Por Simón Saba:
Buscando la causas y soluciones racionales de la depresión
económica venezolana
El ejemplo más usado para diferenciar a la macroeconomía de
la microeconomía es comparar a la primera con el bosque, y a la segunda con los
árboles individuales. Actualmente, en medio de la depresión económica en la que
estamos inmersos, todos los días hay gente molesta de todos los sectores
hablando de los árboles, pero casi nadie está estudiando el bosque y su estado
real. A eso nos dedicaremos en este
artículo, con números reales, estimados o proyectados en la mano, y si queremos
buscar las soluciones, hay que atender las causas reales y no las aparentes.
Pero antes de seguir, debemos expresar aquí que trabajar con
números reales y realistas es una tarea complicada debido, principalmente, a la
falta de publicación de las estadísticas oficiales, y también a la existencia
de diversas tasas cambiarias, y también precios diferenciados (efectivo o
transferencia) lo cual dificulta obtener un indicador correcto, así que
reconozcamos que todos los números son discutibles.
1.-DISMINUCIÓN PROPORCIONAL NO EQUILIBRADA DEL INGRESO.
Recordemos que no hay estadísticas ciertas, pero si, desde
que empezó la crisis fuerte, en el año 2014, el Producto Interno Bruto (PIB) ha
disminuido en aproximadamente el 40%, y para las grandes mayorías de la
población, el ingreso familiar puede haber caído hasta más del 95% (así de
crudas y dramáticas son las cifras), pues evidentemente no hay una disminución
equilibrada, y mientras que la mayoría se empobreció, hay una minoría que se ha
enriquecido en esta crisis.
Sabemos que si va a cambiar el modelo económico con toda
seguridad habrá cambios en la estructura de la redistribución de los ingresos,
pero este diferencial ha sido brutal por las proporciones, y porque no ha sido
compartido por igual por todos. Es
decir, ha habido un brutal traslado de riqueza de los sectores más pobres a
algunos privilegiados.
Ello se debe a que la remuneración al trabajo ha subido muy
detrás de los precios. Hay limitaciones
para hacer los cálculos, pero de enero del 2014 a finales de junio de 2018
(cuatro años y medio), la Liquidez Monetaria (M2) ha subido unas 1300 veces, el
salario mínimo más tickets de alimentación se ha incrementado en 1168 veces, y
como no tenemos a la mano el Índice de Precios al Consumidor (IPC), sabiendo
que muchos fijan los precios de sus productos al precio del dólar ilegal, pues
este ha subido más de 50.000 veces, o sea, los precios en la calle deben haber
subido unas 45 veces más que la remuneración al trabajo. Aquí hacemos notar que hay el precio legal,
el precio del bachaquero, el precio en efectivo y el precio por transferencia o
punto de venta.
Por supuesto, no todo ha subido igual, porque hay bienes con
precios regulados, subsidiados o congelados, y los que forman parte de la
canasta familiar, como la gasolina, la electricidad, los servicios de
telecomunicaciones, y los pasajes, y otros desaparecieron porque ya no vale la
pena cobrarlos, como el metro. Otros
servicios son gratuitos, como la salud y la educación. Así que no todo es disminución, pero no hay
estadísticas para tener unos indicadores confiables.
Hay otros que tienen ingresos muy bien indexados, como los
que reciben remesas, ingresos por exportaciones, intereses, dividendos o
pensiones del exterior, los que trabajan con el oro y algunos metales, o los
cacaoteros, así que hay un sector que ha resistido bien a la crisis, y diríamos
que subieron en su ranking relativo con respecto al resto de la sociedad.
Como ven, las cosas no son fáciles de analizar, los números
no lo dicen todo, y no podemos llegar a conclusiones precipitadas.
2.- LOS ELEVADOS COSTOS DE LOS SUBSIDIOS IRRACIONALES.
La falta de estadísticas, sumado a cambios y precios
diferenciales, dificulta un análisis.
Pero una proporción muy elevada del PIB se pierde en subsidios que
representan una pérdida bruta y neta para toda la sociedad. Mientras no resolvamos ese desangre, no hay
política económica que valga, ni controles de precios, ni inspecciones, ni
acuerdos, y la guerra económica se seguirá perdiendo.
Veamos por dónde se desangra actualmente el país:
a) El
subsidio a la gasolina, el gasoil, y el gas. Usemos la siguiente estimación:
consumo “interno” de 700 mil barriles diarios por 360 días al año a US$
65 por barril de petróleo, nos da US$ 16.380 millones, que es un monto
respetable de casi el 11% del PIB.
Duplica el servicio de la deuda externa, y además, de pararse en seco,
dejaría un excedente para otros gastos esenciales. De forma irracional se subsidia el consumo nacional
de Venezuela, Colombia, y muchas embarcaciones del Caribe. No quiero entrar en detalles, pero eso no es
defendible desde ningún punto de vista.
Todo viene porque una sola vez, en febrero de 1989, el aumento de la
gasolina fue el detonante que llevó al estallido social; pero numerosas veces
antes y después se dieron subidas en el precio del combustible y no sucedió
absolutamente nada.
b) Por lo
tanto, ese argumento también se cae por su propio peso, y por la evidencia
estadística. Además, solamente la mitad
del subsidio beneficia al país, y la otra mitad es para subsidiar a países
vecinos, lo cual es dañino para Venezuela.
Todo lo dicho aquí se agrava e interrelaciona con la caída de la
producción petrolera, ahora ubicada en menos de 1.500.000 barriles diarios, o
sea, la mitad de lo que se extrae se usa para subsidiar la otra mitad, y al
país no le queda casi nada. Para no
seguir llorando me detengo aquí, no sin antes pensar que, sabiendo todo esto
desde hace tiempo, no se hace nada.
c) El subsidio a la electricidad y el agua. Esto si es socialmente sensible, pero hay que
recaudar al menos para cubrir los gastos de mantenimiento e inversión, porque
ahora, para todos los gastos e inversiones, hay que pedir un apoyo al estado, y
cuando llega, por efecto de la inflación, ya es insuficiente, por lo cual los
servicios tienen una tendencia irreversible a deteriorarse. No hay datos actuales, pero si en el año
2014, el PIB a precios constantes de 1997 del sector “Electricidad y agua”
representó el 2,34%, y si, después de la caída del PIB de varios años seguidos,
si su proporción es la misma (lo cual es dudable, porque este sector tiende a
ser más estable que el total), de US$ 150.000 millones, ese porcentaje
representaría US$ 3.518 millones, otro monto considerable. Es decir, tampoco podemos obviarlo.
d) No se a
quien se le ocurrió subsidiar y fomentar las importaciones y los viajes al
exterior, al tiempo que se frenaban y castigaban las exportaciones. Durante los años de CADIVI el país perdió
centenares de miles de millones de dólares (varias veces el PIB de un año), que
sirvieron para que crecieran y desarrollaran Panamá, Cúcuta, Bogotá, Miami y
otras ciudades en el exterior con dinero venezolano. Ya está frenada esa bochornosa situación,
pero el daño causado al país es tan grande que pasaremos años lamentándolo.
e) Los
precios regulados y los obligados “subsidios privados”. Hay varios aspectos que tocar, pero el
problema no son tanto los precios sino la caída del poder adquisitivo. Voy a desarrollar un solo ejemplo que puede
servir para los demás: el transporte público. Para ser sinceros, si en el momento en que
usted lee esto subieran el costo de los pasajes en 5 veces, aún así no
alcanzaría a ser rentable para los transportistas, que se mantienen laborando
mientras su principal activo se va deteriorando, hasta que deja de
funcionar. Obligar a cobrar por debajo
de los costos no es rentable, y la respuesta es la salida forzada de servicio
de la mayoría de las unidades (lo mismo vale para las telecomunicaciones,
etc.). Cuando el sector público
subsidia, el origen de los fondos que se usan viene de la principal fuente de
ingresos, que es el petróleo, hoy muy disminuido. Cuando el sector privado subsidia, el
resultado es un deterioro y disminución del servicio o de la oferta. Alguien puede decirme que el gobierno le da
insumos a los transportistas, pero son tan pequeñas e ínfimas las cantidades
que al competir por ellas, igual su precio termina según las reglas del
capitalismo más salvaje. Y para
completar, el gobierno se ha creado tal carga de subsidios que ya no puede
cumplirla ni asumirla, en especial con una disminución acelerada de sus
ingresos.
3.- REPLANTEAR LA ESTRUCTURA ECONÓMICA.
Sin lugar a dudas, toda la estructura económica venezolana
está basada en un modelo irracional e insostenible que está implosionando
contra si mismo, con la renuencia a tomar o plantear las medidas que lo
corrijan. Mientras ello sucede en la
estructura formal, la “mano invisible” está creando una economía paralela que
se rige según las leyes más crudas del capitalismo más salvaje.
Antes de seguir, como anécdota contemos que, en la década de
1980, en la Unión Soviética se vanagloriaban de que el precio del pan y del
metro de Moscú seguían iguales por 50 años:
el ticket del subterráneo moscovita valía 1 kopek desde 1930, y la URSS
se había convertido en la principal importadora de trigo del mundo, aún siendo
el país más extenso del planeta. Pues la
gente compraba el pan para alimentar a los animales, y para que los niños lo
patearan para jugar (algo similar sucedió en la antigua Roma). Un poco después, el capitalismo más salvaje
se adueñó de la principal potencia comunista.
El asunto no es cuestión de ideología, sino de
administración y contabilidad. Para
subsidiar algo hay que tener con qué, y no se puede administrar todo si no hay
una fuente de ingresos que lo pague todo.
Actualmente, como está la economía venezolana, con la irracionalidad
(por usar un término suave) con la que se maneja el sector petrolero, principal
fuente de ingresos del país, la única forma de recuperarlo y de mantener la
actual estructura económica es que el barril de petróleo se ubique en US$ 200
por un tiempo prolongado, y para ser realistas, la probabilidad de que ello
suceda es muy baja, como ganar un premio grande de la lotería.
Ya la realidad está creando una nueva estructura económica,
que poco a poco se va imponiendo sobre la tradicional y “formal” (aquí no se
está hablando de legalidad o ilegalidad ni de mercado negro, porque muchas
veces la nueva realidad es muy legal, más que la “formal”).
Afortunadamente, Venezuela tiene muchos recursos y
potencialidades naturales. Por ejemplo,
si bien fracasaron todos los subsidios e incentivos a la agricultura que por
décadas se concedieron, desde la “reforma agraria”, el “borrón y cuenta nueva”,
y todo lo que se hizo por más de 50 años, ahora está subiendo la producción
agrícola sin incentivos oficiales, aunque aún no se refleja en las estadísticas
(porque una gran parte va a Colombia y otros países donde la cuentan como si
fuera su “producción nacional”) ni en lo que dice los gremios.
Aún hay mucho por hacer, y algunas cosas ya se hicieron pero
hay que esperar a que se materialicen.
Por ejemplo, hay que aguardar a que crezcan las plantas de cacao que se
han sembrado y se siguen sembrando, que convertirán a este rubro en una de las
principales fuentes generadoras de divisas.
Los ingentes ingresos de este sector poblacional que no ha
disminuido sino más bien han aumentado sus ingresos, van creando una nueva
estructura económica y de consumo que debe ser satisfecha, creándose una nueva
economía que poco tiene que ver con la que ha regido a Venezuela por más de 80
años.
Y ello va sucediendo con la vista gorda de las autoridades,
o a pesar de ellos.
Por ejemplo, mientras los pasajes siguen regulados, las
líneas, sus afiliados y las “placas amarillas” van perdiendo significado
práctico. Ahora en las paradas vienen
los microbuses no afiliados y cobran a un precio superior al establecido, pero
sin hacer las colas; gente particular, no transportistas, llegan a las paradas
y recogen pasajeros, también para así conseguir algún efectivo.
La mesa está servida para que venga una operadora por
aplicación móvil a ofrecer sus servicios de transporte, a pesar de los bloqueos
contra Venezuela, por lo que ello podría darse con un sistema autóctono, no
dependiente del exterior.
Para protegerse de la inflación, la gente cada día que pasa
están haciendo más negocios con métodos alternos de pago, como las monedas
extranjeras, o basarse en el precio de algún bien o rubro tipo “comoditty”.
Así que no sabemos si dejamos morir a PDVSA, la petrolera
que resguarda legalmente las mayores reservas petroleras del mundo, o si se
racionaliza su manejo. Si la dejamos
morir, es seguro que nacerá una nueva economía que aún no existe, pero que ya
se avizora, pero también al quedar tan grandes recursos sin guardianes, podrían
ser objeto del mayor saqueo a nación alguna desde la caída de la Unión
Soviética.
4.- PROPUESTA SUSTENTADA Y SUSTENTABLE: LO QUE HAY QUE
HACER.
Con el trauma de haber vivido una hiperinflación descomunal
y dos guerras mundiales que perdieron, los alemanes se vieron forzados a ser
buenos y prudentes administradores. Y si
ellos se ubican en el primer lugar mundial, nosotros no destacamos en esa
materia. Pero ahora estamos viviendo nuestro propio trauma y estamos forzados a
aprender a administrar racionalmente.
En primer lugar, hay que empezar a vender la gasolina en el
mercado interno al precio de exportación internacional, y hacerlo de forma
inmediata, no progresiva. Ello
permitiría al gobierno conseguir más de US$ 16 millardos anuales, sin créditos,
sin compromisos con el FMI, sino con dinero fresco y continuo.
Con el final de ese y otros subsidios se puede llegar a
recaudar US$ 20 millardos al año de manera continua, y si suben más los precios
del petróleo, se recaudaría más. Además,
no estamos hablando de despedir a nadie:
los únicos que perderían su trabajo serían algunos de los
contrabandistas de gasolina en la frontera.
De esos US$ 20 millardos hay que destinar una parte para la
reinversión y la recuperación de esas industrias, además de pagar deudas, pero
podría quedar o tratar de destinar unos US$ 6 millardos para remunerar al
personal del sector público.
Sabemos que lo que más está impactando e impacientando a los
ciudadanos y a la economía es el bajísimo poder adquisitivo de la remuneración
del personal. Actualmente, el que gana
un salario mínimo, gana unos US$ 2 mensuales, y con los aguinaldos, bonos
vacacionales y afines, quizás reciben unos US$ 30 anuales (alguien puede
decirme que no estoy calculando bien, pero muchas veces reciben el sueldo o los
bonos a destiempo, cuando vale menos).
SI hay 2,5 millones de trabajadores en el sector público, y
multiplicamos por US$ 30 anuales, tenemos que el estado (en todas sus ramas y
niveles) gasta apenas US$ 75 millones al año en remunerar al personal, una
cifra ínfima e irrisoria, que da pena decir y repetir.
Si de los US$ 20 millardos anuales que mencionamos arriba se
destinaran US$ 6 millardos al año, tendríamos que, a la vuelta de 12 meses, el
poder adquisitivo real de la mayoría de la población subiría 80 veces, y le
daría un impulso al deprimido consumo interno que podría hacer subir al PIB en
más de un 10% interanual por más de 3 años, al menos, y si se mantiene la
racionalidad en el manejo de la economía.
Sin lugar a dudas, daría lugar a un nuevo “milagro
económico” al pasar del abismo a la normalidad en corto plazo.
Quizás alguien diga que una terapia de shock impactaría
negativamente a la población, pero más de un millón de venezolanos han emigrado
a países donde la gasolina cuesta más de US$ 1 por litro. En más de 185 países, la gasolina se vende a más
de US$ 1 por litro, y nadie se empobrece ni se muere por ello.
Si por mantener a la gasolina gratis para venezolanos y
colombianos significa que yo perciba solamente menos de US$ 2 al mes (o sea, si
la estoy pagando, pero indirectamente, y también estoy financiando la gasolina
de los otros venezolanos que tienen carros, y de los colombianos también), pues
al eliminar ese derroche – regalo yo pasaría a cobrar directamente al menos US$
2.400 anuales, un promedio de US$ 150 mensuales (por los aguinaldos y bonos
vacacionales), mucho más que los menos de US$ 2 mensuales que percibimos ahora.
Todos los problemas pasan por la gasolina. Solamente anulando su subsidio se puede
cambiar la situación, aunque todo lo demás siga igual, si es que tienen miedo
de cambiar algo. Ningún enemigo del
gobierno va a darle buenos consejos ni van a señalarle sus errores, porque
están esperando que se autodestruya sin hacer ellos ningún esfuerzo (eso lo
enseñan Sun Tzu y Maquivelo). Mientras
tanto, los funcionarios oficialistas dicen que la situación está mal, pero se
están haciendo las cosas bien, lo cual es contradictorio e ilógico.
Como ven, esta propuesta se basa en cifras estimadas (no hay
cifras reales a la mano), y no estamos hablando de atacar a nadie (ni al abasto
de la esquina, ni al bachaquero que se pone en la acera, ni a nadie), ni
inventar nada, ni de cambiar las cadenas de comercialización, ni nada de eso, y
tampoco de despedir a ningún empleado (salvo a los corruptos). Todas esas cosas se podrían hacer después, si
hicieran falta, pero desde una posición de más fortaleza y con más
músculo. Pero ésta es una propuesta con
números en la mano, y que desde lo macro resolvería lo micro.
La irracionalidad y los temores no deben administrar a
ningún país. La Gran Depresión de EEUU
empezó en 1929, y siguieron haciendo las mismas irracionalidades por casi 4
años mientras la situación empeoraba cada día más, ya que no sabían ni se
atrevían a hacer nada distinto, hasta que llegó Franklin D. Roosevelt y cambió
de orientación, y revirtió la situación con su “New Deal”. Aprendamos de la historia económica y de la
experiencia propia y ajena.
Actualmente en Venezuela las cosas están mal, muy mal, y por
lo tanto, hay que hacer algo distinto a lo que se está haciendo.
La norma esencial de la economía es simple, y tiene miles de
años: ingresos deben ser iguales a
egresos, o fuentes iguales a usos. Su equivalente en las ciencias puras sería
el Principio de Lavoisier: la materia no
se crea ni se destruye, solamente se conserva o se transforma.
simonsaba@yahoo.com
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