En la Venezuela actual, muchos comerciantes de bienes
básicos se plantean el asunto en términos de comprar barato y vender caro; de
obtener la máxima ganancia con el mínimo esfuerzo. Hacer un comercio
especulativo por cualquier medio: remarcar precios, revender productos,
contrabandear a través de las fronteras. Si esto no te da resultado se apoyan
en una moneda extranjera como punto de referencia, en un dólar paralelo que
sube y sube cada día a fin de que las ganancias especulativas se eleven hasta
límites estratosféricos, aunque ello implique el desfalco del salario de los
trabajadores y el empobrecimiento de su poder adquisitivo, creando
desconcierto, carencias y hambre en la población. Cuando se intenta dar una explicación
racional a este fenómeno y no se la encuentra, lo más fácil entonces es echarle
la culpa de todo al gobierno, descargando en él toda la responsabilidad. Cuando
apenas suben los sueldos y salarios de la administración pública en seguida los
comerciantes se ponen de acuerdo para subir los precios de los productos de
primera necesidad, lo cual significa que estos aumentos no elevan en verdad la
capacidad adquisitiva de las personas, sino que esos beneficios van a dar casi
netos a los bolsillos de los comerciantes.
Tales comerciantes han estado asociados históricamente a un
gremio empresarial llamado Fedecámaras, donde se decreta buena parte de la
política comercial, que a la vez aspira disfrutar de divisas preferenciales
para hacer importaciones en cualquier rubro; es decir, pretenden utilizar al
Estado para enriquecerse, pero eso sí, hay en mercados y abastos todo tipo de
productos nacionales e importados y a veces hasta una superabundancia de
productos importados como vinos, licores, enlatados, chucherías, y también
ropa, electrodomésticos, productos de limpieza, autopartes y una inmensa gama de marcas a precios
astronómicos. La creación de grupos
corruptos y mafias da origen a una burocracia parasitaria que poco a poco va
minando los cimientos del comercio lícito.
Antes, sólo había que formar parte de un partido político o
tener algún relacionado en las altas esferas del gobierno para solucionar las
cosas. Así se fueron creando las mafias. No es suficiente hacer estudios, tener
grados académicos, conocimientos o amplia
experiencia en los terrenos técnico, laboral o profesional para ocupar un
cargo, sino tener a alguien “enchufado” en el gobierno, alguien con influencias
que pase por encima de todos los requisitos legales o normas de una gestión
para tener una determinada responsabilidad en una institución, empresa o
proyecto del Estado.
Y ahí empieza todo. Una vez dado ese paso, vienen los
siguientes: la adulancia a los jefes, la ausencia de crítica, la participación
de varios miembros de una familia en cargos públicos en una misma institución
(nepotismo), las complicidades automáticas para hacer negocios “pequeños” que a
la larga se traducen en cuantiosos beneficios para unos pocos grupos, y esto se
hizo costumbre. Proliferan las empresas fantasmas (también llamadas de maletín)
que permiten hacer contratos desde las gobernaciones o alcaldías para construir
calles, carreteras, plazas u otras obras civiles, cuyas comisiones van a parar
a los bolsillos de los contratistas, de mutuo acuerdo con las autoridades
locales.
Estas prácticas pretenden convertirse en algo normal. Quien
no siga este esquema es considerado una persona estúpida; un individuo tonto,
no apto para ocupar un cargo público. La honestidad es considerada una
tontería; la rectitud moral algo sin importancia. Es el imperio del vivismo,
del “echao p’alante”, del aprovechador. Lo demás son patrañas, cuentos de
camino. La educación palidece frente a la habilidad para los negocios; el arte
y la cultura frente a la farándula, la TV o el entretenimiento;
la sensualidad erótica frente a la pornografía; se va erigiendo poco a poco un
imperio del consumo compulsivo que tiene al sexo, los vicios y al dinero fácil
como norte, y con ellos a las drogas fuertes, máximos potenciadores de los
placeres, además de constituir las drogas por si mismas una economía paralela,
un negocio redondo para las mafias; la sociedad se va hundiendo en un hedonismo
sin precedentes, en un facilismo que se va haciendo norma, calcado de los modos
de actuar y ser de los Estados Unidos: un país cuyo sistema desde un principio
pone énfasis en la acumulación de capitales en manos de unos cuantos
empresarios y bancos que hacen pactos tácitos con gobiernos sumisos.
Muchas empresas nacionales se convirtieron en
multinacionales y se fueron adueñando de todo: no sólo de los bienes de consumo
sino del pensamiento de esos consumidores a través de un nuevo agente: la
ideología. Una ideología escrupulosamente construida mediante arquetipos y
símbolos extraídos de los más insólitos arsenales de occidente: el calvinismo,
el monroísmo, el keynismo y un delirante constructo para la dominación mundial
que echó mano de la tecnología y la propaganda mediática y dio origen a la
tecnocracia y la burocracia, las cuales a su vez fueron dando al traste con
cualquier indicio de ética y de espiritualidad. Aquí el concepto de
espiritualidad debe ser entendido no como el practicado por las religiones;
sino por un conocimiento panteísta y universal en conexión con las fuerzas
originarias que dominan el planeta, con la energía ancestral de la tierra y
todo lo que ella representa y dona.
Por años, el aparato productivo del país estuvo en manos
privadas, y ahora pretende dictar las pautas económicas a seguir, les pone a
los gobiernos condiciones que deben cumplirse so pena de perecer frente al gran
sistema capitalista mundial, cuyas características han sido siempre un gran
desprecio hacia la clase obrera, cada día más empobrecida, que labora de modo
alienado para enriquecer a una clase media despilfarradora y a una clase alta
profundamente racista. La prueba de ello está en los permanentes maltratos a
afroamericanos, hispanos, indígenas, campesinos, sexo diversos, mexicanos o
chicanos que han vivido en EEUU en condiciones infrahumanas, empleados en una
mano de obra barata en fábricas y maquilas en las zonas fronterizas.
Lamentablemente estos modelos se han seguido en otros países de América Latina
y los resultados han sido nefastos.
La mayoría de las transacciones comerciales que se han
realizado en Venezuela bajo el modelo
explotador han servido para todo, menos para crear una economía productiva
propia que desarrolle el agro, la ganadería o la pesca o lograr una
infraestructura fuerte para todos estos rubros. Se han dilapidado recursos
debido al mal manejo de los proyectos y a una ausencia de seguimiento y control
de los mismos; muchos comerciantes
renegocian los recursos otorgados y ello genera una fuga de divisas que
va empobreciendo al país, dejándolo desabastecido, con los rubros básicos en
manos de unos comerciantes que remarcan, revenden y contrabandean sin el menor
escrúpulo. Se han puesto muchos de ellos de acuerdo con mafias financieras del
exterior para crear una inflación absolutamente delirante que ha tenido en
ascuas a la población en los últimos meses, creando situaciones de hambre y
angustia, con la complicidad de un buen número de políticos de extrema derecha
que han hecho lo imposible para procurar el derrocamiento del gobierno
venezolano a través de todos los formatos posibles: guarimbas, sabotajes a los
sistemas eléctricos y de comunicaciones, falsos positivos, asesinatos,
helicópteros sobrevolando edificios del Estado y recientemente atentando con un
dron explosivo contra el presidente constitucional Nicolás Maduro, el alto
mando militar y los ministros.
Fallan por todos estos medios mientras el gobierno idea
salidas a la crisis mediante distribución de cajas de alimentos, bonos
especiales, misiones, programas de atención, para ahora implementar una
acertada medida de carácter estructural del bolívar soberano –anclado a la
criptomoneda el petro– para impedir la inflación, la fuga de divisas y el robo
descarado de nuestra gasolina desde Colombia. Ha sido muy triste constatar cómo
el gobierno del vecino país ha urdido una trama siniestra para conspirar contra
Venezuela, no sólo desde el punto de vista económico sino también político,
hasta el punto de crear allí un tribunal paralelo para juzgar y descalificar a
nuestras autoridades civiles y militares. La ex fiscal y el ex presidente de
Pdvsa huyeron del país cargando con cuantiosas sumas de dinero y ahora culpan
al gobierno de toda ésta situación apoyando los actos terroristas perpetrados
contra la República, mientras los comerciantes hacen su parte a través del
sabotaje, el contrabando y una inflación inducida apoyados en el dólar today.
Han cumplido un papel vergonzoso en los recientes acontecimientos de agresión
contra un pueblo que desea vivir en paz y sacar Venezuela adelante, con trabajo
honesto y organización social. Con estas dos herramientas será posible echar andar
el país por un camino de equidad social, y no precisamente valiéndose de un
comercio dictado desde afuera con parámetros criminales que atentan contra la
subsistencia de la ciudadanía.
Creo que todo gobierno debe trabajar sobre sus prioridades,
y las de Venezuela desde hace tiempo son las de abastecimiento de comida en
todos los niveles. La política de viviendas ha sido acertada, tanto como la de
reconocimiento al sector del trabajador informal, adultos mayores,
discapacitados, sexo diversos y sobre todo de la presencia de la mujer en los
asuntos públicos y de Estado, así como el deporte y la cultura, han tenido en
nuestro país plena afirmación, sobre todo de los saberes populares y
tradicionales; sin embargo, los recursos del petróleo no han sido invertidos
plenamente en el desarrollo del aparato productivo y ello ha generado un
déficit lamentable que debemos salvar a la brevedad posible.
Soy consciente de que el Estado no puede asumir por si solo
la completa responsabilidad de la producción del país, pues se atrofiaría, pero
sí puede coordinar un programa nacional para la recuperación de una economía
pujante con el concurso de empresas grandes, medianas y pequeñas desde una
perspectiva socialista y un compartir comunitario más humano, más cercano a los
valores de nuestra cultura de la tierra. Entre todos podemos construir patios
productivos, solares, terrenos para sembrar nuestros hermosos frutos: la fértil
tierra está ahí aguardando por nuestras manos cariñosas, por nuestra voluntad
de hacerla florecer. “¡Salve fecunda zona”! exclamó el padre de nuestra
literatura, el maestro Andrés Bello, al observar la bondad y la belleza de esos
frutos que nos brinda la madre natura en la zona tórrida, y los convirtió en un
grandioso poema que ha sido el origen de la lírica americana. Vamos, pues,
armados de cultura, arte, inspiración y respeto al encuentro de nuestra amada
tierra para hacer de Venezuela un país de ejemplo para el mundo.
http://www.ensartaos.com.ve/la-plaga-del-comercio-especulativo-por-gabriel-jimenez-eman/
© Gabriel Jiménez
Emán
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