes. O tantos otros tiranos que descollan en la historia universal. Cuando
para colmo está presidiendo un gobierno corrupto que hasta fastidia, ya, a su
propio Partido Republicano.
juanpablo.cardenas.s@gmail.com
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