Por Homar Garcés:
Aunque sea algo que se niegue de manera reiterada, la
desinformación, la estigmatización y la agresión han sido -desde hace 70 años-
unos elementos constantes en la historia de despojo del pueblo palestino. Esto
lo omite alguna gente de modo deliberado, temerosa de ser acusada de
antisemita, dando así la excusa perfecta para no «preocuparse» demasiado por la
suerte (o muerte) de millares de seres humanos que sólo defienden su derecho a
la tierra y la cultura heredadas de sus ancestros, tal cual le correspondería a
cualquier otro pueblo del mundo.
Esta actitud es compartida, incluso, por quienes se
identifican contrarios a los sectores más conservadores de sus respectivos
países, lo que contribuye a mantener en un estado de incomprensión e
indiferencia los sucesos que tienen lugar en el escaso territorio que todavía
ocupan los palestinos; los cuales -por cierto- apenas merecen la atención de la
industria mediática cuando éstos superan el marco «normal» de violencia
aceptada.
Vista así, sin prejuicios ni animadversión algunos de por
medio, la situación presente de Palestina merece la atención, la justicia y la
solidaridad de cada persona sensata. Antes de que desaparezca por completo de
la faz de la Tierra. No por simple demagogia o por fanatismo antisionista, sino
porque son seres humanos a los cuales se les niega la vida, de manera sistemática
y cruel, lo que hace rememorar la historia de persecución, sadismo y exterminio
protagonizada por los nazis en Europa en su loco afán de preservar la raza»
aria.
De un modo similar, pero con una mayor impunidad, se condena
a los palestinos a una extinción absoluta, en medio de intereses geopolíticos
que enrarecen y dificultan cada día una posible solución. En vez de
permitírseles esto último, sufren a la vista de todos el desalojo y destrucción
de sus casas, la destrucción de sus olivares antiguos, el encarcelamiento
injusto e inhumano de niños, y, más escandaloso aún, el asesinato impune (e
inducido) de cientos de ellos.
Víctimas de lo que empezó a ser “una tierra sin pueblo para
un pueblo sin tierra”, borrando así sus derechos, los palestinos han tenido que
padecer igualmente los efectos de la inversión de la verdad, cuestión que ha
facultado que, bajo ninguna circunstancia, la muerte de cualquiera de ellos sea
cual sea su edad y estado físico, se llegue a considerar como un asesinato, en
un claro ejemplo del desprecio a su condición humana, así como la práctica de
oscurecer responsabilidades al respecto.
“Gaza se está hundiendo lentamente en el mar, pero ¿a quién
le importa?”, expresa sin ironía Jonathan Cook en su artículo “Los medios
corporativos nos convierten en esclavos de un mundo de engaños”, lo cual
refleja la actitud creada a nivel mundial por lo que él denomina la Gran
Narrativa Occidental, la misma que ha impuesto una cartelización global de la
información. Mediante ésta, la limpieza étnica que tiene lugar en lo que resta
de Palestina se asume como un incidente normal e inquebrantable. Incluso,
justificado como un castigo divino contra el cual no cabría apelación alguna. -
mandingarebelde@gmail.com
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