Por Roy Daza:
Por la recuperación económica y en defensa de la soberanía
nacional: ¡Vamos pueblo!
En este tiempo de volcánicos acontecimientos que estremecen
día a día a la sociedad venezolana, que marcan un antes y un después, que son
en definitiva un punto de inflexión, la primera y más importante tarea política
del movimiento popular es la defensa de la soberanía nacional, amenazada de
manera expresa y directa por el gobierno de los Estados Unidos y sus aliados,
que cuentan para el desarrollo de sus planes intervencionistas con la
complicidad de un sector extremista de la derecha interna, que abandonó la vía
electoral, pacífica y constitucional y optó por la violencia, y estando claro
que una vez perpetrado el magnicidio en grado de frustración contra el
Presidente Nicolás Maduro Moros, ese sector de la cúpula oposicionista no está
dispuesto a transitar el camino del diálogo y la pacificación que ha puesto
sobre la mesa el Gobierno Bolivariano.
El fenómeno de la migración es asumido como la excusa para
desplegar un ataque sistemático contra la nación, los gobiernos neoliberales
del área, además de participar activamente en el cerco diplomático contra el
país, respaldan el bloqueo y las amenazas de invasión militar que altos
personeros de la Administración Trump expresan con el mayor desparpajo; muy por
el contrario, los gobiernos progresistas de América Latina y el Caribe, y del
mundo, han levantado su voz de protesta contra tales atropellos y mantienen una
digna posición de solidaridad con la Patria de Simón Bolívar.
Entre tanto, en la vida política interna del país se
registra una situación particular, nunca antes las fuerzas de la derecha habían
llegado a un nivel de división y atomización como el que exhiben en la
actualidad, la base social que en algún momento tuvieron se les aleja producto
de los serios errores que han cometido, el desprestigio de su dirigencia se agudizó
cuando se fueron por el barranco de la violencia y el terrorismo, por sus
continuos viajes a Washington a solicitar sanciones contra la nación, y por las
agrias peleas entre los distintos grupos que
precipitaron la desaparición de la Mesa de la Unidad Democrática; no son
pocos los que dicen que la oposición venezolana es una calamidad.
Hay que reiterar, una y otra vez, que el cuadro político
actual tiene como rasgo esencialísimo, que las mayorías nacionales mantienen un
sólido respaldo al proceso revolucionario, y ello se manifestó en la victoria
del Presidente Nicolás Maduro en los comicios del 20 de mayo de este año,
cuando resultó reelecto para un nuevo período constitucional, en el contundente
repudio al magnicidio en grado de frustración, y en el creciente respaldo al
Programa de Recuperación, Crecimiento y Prosperidad, en marcha.
La nueva política económica significa un cambio
trascendente, la lucha de clases se agudiza, alcanzar un equilibrio sostenido
entre salario, precio y ganancia, es un enorme reto para los movimientos
sociales, el PSUV y el Polo Patriótico, porque no es ésta una labor que solo
atañe al gobierno, dado que un programa de tal naturaleza no es posible
llevarlo adelante sin la participación unificada, directa, autónoma, vigorosa,
del pueblo trabajador; este programa es una rectificación y una respuesta a la
crisis económica, y la primera trinchera de combate contra los planes de
agresión política y militar del imperialismo.
Para comprender en su esencia el carácter de las medidas
económicas anunciadas por el Presidente Nicolás Maduro, han de ubicarse las
causas principales de la situación de la economía venezolana:
La primera de estas causas, que ha de quedar expuesta aquí,
es la caída brusca y sostenida de los precios del petróleo, cuyo promedio en
2014 era de 84 dólares por barril, y en 2015 llegó a 44 dólares por barril,
para declinar aún más en 2016 y ubicarse en 31 dólares, luego, en 2017 se
inició la recuperación de los precios del crudo y este año el promedio debe
estar alrededor de los 65 dólares por barril. En un país como Venezuela, cuya
economía gira en torno al ingreso petrolero desde hace ciento un años, no cabe
la menor duda, que el derrumbe sostenido de los precios, se traduciría en una
catástrofe económica.
A lo que habría que agregar que en 36 meses continuos de
caída del ingreso, se pagaron 74 mil millones de dólares por concepto de deuda
externa, sin ninguna posibilidad de refinanciarla, como lo hace cualquier país,
ni mucho menos obtener dinero fresco para atender las más urgentes necesidades,
producto del bloqueo financiero del gobierno estadounidense.
Pero la situación tiene otra vertiente, peligrosa, muy
delicada, desde dentro de PDVSA una nueva oligarquía actuó en la dirección de
paralizar lentamente la exploración, extracción y comercialización del crudo,
con lo que se provocó una baja sustancial de la producción de petróleo y gas,
además del impacto negativo que sobre la estatal petrolera tuvo sostener una
política cambiaria, que fue correcta en un determinado momento, pero que se
convirtió en una rémora al experimentarse profundos cambios en la realidad
económica, el resultado, entonces, ha sido la conjunción de dos factores: la
abrupta caída de los precios y el declive de la producción de petróleo y gas.
Ha de resaltarse un hecho de capital importancia, el Jefe
del Estado tomó decisiones dirigidas a reestructurar y sanear a PDVSA, y en esa
dirección avanza, y además, actuó de manera directa en la compleja tarea de
alcanzar los consensos indispensables en la OPEP, y con los países exportadores
que no pertenecen a la OPEP, así como también en el Foro Internacional del Gas,
para llegar a acuerdos que equilibraran el mercado de los hidrocarburos, lo que
posibilitó la recuperación progresiva de los precios.
La segunda causa que se puede señalar, dada su incidencia en
la economía, es la decisión del Gobierno de los Estados Unidos de declarar a
Venezuela como una “amenaza inusual y extraordinaria” para la seguridad de la
primera potencia militar del planeta, y, adicionalmente, aunque ya estaba en
marcha de manera silenciosa, el Presidente Donald Trump emitió un Decreto en
2017, mediante el cual oficializa el bloqueo a las transacciones financieras
internacionales de la República.
Bajo la conducción de Washington, Venezuela es hoy víctima
de un bloqueo financiero, de una feroz campaña mediática mundial y de un cerco
político–diplomático, al que se han sumado algunos gobiernos neoliberales del
área. Una situación como esta ha sido posible por el viraje en la correlación
de fuerzas en América del Sur, tras la victoria electoral de la derecha en
Argentina, (2015); el golpe ‘parlamentario’ contra la presidenta de Brasil,
Dilma Rousseff, (2016); y el “golpe desde adentro” en Ecuador -variable
andino/amazónica del caballo de Troya-, una vez que asumió el cargo el nuevo
mandatario de ese país, (2017); y no podría soslayarse el derrocamiento del
presidente Fernando Lugo en Paraguay, (2012). El aparato del poder imperial ha
empleado ‘todas las formas de lucha’ para liquidar la democracia, quebrar al
“núcleo duro” de la integración regional, y restaurar el neoliberalismo. Tomemos nota.
La derecha es antidemocrática e intolerante, violenta y
golpista, actúa en función de aplicar la política exterior de los Estados
Unidos, a la que se han subordinado de la manera más vergonzante. Pero, al
mismo tiempo, y bajo ningún respecto se puede dejar de subrayar que las
movilizaciones populares se multiplican en toda la región, el proceso ALBA-TCP
se mantiene firme, y en el amplio y plural espacio político que constituye el
Foro de Sao Paulo, la solidaridad con la Revolución Bolivariana es la primera
prioridad. Derrotas y victorias se suceden en medio de un complejo panorama,
porque así son los cambios políticos que reivindican los derechos de los
pueblos.
La tercera causa de la crisis de la economía venezolana no
es ninguna novedad, ha sido estudiada por destacados científicos sociales, no
se circunscribe a los movimientos zigzagueantes que toda realidad económica
comporta, ni a las oscilaciones de los precios de los hidrocarburos, ni a
errores u omisiones en las que haya podido incurrir el Gobierno Bolivariano, se
trata, pues, de un “momento histórico” –para emplear la fraseología de la
filosofía clásica-: el modelo de desarrollo del capitalismo rentístico colapsó.
Se puede afirmar –a manera de síntesis- que la economía
venezolana ha sido torpedeada por el brusco y sostenido derrumbe de los precios
del crudo y de la producción petrolera, el bloqueo a las transacciones
financieras internacionales, y el colapso del capitalismo rentístico, y todo
esto tiene lugar en medio de una aguda confrontación política, factor a tomar
en cuenta, dado que está demostrada la infertilidad de los análisis económicos
que no incorporan el problema de las relaciones de poder.
Recuperación, Crecimiento y Prosperidad
La caída del ingreso petrolero, -del cual una parte
sustancial es renta internacional de la tierra o renta petrolera-, provocó un
grave déficit fiscal, el derrumbe de las importaciones, la baja del Producto
Interno Bruto, (PIB), un declive sustancial de las reservas internacionales, y
ello derivó en una alta inflación y escasez, estancamiento del aparato
productivo, tanto el petrolero como el no petrolero, además, del feroz ataque a
la moneda, desde Miami y Colombia.
Ante una situación de tal gravedad lo decisivo era dar un
“golpe de timón”: revalorizar el salario de los trabajadores, que había caído a
un nivel cuya proporción no era conocida, modificar radicalmente la política
cambiaria, la monetaria y la fiscal, que condujeran a un nuevo equilibrio de
los índices macroeconómicos, y a partir de esta conmutación, generar las
condiciones para que la dinámica productiva prevalezca y romper el “nudo
gordiano” de un modelo de desarrollo, capitalista y rentístico.
Habiendo planteado que el desenvolvimiento del programa de
Recuperación, Crecimiento y Prosperidad, tiene como telón de fondo la escalada
de la estrategia estadounidense contra Venezuela, y cuando la amenaza de
intervención militar se cierne sobre el país, resulta útil conocer y comentar
los elementos centrales del programa.
- El
establecimiento de una nueva unidad de cuenta: el ‘petro’, cuyo valor equivale
al precio de un barril de petróleo, y el nuevo Bolívar Soberano, es decir, el
nuevo cono monetario, que está anclado al ‘petro’ y cuya relación se establece
en: un ‘petro’ equivale a 3 mil 600 bolívares soberanos, a lo que hay que
adicionar, que en estos momentos el barril de petróleo está por encima de los
60 dólares.
- El
salario mínimo se fija en medio ‘petro’, es decir, en 1.800 bolívares
soberanos. (Esta es una decisión vital, que la entendemos como un primer paso
en el esfuerzo por revalorizar el salario integral, que junto al sostenimiento
del empleo, son el eje de la política social bolivariana).
- Se
estableció la libre convertibilidad de la moneda y la centralización por el BCV
de las divisas generadas por las empresas estatales. Las transacciones de los
privados se someten a subasta, y se realizan a través de los bancos y casas de
cambio.
- Todo
este programa va dirigido a resolver el problema del déficit fiscal, y tal y
como lo anunció el Presidente Maduro, no se apoyará en la emisión de dinero
inorgánico.
- Se
informó sobre los precios acordados con las empresas privadas de los productos
de la canasta básica, a objeto de crear un equilibrio en el mercado interno,
dando capacidad de compra a las mayorías nacionales por la vía del aumento
salarial, pago a los pensionados, pago del bono a las Madres de la Patria, el
pago del diferencial del aumento salarial a las empresas, por un lapso de tres
meses, y el bono alimentario para los trabajadores.
- Se
incrementó el IVA a 16 %, sin que ello afecte a los alimentos, medicinas, agro
insumos, pero además, se exoneró de aranceles, a todas aquellas importaciones
que vayan dirigidas a incrementar la producción de alimentos, medicinas y
repuestos.
- Otra de
las medidas que se aplicará progresivamente es el aumento en el precio de la
gasolina, que será equivalente al precio internacional, a objeto de liquidar el
contrabando de gasolina hacia Colombia y otros países, actividad ilegal que
representa una pérdida calculada en diez mil millones de dólares anuales, y al
mismo tiempo, cada ciudadano que se haya registrado en el censo automotor, a
través del ‘Carnet de la Patria’ recibirá un subsidio directo.
- La
Asamblea Nacional Constituyente aprobó la modificación del pago de impuesto
sobre la renta, para pechar a los grandes capitales.
- Capítulo
aparte merece las acciones dirigidas a recuperar a Petróleos de Venezuela, en
primer lugar, se le exoneró del pago del impuesto sobre la renta, mientras se
levanta la producción; está en desarrollo la amplia alianza con inversionistas
privados internacionales y nacionales a fin de apuntalar la producción.
- Una
decisión de importancia, para ir resolviendo el problema del déficit fiscal,
fue la de destinar una lote de la Faja Petrolífera del Orinoco, “Hugo Chávez”,
de 29 mil 298 millones de barriles de petróleo certificados al Banco Central de
Venezuela, que serán convertidos en activos financieros.
- Se
inició la tarea de revisar y reestructurar todas las empresas estatales.
En cuanto a este último párrafo relativo a las empresas del
Estado, el plan en cuestión está dirigido a reestructurarlas gerencialmente y
lograr dos objetivos, el primero de ellos: elevar su producción, y, en segundo
lugar: encarar un problema de carácter estructural: aumentar la productividad,
y eso solo se resuelve produciendo, y en el juego de la competencia; no
obstante, el incremento productividad requiere de una renovación universitaria,
que ha de emerger desde el seno mismo de la comunidad universitaria, o no será.
El desafío es abatir la inflación, en este sentido, veamos
una reflexión de Keynes: “… Ambos procesos, tanto la inflación como la
deflación, han infligido, graves daños. Cualquiera de ellas altera la
distribución de la riqueza entre las clases, aunque a este respecto la
inflación es la peor. Tienen también el efecto de estimular con exceso o
retrasar la producción de riqueza, aunque aquí la más perjudicial es la
deflación”.
[Keynes, John Maynard. (2011): Breve tratado sobre la
reforma monetaria.]
De lo que se trata, entonces, es de superar la crisis
actual, vencer al enemigo imperialista, e ir desbrozando el camino hacia una
“economía del bien común”, vale decir, aquella en la que el conjunto de la
economía es asumida por la “unión de productores libres”, con base en los
principios de la cooperación y la solidaridad, o para decirlo con palabras de
Marx & Engels: “En sustitución de la antigua sociedad burguesa, con sus clases
y sus antagonismos de clase, surgirá una asociación en el que el libre
desenvolvimiento de cada uno será la condición del libre desenvolvimiento de
todos”, y esta tesis tiene su sustrato en la convicción de que el colapso del
capitalismo rentístico es un hecho constatable, no hay marcha atrás, incluso,
aún si se presentase un escenario de altos precios del petróleo.
La aplicación del Programa de Recuperación, Crecimiento y
Prosperidad será compleja, las fuerzas sociales ancladas en la práctica de la
especulación, las que no conciben que la economía funcione de un modo distinto
a la apropiación de la renta petrolera, dejando de lado el riesgo que todo
esfuerzo productivo entraña, los empresarios que no pagan impuestos y le
regatean al trabajador hasta el último centavo de su salario, quienes tienen
empresas quebradas y son inexplicablemente ricos, los tortuosos caminos de la
corrupción, el descaro del contrabando de la gasolina, y quienes alcanzan
altísimas ganancias, unos 130 mil ciudadanos, y no precisamente por ser grandes
productores.
dazaroy@gmail.com
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