Por Roy Daza:
Cuando el estudio de estos temas amplía el horizonte
analítico, entonces, permite ubicar una de las cinco grandes contradicciones
del sistema capitalista a escala planetaria: la que existe, objetivamente,
entre el imperialismo y los estados nacionales, en particular, con aquellos que
ejercen plena soberanía sobre los recursos naturales, “Estamos entrando a un
momento histórico donde las adversidades fundamentales van a seguir siendo
fuerzas externas imperiales que se resisten a un Estado soberano”. [García
Linera: 2010]
Pudiera ser distinto en otras regiones, pero, al menos en
Suramérica la viabilidad de un proyecto de desarrollo sostenible está
relacionada con la movilización de sus recursos naturales, con la innovación
científica, con la forja de una nueva arquitectura financiera, con la
integración de sus cadenas productivas, con la interconexión de sus
mercados, con la articulación de las
políticas sociales, no obstante, la experiencia reciente enseña que tales
objetivos requieren, también, de una nueva arquitectura política,
parlamentaria, ciudadana, jurídica. Sin dejar de incluir el debate autocrítico,
no cabe la menor duda, que la integración es una política correcta y “responde
a las necesidades de los pueblos”, más temprano que tarde, las doce banderas
suramericanas ondearán de nuevo en la sede de Unasur, en Quito.
Cuando estamos exactamente a diez años del crack de la
economía mundial, del derrumbe del sistema financiero, de la quiebra de los más
poderosos bancos del planeta, se habla de la posibilidad de un nuevo sisma, que
sería la derivación de no haber atacado las causas del fenómeno, hay que
apuntar, entonces, una de las consideraciones del Informe Stiglitz: “La rápida
propagación de la crisis financiera desde unos pocos países desarrollados hasta
absorber la economía mundial es una prueba tangible de que es necesario
reformar a profundidad el sistema financiero y comercial internacional para que
refleje las necesidades y las nuevas condiciones del siglo XXI. Las crisis
económicas anteriores afectaron de una forma desproporcionada a los pobres, que
son los que menos pueden soportar los costos que conllevan las crisis y que
pueden sufrir sus consecuencias mucho tiempo después de superadas”.
Sobrepasa en mucho a este brevísimo ensayo, las consideraciones
acerca de la situación actual de la economía mundial, pero lo cierto es que las
recomendaciones, a las cuales se ha hecho referencia, no han sido tomadas en
cuenta por las instituciones financieras internacionales y por los gobiernos de
las naciones industrializadas, por tanto, no es ninguna exageración plantear
que la economía basada en la financiarización estaría llegando a un límite, que
no podrá ser superado sin otra crisis, pero, por encima de todo, que tal
realidad provoca retrocesos insólitos en materia de desigualdad social, dado
que el rendimiento del capital está muy por encima del crecimiento de la
producción y el comercio real [Ver Piketty: P/15]; además que la renta del
capital aumenta en la medida en que cae la renta del trabajo produciendo
desigualdades sostenidas en el tiempo y cada vez más profundas [Vincenc
Navarro: block], fenómeno que se expresa en lo que ya denunciaba Tomas Palley,
cuando dice que “es ésta una ‘economía de barcazas’ donde las fábricas se van
flotando de un país a otro, en busca de menores costos, se ha creado una
infraestructura legal y política para sostener la producción y debilitar la
mano de obra”.
Adelantándose a lo que viene el entramado de poder del
Estado estadounidense dio un primer viraje con la política desarrollada por el
presidente Barack Obama, quien destinó la descomunal cifra de 700 mil millones
de dólares para salvar a las entidades bancarias quebradas, y un monto similar
destinado a la inversión, la economía se fue recuperando y volvió a la línea de
crecimiento moderado.
Ahora, con la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca se
produce un vuelco, su plan de gobierno puede resumirse en: proteger a la
industria y al comercio de los Estados Unidos; dinamitar el esquema de la
globalización, amenazando, incluso, con salirse de la Unasur,minimizar los
diversos tratados de libre comercio; abandonar el Acuerdo de París sobre cambio
climá Rusia y China, y todo el arco de países
emergentes que se reúnen en la Organización de Solidaridad de Shanghái;
desconocer unilateralmente el acuerdo sobre energía nuclear con Irán; pactar
con Corea del Norte, en síntesis: “mantener un equilibrio de poder mundial que
tenga como centro a Estados Unidos”.
tico; desestabilizar a la Unión Europea; quebrar la integración
suramericana; devolver a sus país a las “fábricas barcazas”; frenar el auge de
China y su proyecto de la “ruta de la seda”; torpedear la alianza entre
Esta línea de acción ha derivado en una guerra comercial con
China, en la sistemática agresión contra Venezuela, en nuevas sanciones
económicas contra Rusia, ahora también, contra Turquía, la renovación del cerco
contra Irán, la amenaza de introducir tropas en Siria, cuando los grupos
terroristas han sido derrotados por el ejército y el pueblo sirio con la cooperación
de Rusia. Trump no es ningún populista, como dicen algunos, Trump es un
imperialista, que retoma una línea de proteger a su economía, de allí las
fuertes medidas arancelarias, particularmente las del acero y el aluminio. El
mandatario norteamericano entiende que debe reacomodar la economía, que aunque
ha experimentado un crecimiento nada despreciable, sabe que la suma de las
capacidades productivas y de mercado de los BRICS [Brasil, Rusia, India, China,
Sudáfrica] ha de superar en un tiempo relativamente corto a la economía
norteamericana, y eso es un asunto geoestratégico de primer orden.
En un texto de singular importancia, el profesor Ha-Joon
Chang, desde la Economía Política profundiza en cuanto a las oscilaciones entre
“librecambismo” y “proteccionismo” de las que son hoy las naciones con mayor
desarrollo del mundo, “ Al tratar de alcanzar las economías punteras, los
actuales países desarrollados aplicaron políticas intervencionistas en el
desarrollo de la industria, el comercio y la tecnología con el objeto de
promover las industrias nacientes”, y ahora, estos mismos países
industrializados cuestionan a las naciones en desarrollo por aplicar medidas
proteccionistas, y levantan a escala planetaria el discurso del libre mercado y
las fórmulas que por excelencia dictan las instituciones financieras
internacionales, como el FMI, y se pregunta: “¿están los países desarrollados
“pateando la escalera” al insistir a los países en desarrollo que adopten
políticas e instituciones que no fueron las que aplicaron para alcanzar su
propio desarrollo?”
[Ha-Joon Chang. (2011): Pateando la escalera. P/215]
El meta-relato de la globalización neoliberal se fundamentó
en la necesidad de romper las barreras que el proteccionismo impone, propagaron
un poderoso discurso que incentivaba a la apertura “total” de los mercados de
las naciones en desarrollo, a la privatización de las empresas estatales, a la
desregulación del sistema financiero internacional, a la desregulación del
mercado laboral, a la sustitución del Estado en la atención de las políticas
sociales por entes asociados o enteramente dirigidos por la iniciativa privada,
y el redireccionamiento del Estado para los fines de la acumulación acelerada
de capital.
La realidad económica mundial ha dado un viraje, la dinámica
no está, ahora, en el ámbito del comercio internacional y la “burbuja
financiera” comienza a mostrar sus límites y peligros, y aunque los influyentes
“tanques de pensamiento” del dogma neoliberal no lo quieran reconocer, el
llamado “Consenso de Washington” se agota como “idea-fuerza”, ya no es capaz de
dar respuesta a las transformaciones en curso, y es en ese escenario en el que
aparece Donald Trump poniendo en práctica una política proteccionista, tomando
decisiones que lo enfrentan con China y Rusia y genera no pocos disensos con la
Unión Europea. Quien sale en defensa del libre mercado es el líder comunista,
Xi Jinping.
Hay que reconocer que el meta-discurso de la globalización
puso en movimiento inmensas fuerzas productivas e intelectuales, pero tal
fenómeno comienza a desvanecerse ante las nuevas realidades, y mientras eso
pasa, el otro meta-relato, el de la nueva rebelión universal, apenas germina,
una de sus semillas, el “Consenso de Nuestra América”, tiene una importancia
vital.
Volviendo a la primera línea de este pequeño ensayo, podemos
afirmar que el análisis de la situación concreta lleva a concluir que la tarea
prioritaria del movimiento popular en Venezuela, en las actuales
circunstancias, es la defensa de la Patria, en todos los terrenos, y que la
primera línea de batalla en curso, no es otra que la recuperación económica,
que ha de ser obra de todo el pueblo, y es por eso que tomando un verso del
gran poeta guerrillero guatemalteco, Otto René Castillo, decimos a los cuatro
vientos:
¡Vámonos Patria a caminar, yo te acompaño!
[Roy Daza, militante revolucionario, escritor y periodista
venezolano, forma parte de la Comisión de Asuntos Internacionales del PSUV]
dazaroy@gmail.com
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