Por Carlos Iaquinandi Castro:
Hace unos días, el parlamento israelí aprobó por estrecho
margen de votos la Ley del Estado-Nación. Una norma que consolida e intenta
“legalizar” un proyecto de colonización iniciado hace 70 años en el territorio
palestino.
Contexto histórico del conflicto.
Los gobiernos israelíes han sabido utilizar siempre las
favorables coyunturas internacionales para extender su territorio y su control
militar. Lo hicieron al término de la Segunda Guerra Mundial, cuando el
sionismo consiguió que los vencedores de la contienda cedieran parte del
territorio palestino, hasta entonces región colonizada por el Reino Unido. La
resolución 181 de la ONU de noviembre del 1947 recomendó la partición de
Palestina en un estado judío, un estado árabe y una zona bajo régimen
internacional (Jerusalén). Fue decisivo el peso de EE.UU que influyó en otros
32 países para conseguir una votación favorable.
La partición otorgó el 56 % del suelo palestino a los
judíos, que en ese entonces representaban solo un tercio de la población total.
Los árabes rechazaron esa decisión unilateral que afectaba gravemente su
territorio. Se inició entonces una serie de enfrentamientos armados con los
judíos. La población palestina, aunque claramente mayoritaria, era de origen
campesino, sin ninguna organización militar y prácticamente desarmada porque la
administración británica había prohibido a los árabes la posesión de armas (135
palestinos fueron ejecutados por desobedecer esa orden).
Los judíos ya disponían de fuerzas perfectamente equipadas y
entrenadas militarmente con las cuales se formó luego el Ejército de Israel. El
suceso más grave fue en abril del 48, la masacre de Deis Yasin, cuando dos
compañías judías entraron en ese pueblo y asesinaron a 250 de sus 400
habitantes, la mayoría ancianos, mujeres y niños, porque los hombres adultos
estaban trabajando en Jerusalén. Hay testimonios de los sucesos, presentados
por el entonces delegado de la Cruz Roja Internacional Jacques Reynier. Gran
Bretaña anunció su retirada de la región para el 15 de mayo de 1948. Un día
antes, el Consejo Nacional Judío, proclamó la formación del estado sionista,
generando una confrontación generalizada en la región de Medio Oriente. En los
años posteriores, y como consecuencia de distintos conflictos armados, Israel,
con el permanente respaldo, financiación y armamento del gobierno de los Estados
Unidos, fue ocupando nuevos territorios árabes.
Gamal Nasser
En 1956, un joven oficial egipcio, Gamal Nasser, derroca a
la monarquía y nacionaliza el Canal de Suez por el que pasaba casi todo el
comercio europeo-asiático. Inglaterra, Francia e Israel, se unieron para -con
diferentes argumentos- atacar a Egipto y recuperar el control geoestratégico de
la región. El conflicto se inició con la entrada del ejército israelí en el
desierto del Sinaí. Luego intervinieron paracaidistas de los países europeos.
Finalmente y ante la presión de la Unión Soviética las tropas invasoras se
retiraron.
Paralelamente aumentaba la resistencia a Israel en
Palestina, y en la región, Siria y Egipto respaldaban esa lucha. Creció la
popularidad de Nasser y de sus políticas panarabistas, a la par que declinaba
la influencia del Reino Unido y Francia en la región. Rápidamente Estados
Unidos comenzó a ocupar ese espacio y a sentenciar el futuro de las posiciones
anticolonialistas de Nasser, influenciando para ello a las monarquías árabes
productoras de petróleo, que dependían de los países occidentales.
Constante expansión territorial
En Junio de 1967 se inicia la llamada “Guerra de los seis
días”, durante la cual el ejército israelí muy superior a sus oponentes y
dotado de moderno armamento occidental, destruye en tierra a la aviación de
Egipto y de Siria, y ocupa con sus tropas Cisjordania, Gaza y las colinas del
Golán. A partir de entonces, el gobierno israelí promovió asentamientos, y
controles militares. Numerosas aldeas fueron arrasadas con excavadoras y
expulsadas sus habitantes.
Otro medio millón de palestinos se desplazó a Jordania. La
resolución 242 de las Naciones Unidas, de noviembre de 1967 exigió “la retirada
israelí de los territorios ocupados”. Nunca se cumplió. Nadie la hizo cumplir.
Israel con la protección de los Estados Unidos, tiene total impunidad y actúa
al margen de las normas internacionales.
Hoy se calcula que unos cinco millones de palestinos están dispersos por el
mundo, muchos en países de Medio Oriente, en campos de refugiados.
Gaza, prisión a cielo abierto
En Gaza desde hace 11 años, malviven un millón y medio de
palestinos en la que se considera la prisión a cielo abierto más grande del
planeta. Están cercados por tropas israelíes que controlan y restringen el paso
de alimentos, medicinas y materiales. La situación de subsistencia y sanitaria
es crítica. Las fuerzas israelíes de ocupación, les racionan el suministro
eléctrico, de gas y de agua.
Recientemente redujeron la ya mínima zona de pesca de los
palestinos en las costas de Gaza. Las protestas y la resistencia en los últimos
años han sido aplastadas con bombardeos que han dejado cientos de muertos y
heridos y destrozado viviendas, escuelas y hospitales.
Cifras de la ocupación ilegal de tierras palestinas.
Cuando se suscribieron los Acuerdos de Oslo, en 1993, el
censo elaborado por el gobierno israelí, indicaba que unos 250.000 colonos ya
poblaban los territorios ocupados. Actualmente se estima que serían más de
800.000 extendiéndose los asentamientos ilegales principalmente en la zona de
Hebrón y en el Valle del Jordán acompañados por puestos militares de los
ocupantes, que restringen y controlan el paso de palestinos en sus propia
tierra. A eso se suma el gigantesco muro de Cisjordania en cuyo entorno han
sido destruidas plantaciones y cultivos de los árabes, y miles de casas palestinas
podrían ser demolidas por decisión del gobierno de Israel.
El veto norteamericano en la ONU: impunidad israelí.
Las resoluciones de las Naciones Unidas condenando la
ilegalidad de los procedimientos y acciones de Israel son sistemáticamente
anuladas por el veto de los Estados Unidos. (un privilegio anacrónico que
comparte con Rusia, China, Francia y Reino Unido). La última de las
resoluciones de la Asamblea General de la ONU en sesión de emergencia,
declaraba el estatus de Jerusalén como capital de Israel como “nulo y sin
valor”.
Pero el gobierno de Tel Aviv siguió adelante reprimiendo las
protestas de los palestinos y militarizando la ciudad. Días después, el
perturbado presidente Trump, visitó Jerusalén y “legalizó” la violación de los
acuerdos existentes, anunciando que trasladaría allí su embajada de Tel Aviv.
Ese día, las manifestaciones de protesta de los palestinos, con hondas y
piedras, fueron reprimidas con disparos por fuerzas israelíes provocando 60
muertos -entre ellos varios niños - y decenas de heridos. Las Naciones Unidas
iniciaron una investigación para aclarar los posibles crímenes cometidos por
Israel, pero hasta ahora no se conoce ningún resultado.
El nuevo y decisivo paso de los ultranacionalistas.
En este resumido contexto histórico, se llega al pasado
jueves 19 de julio. Ese día la Knesset (parlamento), aprobó la ley que define
oficialmente a Israel como Estado Nación del pueblo judío. Una vez más la
extrema derecha y los sectores religiosos radicales, aprovechan la situación
internacional y en particular, el respaldo de Donald Trump a los sectores
ultranacionalistas, en este caso para dar un paso histórico, que pretenden que
sea irreversible. La Ley aprobada reserva exclusivamente a los judíos el
derecho a la autodeterminación y establece que el hebreo será la única lengua
oficial. Discrimina a casi el 20% de la población árabe que tiene el país. Y
entre otras cosas, faculta que en caso de duda, la ley religiosa judía supla
principios generales del derecho. La controvertida ley se aprobó por 62 votos a
55. Se opusieron no solamente los diputados de origen árabe, sino también
aquellos que consideran esta decisión un error, y que legaliza el “apartheid”.
Y el mundo no hizo nada
El ex canciller israelí Shlomo Ben Ami, y luego
vicepresidente del Centro Internacional Toledo por la Paz publicaba en marzo
del 2015 en el diario español “El País”, un artículo titulado “La victoria del
miedo en Israel”. En uno de los párrafos finales escribía: “Si queremos que los
palestinos eviten el triste destino de los kurdos, la mayor nación sin estado
del mundo, e Israel consiga apartarse de su avance suicida hacia un estado con
régimen de apartheid, las dos partes necesitan que el mundo las salve de sí
mismas.” Y a continuación se preguntaba: “¿Pero tiene el mundo la voluntad y la
sabiduría suficientes para actuar? “ Han pasado poco más de tres años de su
reflexión. Ahora ya sabemos que no. La norma promulgada establece claramente
una forma de apartheid.
Rechazos dentro de Israel
La oposición política en el parlamento israelí, criticó
duramente la nueva Ley. La presidenta del partido izquierdista Meretz, Tamar
Zandberg, afirmó que se había aprobado una ley racista, con la que se pretende
desviar la atención sobre la crítica situación en Gaza. Por su parte, la Lista
Conjunta (árabe) calificó la ley como “antidemocrática, colonialista, racista y
con claros rasgos de apartheid”. Ayman Odeh, jefe de la bancada afirmó que el
régimen “está cavando un pozo de miedo, racismo y autoritarismo para dividirnos
el uno del otro”.
Prometió luchar por un futuro para todos con democracia,
igualdad y justicia. El presidente israelí, Reuven Rivlin, una figura
protocolaria sin apenas atribuciones, se dirigió a los diputados criticando que
la Ley del Estado Nación fijara la discriminación y la exclusión en función del
origen étnico o religioso. Por su parte, el letrado mayor del Parlamento, Eyal
Yinon, comunicó también a los diputados que el texto “se desvía
significativamente de los controles legales exigibles”. “No hemos hallado equivalencias
en ninguna otra Constitución del resto del mundo”. Nada de esto tuvo eco alguno
entre los 6 partidos que integran la coalición ultranacionalista que lidera
Netanyahu.
Alianzas inquietantes
En el horizonte inmediato, en esta Europa sin norte ni principios,
tengamos en cuenta el vínculo de Israel con la Hungría racista y totalitaria de
Viktor Orbán, que lidera el llamado “Grupo de Visegrado”, que integran también
Polonia, Eslovaquia, y la República Checa. Estos gobiernos están imponiendo en
Europa el cierre de fronteras y el abandono de los refugiados que huyen de las
guerras y el hambre, provocadas en la mayoría de los casos por las
intervenciones militares o el expolio de los países occidentales. A esa
política excluyente y retrógrada, acaba de sumarse el gobierno italiano del
ultraderechista Mateo Salvini, que reinventa un nacionalismo basado en
falsedades, en un revival del fascismo mussoliniano.
Hace días, durante su visita a Jerusalén, el autócrata
húngaro Víktor Orbán, refiriendose a Netanyahu proclamó: “nosotros somos la
primera línea que protege a Europa”. ¿Y quién o quienes nos protegerán a
nosotros? … es la pregunta que nos hacemos los ciudadanos europeos.
El “Gran” Halcón: Lieberman
El ministro de defensa israelí, Avigdor Lieberman, conocido
por sus frases a favor del exterminio de
los palestinos como solución al “problema” territorial, advirtió quel uso de
cometas y globos incendiarios utilizados por activistas palestinos en la franja
de Gaza, “forzará a Israel a llevar a cabo otro ataque militar a gran escala”
contra el enclave donde malviven un millón y medio de personas. Esos artefactos
artesanales de los palestinos no han provocado víctimas, solo algunos pequeños
incendios.
Pero al parecer, eso podría justificar una respuesta absolutamente
desproporcionada, como las grandes operaciones similares de bombardeo
realizadas en los últimos años. La más devastadora fue la que el ejército
israelí bautizó como “Plomo Fundido” en el 2008, y que dejó 1.300 palestinos
muertos y más de 5.000 heridos, la destrucción de miles de viviendas e
infraestructuras básicas en Gaza. Al parecer, el ultraderechista Lieberman, se
inspira en la frase que pronunció el 18 de noviembre del 2012 el entonces
ministro del interior israelí, Eli Yisahi, cuando dijo “El objetivo de la
operación es que Gaza vuelva a la Edad Media. Solo entonces Israel mantendrá la
calma durante 40 años.”
La flagrante injusticia alimenta el conflicto
Negar o destruir la posibilidad de una paz negociada, además
de ser una profunda y trágica injusticia con el pueblo palestino, es garantizar
que el conflicto se eternice y mantenga desestabilizada esa estratégica región
de Medio Oriente. Las balas, las bombas, las ocupaciones, la destrucción de
cultivos y viviendas y las humillaciones sobre la sociedad palestina, no pueden
menos que generar la voluntad de lucha, resistencia y odio al ocupante. Un odio
que ya explicaba en abril de 1965 quien ocupaba la jefatura del ejército de
Israel.
Decía Moshe Dayan en
el entierro de un colono judío muerto durante un ataque de la resistencia
palestina: “No les echemos la culpa. ¿Por qué deplorar su odio y su rabia
contra nosotros ?. Durante años han estado esperando en campos de refugiados en
Gaza y frente a sus propios ojos han visto cómo sus tierras y aldeas, aquellas
que ellos y sus padres habitaron, se transformaron en nuestro estado.”
Dayan, ya retirado de su función militar, dedicó los últimos
años de su vida a la negociación y bregando por la consolidación de la paz con
los palestinos. Muchos años después, la situación sigue igual o peor. La
violencia sistemática solo generó más muertos y destrucción. Dolor y
sufrimiento. Es imperioso exigir paz y justicia
El silencio de los gobiernos y de los organismos
internacionales significa complicidad.
Redacción de SERPAL
palestinaymexico@lists.mayfirst.org
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