Por Sergio Rodríguez Gelfenstein
Una somera revisión de la prensa internacional transmite
espeluznantes acontecimientos que precisamente están orientados a eso: generar
un miedo, una ansiedad y una desesperanza que induzcan a pensar que todo está
perdido, que no hay posibilidades de reversión de la espiral retrógrada y que,
finalmente la tesis de Fukuyama de que la historia había llegado a su fin se
está concretando 25 años después.
El problema es que la epidemia no solo afecta a aquellos que
hacen loas al capitalismo, hoy la humanidad está en verdadero peligro. Como
señaló el presidente de Cuba Miguel Díaz Canel en su discurso ante la Asamblea
General de Naciones Unidas, el capitalismo ha hecho posible que “…el 0,7% más
rico de la población pueda apropiarse del 46% de toda la riqueza, mientras el
70% más pobre solo accede al 2,7% de la misma; 3.460 millones de seres humanos
sobreviven en la pobreza; 821 millones padecen hambre; 758 millones son
analfabetos y 844 millones carecen de servicios básicos de agua potable”. Todo
esto ocurre en un mundo en el que existen recursos suficientes para que no
suceda. El gasto militar del año 2017 fue de 1.73 billones de dólares según el
Instituto Internacional de Estocolmo para la Investigación de la Paz (SIPRI,
por sus siglas en inglés), mientras que el Foro Económico Mundial (FEM) calculó
que las necesidades para acabar con la pobreza en el planeta ascienden a 1.5
billones de dólares, o lo que es lo mismo, el 1% del PIB global. Es difícil
esgrimir estas cifras para propagandizar el éxito de un modelo. Claro, esto es,
si suponemos que la riqueza debe servir para garantizar una vida digna para
todos los seres humanos, lo cual es evidente que el capitalismo no se propone.
La ganancia desigual, la acumulación de riqueza y el lucro, son los objetivos y
la explotación, la expoliación y la guerra los instrumentos para lograrlo en
este mundo de “éxitos”.
Las noticias también nos traen algunas aberraciones que la
fuerza del capital ha consolidado como válidas y que son expresión fehaciente
de un fracaso que ha emergido de sus entrañas. Veamos: la organización racista
estadounidense Klu Klux Klan y el gobierno pinochetista de Chile encabezado por
su presidente, saludan y apoyan a Jair Bolsonaro. No hacen falta más
explicaciones para saber hacia dónde se orientará su gobierno
Monseñor Oscar Arnulfo Romero es santificado. No fue
necesario que se demostrara que había hecho dos milagros, bastó uno por su
condición de mártir, la que adquirió cuando fue asesinado por la ultra derecha
de su país. Ante las amenazas a su vida, recurrió al Papa Juan Pablo II
(también santo), quien no lo recibió, no lo escuchó, ni hizo absolutamente nada
para protegerlo. Esto, -demás de su ya conocida costumbre de violar y acosar
sexualmente a niños en todo el mundo- da las pautas para entender porque la
iglesia católica (pilar ideológico del mundo occidental) se desmorona
aceleradamente cediendo su espacio a evangélicos, sai babas, falsos
predicadores y muchas otras ideas extrañas, enemigas de los pueblos.
Héctor Llaitul, líder indígena mapuche viajó a la ONU a
denunciar la opresión del gobierno chileno contra su pueblo. Seguramente tendrá
que hablar con Michelle Bachelet, ex presidenta de Chile, Alta Comisionado de
Derechos Humanos de la ONU, en ese cargo sin poseer credenciales éticas que la
soporten, cuando en su gobierno se produjo una persecución que ni el gobierno
de Pinochet hizo contra el pueblo mapuche. Bachelet aplicó la ley anti
terrorista contra los mapuches, mientras al mismo tiempo, convivía
amistosamente con los asesinos, torturadores y violadores de derechos humanos
que están viviendo en una cárcel “cinco estrellas” que nunca quiso cerrar. Ella
sustituyó en el cargo al príncipe jordano y agente del Mossad israelí Zeid Al
Hussein. Esa es la altitud moral de los que se supone deben velar por los
derechos humanos en el mundo
El presidente de Estados Unidos Donald Trump reconoció que
el cambio climático si existe. Tal hecho ocurrió después de los devastadores
huracanes que han arrasado a su país y que han causado pérdidas humanas y
severos daños materiales afectando la sacro santa propiedad de empresarios de
Estados Unidos.
La derecha belga celebra su victoria electoral con el saludo
nazi. Los gobiernos europeos de países constituidos por salvajes genocidas de
donde han salido las peores guerras coloniales y de expansión de la historia de
la humanidad, siguen dando sus repulsivos mensajes de odio, mientras claman por
respeto a los derechos humanos en otras latitudes. La persecución a los
migrantes que llegan desde África y el Medio Oriente como producto de siglos de
colonialismo y de actos de pillaje que todavía siguen realizando, son expresión
de su natural xenofobia y desprecio por los demás.
Seguimos. El tema de moda hoy es la crisis humanitaria en
Venezuela, motivada en la creciente emigración que se está produciendo en el
país, pero los cinco millones de desplazados en Yemen por una guerra que ya ha
producido 20 mil muertos, o los 7 millones de colombianos que han tenido que
huir de su país, no son noticia. Incluso en la “civilizada” Europa, Letonia ha
perdido el 18,2% de su población (la caída más grande del mundo según la ONU),
siguiéndola Estonia, Lituania y Georgia, esta con una disminución en un 17,2%
de su población, sin que Estados Unidos haya enviado un “buque hospital” ni
haya aplicado sanciones económicas, tampoco amenazado a esos países con una
invasión, claro, tienen gobiernos sumisos a Washington y están llenos de bases
militares estadounidenses o de sus aliados.
El mundo se sorprende porque Bolsonaro odia a las mujeres y
las mujeres votan por él, odia a los negros y los negros votan por él, odia a
los gays y los gays votan por él, en definitiva odia a todo el mundo y todo el
mundo vota por él, ¿es que acaso los pueblos son masoquistas? ¿Es que acaso les
gusta votar para ser perseguidos, reprimidos y violentados en sus derechos? Lo
que pasa es que la pregunta que hay que hacerse es otra. Es: ¿por qué los
pueblos votan por él?, como votaron por los payasos que gobiernan en Honduras y
Guatemala, los delincuentes que lo hacen en Perú, México, Chile y Argentina, el
traidor que “dirige” Ecuador o el sátrapa que ostenta la más alta magistratura
en Colombia.
La respuesta está en el papel de los medios y las
posibilidades que da la post verdad que es la manera de transformar las fake
news en realidades. Mientras nos seguimos quejando por cosas que ya no le
importan a la ciudadanía, la derecha ha aprendido que estas mismas cosas la
llevan a triunfos electorales, por supuesto también recurren al fraude como en
Honduras o Paraguay cuando los resultados le son adversos y cuando pueden
hacerlo y a golpes de Estado parlamentarios o judiciales como en la misma
Honduras, Paraguay y Brasil. Para ello cuentan con la OEA, que da su aval a
todo tipo de desmanes en países amigos de Estados Unidos.
Pero el fondo del problema es que la derecha ha conseguido
que a los pueblos no les importe elegir ladrones, mentirosos, cobardes,
traidores, misóginos, racistas u homofóbicos. La moral capitalista acepta que
personajes poseedores de estas “virtudes” accedan al poder siempre y cuando
acepten promocionar y estimular la ganancia y el lucro de los sectores más
encumbrados de la sociedad y de as transnacionales.
La tarea es estudiar –y pronto- como enfrentar esta nueva
tendencia, cambiar y adaptar los métodos de comunicación, propaganda,
publicidad y divulgación, tratando de retomar como propios los valores de
dignidad, honor, honestidad administrativa, eficiencia, solidaridad y fraternidad humana, pero hay
que hacerlo de manera diferente, aún no sé cómo, pero estoy seguro que solo el
trabajo político e ideológico, la comprensión de los pueblos de quienes son sus
amigos y quiénes son sus enemigos, permitirá volver a encauzar las luchas
populares. Claro, eso requiere de una real autocrítica de lo caminado en los
primeros quince años de este siglo y de una elevación a niveles superiores de
la moral y la ética de los oprimidos, para cambiar todo lo mal hecho y dejar de
echarle la culpa al imperialismo, el fascismo y la reacción por su carácter
depredador. Esa es su esencia, es su ADN y nunca la va a mutar, somos nosotros
los que tendremos que ser mejores.
No podemos seguir quejándonos, sigue teniendo validez la
frase del Che “Si el presente es de lucha, el futuro es nuestro”.
sergioro07@hotmail.com
0 comentarios:
Publicar un comentario