Por Juan Pablo Cárdenas S:
En uno de los “artefactos” de nuestro poeta Nicanor
Parra podíamos leer uno que advertía que
“la Izquierda y la derecha unidas jamás serán vencidas”, acaso una profética
más que humorística y provocadora aseveración del vate, porque de verdad las
posiciones eran irreconciliables entonces entre unos y otros. Lo que
posteriormente explicaría mucho nuestro quiebre institucional.
Sin embargo, después de la Dictadura pudimos observar que lo
que se instaló en La Moneda y el Congreso Nacional fue la nefasta “política de
los acuerdos”. En un tiempo que acortó drásticamente las distancias entre los
golpistas y los que fueron proscritos durante el largo ejercicio del terrorismo
de estado. Sucediéndose, como sabemos,
varios gobiernos de la Concertación que entre sí no mostraron mayores
diferencias, pero en que luego vino el primer mandato de Sebastián Piñera y los nuevos ejercicios gubernamentales de
Michelle Bachelet y el líder de la derecha sin que se apreciaran tampoco
cambios fundamentales entre ambos. Porque, en general, todos han gobernado con
la misma Constitución de Pinochet y una
idéntica estrategia económica neoliberal, sin que las brechas entre ricos y
pobres hayan disminuido en absoluto.
Así como hasta ahora se perpetúa también el mismo sistema
previsional que condena a los pensionados de la Tercera Edad a la miseria
misma. Cuanto que las privatizaciones de nuestros recursos naturales y empresas
incluso se han extendido y extranjerizado.
Cualquier cuenta que se haga demuestra que hoy los
uniformados y los más poderosos empresarios son los grandes ganadores de la pos
dictadura. Con licencia, además, para asaltar los bolsillos de los consumidores
y el erario nacional, como lo demuestran las grandes colusiones entre las
empresas farmacéuticas y del papel, o esa multimillonaria cantidad de recursos
fiscales que los militares y Carabineros han distraído a favor de su peculio
personal y bienestar familiar. Con centenares de pasajes aéreos para el turismo
de coroneles y generales, sumado a esa
colosal estafa de la superioridad de Carabineros, despropósito que se ha asentado
como el mayor y más prolongado fraude de nuestra historia.
El actual Presidente parece decidido a hacer algo para
frenar los escándalos que se suceden a diario y nos promete una profunda
reforma al sistema militar, advirtiéndonos a todos que la corrupción es
“herencia del Gobierno Militar”. Muy probablemente en la idea de que si el
propio Dictador evolucionó de asesino a ladrón, algo parecido debe estar
sucediendo con sus herederos y subalternos. Los cuales acaban de manifestarse
en un caluroso homenaje a favor de quien
fuera uno de los principales ejecutores de los crímenes de lesa humanidad. Un
sanguinario oficial de origen ruso y pasado nazi que está recluido (Dios quiera
para siempre) en el penal de lujo de
Punta Peuco.
No hay duda que la impunidad que nunca se soñaron los
“hombres de negocios” y militares ha instado a éstos a acometer los actuales
delitos, cuyos acontecimientos conmueven hasta a la prensa acostumbrada a
proclamar aquella falacia de que pertenecemos a un país respetuoso del estado
de derecho, y que nuestros índices de
probidad superan a todos los países vecinos. Aseveraciones que ya nadie tiene
pruebas para probarlo. Como así tampoco se puede dar mucho crédito a la idea de
que el crimen organizado es algo “puntual”, cuando los horripilantes asaltos
cotidianos a la propiedad privada y la vida de las personas comunes y
corrientes se instalaron en los principales titulares de nuestra televisión. En
un país que ha evidenciado, además, que
bajo los últimos gobiernos centenares de niños abandonados, indigentes y al
cuidado del Servicio Nacional de Menores, han sido muertos, torturados y
violados al interior de sus recintos de acogida.
Todas las noticias de la corrupción de los uniformados y de
los altos magnates se nutren y entrelazan, por cierto, con el cohecho
transversal en la política. Así como ahora, con las fechorías de obispos,
sacerdotes y encubridores dentro de la alta jerarquía eclesial y de los grupos fácticos. Delitos que han
abochornado tanto al propio Papa Francisco,
que en un comienzo se resistiera a creer que sus hermanos al otro lado
de los Andes fueran capaces de tanta ignominia.
Se nos ocurre que los malos hábitos de las clases
dirigentes, de los partidos, de las ramas de las Fuerzas Armadas y de las
denominaciones religiosas, sindicales y otras explican también la laxitud
ideológica, el que ya no se distingan mucho las diferencias entre progresistas
y reaccionarios. Que la reconciliación haya arrasado también con los valores de
la justicia, en la peregrina creencia de que somos un país homogéneo y unido a
pesar del conflicto de la Araucanía y
del cada vez más acentuado malestar estudiantil. Con las discriminaciones que
siguen sufriendo las mujeres, o los millones de chilenos condenados al sueldo
mínimo, mientras la clase política nada hace para rebajarse sus escandalosos
sueldos y prerrogativas. Tanto, así, que
los jóvenes parlamentarios que prometieron ascotar sus dietas al resultar
elegidos, parecen verdaderamente hipnotizados con el poder adquisitivo que
obtuvieron de la noche a la mañana: Incluso antes de obtener sus licenciaturas
universitarias.
Derechistas y otrora izquierdistas confluyen en el centro y
se mimetizan. Pueden destriparse en las campañas electorales, para luego
reencontrarse en las instituciones del Estado y en los directorios de los bancos
y sociedades anónimas, donde muchos concluyen luego de haber practicado la
política competitiva. No hay que olvidarse que Pinochet fue rescatado por sus
vociferantes partidarios, pero sobre todo por los socialistas, pepedés y
demócrata cristianos en el gobierno. Tampoco eludamos que la propia derecha
parlamentaria consistió en aprobar una rápida ley que salvara a los falangistas
de quedar fuera de los comicios parlamentarios, a causa de que sus
representantes llegaran a destiempo al Servicio Electoral atrapados como
estaban en sus rencillas. Ni menos nos olvidamos de esa cantidad de cargos
públicos que no solo se reparten entre los oficialistas, sino también entre La
Moneda y las bancadas parlamentarias “opositoras”. Como ocurre con los
consejeros del Banco Central, los miembros del directorio de la Televisión
Nacional, los mismos jueces de la Corte Suprema. Así como se reparten
armoniosamente las notarías, algunas embajadas y aquellos cargos
internacionales en que el llamado fair play les impone compartir. Todo un
cuadro que demuestra como el común denominador de todos es simplemente el
acceso a las ubres del poder. En ausencia de proyectos históricos, programas y
vocación de servicio público.
De allí que resulten tan graves los “cantos de sirena” de
algunas figuraspolíticas preocupadas de que se produzca una nueva alternancia
en el poder, y que los sectores vanguardistas centrifugados de su hegemonía
confluyan con ellos en una alternativa electoral común para “atajar a la
derecha”. Esto es, para evitar que
Piñera pueda continuar en La Moneda mediante uno de los suyos; así sea haya pedirle a la señora Bachelet que
abandone su alto y bien remunerado cargo en las Naciones Unidas para postularse
por tercera vez a La Moneda. Porque, entre paréntesis, en Chile se critica mucho a los gobernantes
extranjeros que buscan perpetuarse en el poder, cuando aquí solo se dan un
corto recreo los que por décadas vienen dominando la escena pública.
Se repite mucho que la solución a muchos de nuestros
problemas es procurarnos más democracia; una aseveración de la boca hacia el
viento, sin querer asumir que ésta sigue
siendo solo una mera promesa en nuestra nación oligarca y desigual, en que las
herencias de la dictadura reconocidas, ahora, por Sebastián Piñera siguen tan vigentes.
Férreamente consensuadas entre sus fieles seguidores y sus reciclados
adversarios. Tanto que el propio Tirano lamentó no haber conocido antes a
algunos de ellos para haberlos hecho parte de su gobierno.
juanpablo.cardenas.s@gmail.com
Bueno parece que la historia se repite,pienso que hay que ahondaren "La condiccion Humana" que la llamada izquierda nunca tuvo en cuenta y se lleno de arribistas,ambiciosos adictosal poder y otras lacras.Me pregunto¿quien del proximo que venga no sera lo mismo?No soy pesimista,piensen antes de emitir juicios.La realidad habla por si mismo.Gracias.
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