Por Susana Fernández:
Es indudable que en el mundo, el fútbol es el deporte que
concita mayor interés, con un poder de convocatoria y pintoresquismo que
ninguna otra disciplina de dicho ámbito puede igualar. Más, quien asevere que
lo expresado más arriba en Argentina se manifiesta en grado superlativo, no
estará equivocado. Es que en el país, la llamada "pasión de
multitudes" ha sido a través de los años y continúa siendo, además, una
caja de resonancia del humor social de
los sectores populares. Porque aún en
forma muy fugaz y furtiva, ni siquiera la más siniestra de las dictaduras
cívico-militar como la instaurada a sangre y fuego en 1976, pudo acallar
consignas y carteles, que en los estadios denunciaban sus horrendos crímenes.
El tiempo ha transcurrido y esa pesadilla ha quedado atrás.
El sistema democrático logró reinstalarse, no sin luchas; y es dable pensar que
seguirá persistiendo. Con gobiernos que muy a menudo incumplieron-¿o incumplen,
como el actual?-con lo prometido en campaña, el espacio para denunciarlos y el
protagonismo para derrotarlos sigue vigente. Y es algo a lo que el pueblo no
está dispuesto a renunciar.
Volviendo al tema que convoca que es el fútbol, el ya
mencionado folclore de cánticos adversos a gobernantes de turno, no sólo que no
ha quedado en el olvido: se ha acrecentado. Más allá del voto que a Mauricio
Macri lo llevó a la más alta investidura, decir que el ex presidente del Club
Boca Juniors cada día comete atropellos de todo pelaje y calaña contra el
pueblo, es una verdad de Perogrullo. Amén de no haber respetado ninguna de sus
“promesas” para con las mayorías-ni siquiera con sus propios votantes-;
instaurando un perfil ideológico conservador y un neoliberalismo en lo
económico, similar al de los años de plomo y de los ’90-y se diría hasta más
exacerbado-se ha transformado en una suerte de infante dictadorzuelo, inmaduro
y despótico. Sin entrar en los vericuetos de juicios, denuncias y acusaciones
de corrupción dudosas o verdaderas, imposible es que alguien pueda negar la
permanente intromisión del descendiente de los Blanco Villegas -por rama
materna- en el Poder Judicial; en el ámbito sindical; en el Poder Legislativo…y
en el fútbol.
En honor a la verdad, podría decirse que el mencionado en
último término es su hábitat natural y hasta esperable que en el mismo se
inmiscuya. Pero si se toma en cuenta que el país está atravesando un presente
desquiciado en lo económico; con las consecuencias que de ello devienen como
desocupación, hambre, pobreza y una mezcla de desesperanza e indignación. Y que
el responsable a todas luces de semejante descalabro, no es ya el máximo
referente del equipo xeneize sino presidente de la República Argentina, surge
la pregunta ¿es oportuna su intromisión en los devenires del próximo súper
clásico River -Boca por la Copa Libertadores, imponiendo más que sugiriendo,
que dicho partido se juegue con hinchadas visitantes, cuando existe una
disposición (1) que lo prohíbe expresamente? Va de suyo que no. Entonces ¿qué
lo lleva al soberbio Macri a abrirse paso “a los codazos” en un rubro del que,
se supone, debería estar absolutamente ajeno a esta altura del otro partido,
que no es evento deportivo, precisamente?
Si se hace un breve repaso de la vida de este otrora play
boy vernáculo; hijo de Franco Macri, el empresario que durante los años de
dictadura sumó a sus siete empresas cuarenta más; y con quien aprendió todo
tipo de artimañas non sanctas para amasar cuantiosa fortuna; y a ello se suma
que sus apariciones no estaban relacionadas con cuestiones del bien común ni con
la política, sino con su presencia en discotecas, romances, plasmado todo en la
chismografía del jet set ¿cómo podría caracterizarse su proceder ahora? ¿Tal
vez como un individuo que lleva adentro muy enraizado al niño caprichoso nacido
y crecido entre algodones, sin urgencias económicas ni alimentarias,
probablemente acostumbrado al “lo quiero ahora y lo quiero ya”?
Si de bien común se trata, tal vez un club de fútbol podría
incluir esa función, más allá de no ser entidad benéfica. Pero Mauricio Macri
parece no haber hecho nunca gala de tal atributo en el club de la Ribera. En
este contexto, es interesante una nota publicada en TIEMPO ARGENTINO (2),
realizada por el programa El Lobby, de Radio Con Vos al ex juez Mariano Berges,
presidente de la ONG Salvemos al Fútbol. En épocas en que era magistrado, tuvo
a su cargo investigar la barra brava de Boca La Doce, cuando Macri era
presidente del azul y oro. Dice entre otras cosas el doctor Berges: “A Macri lo
recuerdo como ahora, un soberbio”. Y luego remata: “Se proclamaba como el
referente contra la corrupción en el fútbol, pero su época como dirigente fue
la más sangrienta. Macri repite un montón de cosas igual que cuando era
dirigente y me indigna”.
La soberbia, el tono displicente y un aire de “ni me roza”
juntamente con una mirada fría, subyacen con gran frecuencia en los pobres y
escuetos monólogos del presidente de la República. Esta vez se trata, según
explica, de haberse levantado con la idea de que los argentinos puedan
disfrutar de un inolvidable espectáculo deportivo con público visitante. ¿Cuál
sería el público visitante? ¿El que percibe doce mil pesos de salario? ¿Quizás
la romería de desempleados invirtiendo en entradas sus indemnizaciones, si es
que las mismas existen? ¿Tal vez algún jubilado o jubilada, contando las
monedas luego de los tarifazos que su modelo económico le propinó? ¿O los
añorados barras, tan necesarios para desestabilizar según se presente la
ocasión, ya que el último partido se juega y dirime la Libertadores en estadio
adversario?
El niño Macri, malcriado, irreverente, juega permanentemente
con el adulto Macri…tan irreverente como el primero. Cuando distraído no
recuerda cuál es la jubilación mínima ¡y da finalmente una cifra que la
duplica! O al suponer que los argentinos andan en remeras y en patas en pleno
invierno, gastando demasiado combustible. ¿Imagina el niño Macri que un
barquito es tan sólo una cáscara de nuez y en el océano inmenso bien puede
perderse, excusando al adulto Macri? Así, el juego perverso sigue hasta el infinito.
En pocos días más, se medirán dos equipos de fútbol que
siempre han despertado expectativa entre propios y ajenos. Tanta, que hasta
extranjeros fanáticos de la redonda suelen viajar al país más austral del
mundo, para ver el ya legendario espectáculo entre River Plate y Boca Juniors.
Con el aditamento que el mismo define, como ya se dijo, quién ganará la Copa
Libertadores de América 2018. El contexto social y político, adverso para el
trabajador de a pie-si es que aún conserva su puesto-está muy lejos de la
alegría que podría significar para simpatizantes de ambos equipos, la
posibilidad de ganar. Porque más allá de sus colores, la cruda realidad que
viven los iguala.
Sólo hay un hincha inmerso en otra dimensión: el niño
presidente Mauricio Macri. Sin embargo, sus dientes rechinan, al punto del
bruxismo cuando duerme. Porque el sueño del niño malcriado, irreverente, del
“lo quiero ahora y lo quiero ya” con que despertó hace unos días fue derrotado.
Derrotado frente a un Macri adulto, no muy diferente al enraizado majadero;
pues a duras penas puede contener su furia megalómana. Porque le dijeron que
no. ¿Y si el equipo de sus amores resulta ganador? ¿Resurgirá nuevamente el
infante dictadorzuelo? Es probable, pero sólo por algunos días. Porque dos
partidos, ida y vuelta, duran tan sólo ciento ochenta minutos y sus ecos
rápidamente se esfuman. Parafraseando a Serrat en su tema “Fiesta”: cientos de
miles de excluidos, ignorados por sus indiferentes y estratosféricos discursos,
están bajando la cuesta hacia el abismo. Y dentro de ellos, muchos llevan
raídas camisetas color azul y oro.
rudyf2005@hotmail.com
Fuentes consultadas:
1-https://www.clarin.com/deportes/provincia-prohibe-hinchadas-visitantes-policias_0_SyU_orDsPQx.html
2-https://www.tiempoar.com.ar/nota/lo-de-macri-es-imprudente-e-irresponsable
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