Por Roy Daza:
Esas fuerzas están y estarán en contra de la recuperación de
la economía, la continuidad de la crisis es para ellos una oportunidad de
propiciar la intervención de tropas extranjeras en nuestro territorio y desatar
una guerra de consecuencias impredecibles, porque forman parte del plan
imperialista que tiene como objetivo destruir al Estado nación, a la República
Bolivariana de Venezuela.
Pero también está la “Patria Buena”, la que quiere trabajar,
la que no acepta las injusticias en las que se incurre cuando la distribución
del ingreso se hace de manera regresiva, la que aplaude el aumento salarial
porque de eso vive, la que hace denodados esfuerzos para echar adelante su
empresa, la gente que se pone a estudiar, que analiza los problemas y los
discute con la pasión que caracteriza a los venezolanos, la que quiere que siga
prevaleciendo la democracia, y rechazan el golpismo y el terror, la que no
admitiría la intervención del país bajo ningún respecto, la gente que quiere a
Venezuela.
Ha de tenerse en cuenta que el enemigo actúa con pericia en
este terreno, se afinca en poderosas palancas que tiene en el complejísimo
entramado de la economía, ha sabido hilvanar alianzas silenciosas, su entronque
con algunos entes decisivos del Estado le otorga ventajas nada despreciables,
por supuesto, si se entiende que el Estado mismo es un campo de lucha, [es
condensación de las luchas entre las clases y sectores de clase, -según la
línea argumental de Nícos Poulantzas-] es comprensible que a partir de tales
vínculos se constituya una amalgama de intereses económicos, simbólicos y de
sustentación de poder, y además, como la economía es inconcebible sin la
política y ésta es inseparable del hecho económico, para que sus concepciones
ideológicas alcancen la hegemonía, –el enemigo-, está apertrechado con un aparato mediático capaz de colocar en
minutos, en todo el orbe, cualquier matriz de opinión dirigida a truncar el
esfuerzo supremo de la recuperación.
Una realidad como la descrita, cargada de nuevos vectores
(lo que significa que los factores políticos contienen magnitud física,
velocidad, aceleración y fuerza), obliga, ahora más que nunca, al estudio de lo
que significa estrategia y tácticas, y precisar que la Línea Política, tiene
por objeto mantener -“cueste lo que cueste”- la alianza nacional-popular que se
constituyó como bloque social del poder, lo que en Venezuela se llama
“chavismo”.
La respuesta no es otra que promover la coalición flexible
de los movimientos sociales, su confluencia en torno a objetivos tangibles,
huelga decir, que esto no es un asunto coyuntural, a manera de ejemplo se
formulan estas interrogantes: ¿Cuáles
son las tareas de los Consejos de Producción de los Trabajadores, CPT y de los
sindicatos? ¿Cuál es el punto de entronque entre los CPT y los Comités Locales
de Abastecimiento y Producción, CLAP, y entre estos y las Comunas Productivas?
¿Cómo se realiza la conexión entre las experiencias productivas comunitarias
con las empresas privadas? ¿Cómo se entrecruza el esfuerzo innovador de las
universidades y las necesidades perentorias de la producción y el comercio?
Urge una transformación universitaria, alcanzar nuevos
conocimientos no radica solamente en la extensión y profundidad de los estudios
que se adelantan, resulta impostergable romper esquemas, abatir dogmas,
deslastrarse de preceptos que en un momento dado pudieron tener validez, pero
que al pasar el tiempo quedan desfasados, las armas de la crítica teórica
revelan su fuerza cuando el pueblo trabajador las pone en movimiento.
Todo ello pasa por desarticular el plan faccioso de la
extrema derecha, y por encima de todo, superar la situación económica.
El colapso y lo que viene
La ciencia histórica de la Economía Política llegó hace más
de dos décadas a una conclusión: el capitalismo rentístico colapsó, es decir,
la renta petrolera que se capta en el mercado mundial, es cada vez menos la
fuente principal de la acumulación de capital, y ese es el punto nuclear de la
crisis.
Como paso previo, ha de conceptualizarse al capitalismo
rentístico: es una forma de desarrollo capitalista, nacional, y su fuente
principal de acumulación es la renta petrolera, que capta en el mercado
mundial, y uno de sus rasgos peculiares es que esta renta corresponde en
primera instancia al Estado, expresión jurídica de la nación, propietaria del
recurso natural, por tanto, la economía venezolana –y es éste uno de sus rasgos
más resaltantes- desde hace más de cien años está inserta en el mercado
capitalista mundial altamente desarrollado y globalizado.
Cuando se habla del colapso del capitalismo rentístico hoy,
se debe a que los datos que aporta la realidad así lo ponen de manifiesto: en
los últimos años la renta petrolera no ha sido suficiente para mantener los
equilibrios fiscales; ni para sostener el ritmo de las importaciones, que es el
uso fundamental que se le asigna a la renta; ya no es posible con la renta
petrolera que la sobrevaluación del Bolívar tenga continuidad, asimismo, se
puede señalar que la renta se agotó como sostén del tamaño del empleo público,
ni puede seguir siendo el motor de la demanda doméstica y de la inversión.
¿Por qué no se han generado otras fuentes de ingreso distintas
a la renta petrolera? La respuesta es tajante, porque la renta actúa como
fuente de acumulación de capital, es el mecanismo mediante el cual se apuntalan
las inversiones, y dada la sobrevaluación del signo monetario, el salario no
está en correspondencia con la productividad, y las ganancias de los
capitalistas, ni por asomo, están vinculadas a la producción de bienes y
servicios, la realidad de empresarios con voluminosas ganancias y empresas
quebradas, es uno de los ejemplos a señalar, pero, también, que la producción
agropecuaria, desde los años treinta del pasado siglo se cayó, producto de la
sobrevaluación de la moneda, que fulminó las exportaciones agrícolas.
Hay dos momentos en la historia de la economía política del
petróleo en Venezuela, el primero de ellos arranca cuando el país se convierte en un exportador neto,
independientemente de todas las oscilaciones que se puedan registrar en las
tablas estadísticas, la tendencia general, desde 1928 hasta 1978, fue de
crecimiento sostenido de la economía, estabilidad de los índices
macroeconómicos, aumento del empleo… Muy por el contrario, a partir de 1978, la
tendencia general es al declive de la economía, con varios momentos críticos,
1986, 1997-98, y en los últimos años.
Paradójicamente, si algo concita un amplio consenso es la
consigna en la que queda expresada la necesidad de ir de la “Venezuela rentista
a la Venezuela productiva”, así como también, aquella que plantea que hay que
“Sembrar el Petróleo”, título de un artículo de Arturo Uslar Pietri, publicado
en el diario Ahora, en 1936, que se
convirtió en todo un programa político No hay nadie que diga lo contrario,
ahora, vale preguntarse: ¿por qué no se produjo ese tránsito hacia una economía
productiva?
Entrando de lleno en el contenido de esta vital
interrogante, se puede afirmar que las razones por las cuales no se ha
constituido una economía cuya fuente de acumulación sea la producción y el
comercio real, se deben a que: 1.- el colapso del capitalismo rentístico no
quiere decir que la renta petrolera deje de existir y que no exista en el
futuro, el problema consiste en que ya no es la locomotora del tren de la
economía; 2.- porque una de las dos vertientes del petróleo, la rentística,
está imbricada en todo el tejido de la economía; y 3.- la renta petrolera signa
la relación entre la sociedad y el Estado, y por supuesto, este es un asunto
político que revela que el tránsito, -al que se hace referencia-, no será
alcanzado sin nuevos arreglos políticos.
Si se toma conciencia de esta realidad, entonces, se puede
llegar a una conclusión: urge un Acuerdo
Nacional de largo alcance.
Incluso hoy, cuando el colapso es evidente, no son pocos los
que tienen una especie de “sueño”, consideran que con un alza de los precios
del petróleo volveríamos a la situación anterior, no alcanzan a percibir que
eso no es posible, y que en adelante, otra será la dinámica económica, citar
una reflexión del doctor Asdrúbal Baptista, contribuirá, sin duda, a
profundizar en este análisis sucinto.
“El orden social fundamental que subyace a toda esta
investigación es la experiencia capitalista. No por otra razón es que el
decurso de la presente investigación, visto en retrospectiva, termina siendo la
sucesiva suerte de modificaciones a las que deben someterse los fundamentos de
la teoría económica del capitalismo, para darle así cabida a las singularidades
que trae consigo la condición rentística. Pero estas últimas, ha de decirse, no
llegan nunca a ser de tal entidad como para alterar las bases mismas del orden
capitalista, y lo más que hacen es suspender la vigencia o aplicación de
ciertas reglas y conductas básicas. De manera que podría bien conjeturarse que
una vez desaparecida la adjetivación rentística del sujeto capitalista, y por
tal carácter sólo accidental, la estructura fundamental hubiera de recobrar
incólume sus pautas propias”. El segundo, igualmente reiterado, se expresó así:
“Pero el impulso hacia la disolución [del capitalismo rentístico] no proviene
de nuevos arreglos que presionan por ocupar la escena. En tal respecto el
colapso del rentismo ni prefigura ni saluda una etapa posterior”.
[Baptista, Asdrúbal. (2010): Teoría económica del
capitalismo rentístico. P/XXXV y XXXVI]
Entonces, si el agotamiento del rentismo no prefigura ni
saluda una etapa posterior, y se afirma que el colapso en un hecho constatable,
medible con cifras estadísticas, lo que queda por decir es que en adelante, lo
que viene está por crearse, empero, existe una condicionante que ha de tomarse
en cuenta: el nivel de vida promedio de los venezolanos antes de la situación
actual, es la base socialmente aceptable. ¿Ello implica una contradicción?
-¡Claro que sí! “Pero donde hay contradicción hay vida”.
La nueva economía –obviamente- tiene que dar respuesta a las
necesidades de inversión y al sostenimiento del consumo básico de los
ciudadanos, tiene su sustrato la tríada: producción, intercambio y consumo, que
asume la producción como su eje, pero que no deja de lado los otros dos
factores, entendiendo, eso sí, que el capitalismo rentístico tiene un límite
histórico, y desde la Economía Política, Marx, es quien anota en los Grundrisse
que:
“No se puede entender la renta del suelo sin el capital,
pero se puede entender el capital sin la renta del suelo. El capital es la
potencia económica, que lo domina todo, de la sociedad burguesa. Debe
constituir el punto de partida y el puto de llegada, y debe considerársele
antes que la propiedad de la tierra. Una vez que ambos hayan sido considerados
separadamente, deberá examinarse su relación recíproca”.
Si se aborda con todo rigor la experiencia histórica se
puede explicar, con toda propiedad, que el agotamiento del capitalismo
rentístico ha tenido dos respuestas: la primera fue la del gobierno del
Presidente Carlos Andrés Pérez en 1989, cuando para resolver el problema del
déficit fiscal adoptó las medidas que impuso el Fondo Monetario Internacional,
empero, el paquete neoliberal que fue asumido como la única vía posible para
resolver la crisis, se convirtió en un detonante, no pudieron advertir sus promotores
que el derrumbe estrepitoso del gasto social, había colocado en un límite
máximo la capacidad de aguante de las clases populares. La consecuencia
inmediata fue un cambio en la correlación de fuerzas políticas y la conmoción
que significó el alzamiento militar patriótico de 1992, que comandó el líder
histórico de la Revolución Bolivariana, Hugo Chávez. Rafael Caldera que asume
la presidencia en 1994 le da continuidad al programa de ajustes neoliberales y
esa política provocó el colapso de 1997/1998.
La segunda respuesta al colapso la puso en marcha el
Presidente Hugo Chávez, una vez que ganó las elecciones de 1998, el líder de la
Revolución Bolivariana entendió el particular vínculo entre Estado y sociedad,
en el capitalismo rentístico, esa es la razón por la cual decide acometer este
dilema histórico por la vía política, por eso convoca a Constituyente, y de
inmediato presentó un proyecto de Constitución que fue sometido a un debate
abierto, democrático, incluyente, a la vista de todos, y una vez afincado en la
nueva institucionalidad que emergió de la nueva Carta Magna y del triunfo
electoral del 2000, el Comandante Chávez toma una decisión trascendental en
noviembre de 2001: promulga la Ley Orgánica de Hidrocarburos, un verdadero
desafío, una lanza llanera que venía con toda la carga histórica de la gesta
libertaria de Simón Bolívar, un acto revolucionario, a todas luces.
A través de esta Ley el Comandante Chávez rescató el ingreso
petrolero, que la agenda neoliberal había disminuido de manera considerable con
la “apertura”; el gobierno revolucionario contó con la base material para pagar
–una parte- de la enorme deuda social acumulada. Convocó al pueblo a participar
directamente en las políticas sociales, en las ‘misiones’ como se les llama
aquí; condujo la batalla para bajar los índices de pobreza y lo logró,
alfabetizó, abrió nuevas fuentes de trabajo, desplegó una campaña de contenido
social inédita, participó con denodada pasión en el proceso de integración
latinoamericana, abrió Venezuela al mundo forjando nuevas alianzas políticas, y
reivindicó al ciudadano humilde, a la gente que trabaja, para luego proponer el
Socialismo del Siglo XXI.
El crack del 2008
Las investigaciones de los centros universitarios
estadounidenses sobre la explotación de petróleo en la franja geológica de las
lutitas, dio como resultado que ese país es capaz actualmente de producir
cuatro millones de barriles diarios de crudo, a través del ‘fraking’, que se
suman a los siete millones de B/D que producen de manera convencional, además,
con la ocupación de Libia controlan 2,5 millones de B/D y con la de Irak,
alrededor de 3 millones de B/D. Si sus necesidades de consumo de petróleo
llegan a 14 millones de B/D, es posible decir que Estados Unidos cuenta con los
recursos petroleros que requiere su economía, aseguró su soberanía energética,
objetivo que se trazó desde la creación de la Agencia Internacional de Energía.
Es menester adicionar que el mercado internacional
energético ha experimentado modificaciones estructurales, que están en
correspondencia con las variaciones que engendra la nueva dinámica de la
economía mundial. Ahora, existe una coincidencia entre los estudiosos del tema,
que el precio del petróleo es un problema político, si eso es así, la suma de
sus importaciones y de la producción interna de los Estado Unidos bordea los 20
millones de barriles diarios, y si consume el 25 por ciento del total mundial,
que es de unos 85 millones de barriles diarios, según las cifras de la AIE y la
OPEP, resulta comprensible que sea ese país el que marque los precios. Sólo las
alianzas entre los países exportadores que forman parte o no de la OPEP, puede
ejercer un contrapeso a un polo de poder de tal magnitud.
Poco a poco va quedando claro que una de las causas de la
agresión imperialista, se debe a que Venezuela tiene en su subsuelo reservas
probadas por 326 millones de barriles de petróleo, y EE.UU. quiere tenerlas
bajo su control.
La cúpula de poder del imperio no tolera que exista un país
independiente, ni acepta que en alguna nación, a partir de la soberanía popular
constituya una democracia real, saben que cualquier experiencia democrática
significa un desafío a su forma de Estado plutocrática, negadora de los valores
y principios de la democracia.
[Roy Daza, militante revolucionario, escritor y periodista
venezolano, forma parte de la Comisión de Asuntos Internacionales del PSUV]
dazaroy@gmail.com
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