miércoles, 11 de julio de 2018

AMLO esperanza a México, pero ¿irá a fondo?


Por Emilio Marín:
Era falso el “fin del ciclo progresista” en Latinoamérica
El 1 de julio hubo elecciones en México y ganó el candidato de centroizquierda. AMLO encendió grandes esperanzas en su país y la región. ¿Podrá cumplirlas?

En 1992 Francis Fukuyama publicó “El fin de la historia y el último hombre”, dando por sentado la victoria no sólo estratégica del capitalismo. Los hechos mostraron que era un embuste. Proyectos progresistas y antiimperialistas florecieron en América Latina. Y las crisis sacudieron los cimientos del capitalismo, incluso de metrópolis. En 2008 colapsó Wall Street y en 2011 protestaron los indignados, incluso los de Occupy Wall Street.

Algo parecido a la sentencia de Fukuyama se dictó en nuestra región tras las irrupciones de la derecha de fina sintonía con Washington en Brasil, Argentina, Chile, Perú, Colombia, Paraguay, Honduras, etc, por la vía golpista o por elecciones. La última gota que rebalsaba el vaso fue la traición de Lenin Moreno a la Revolución Ciudadana de Ecuador y Rafael Correa.

Esas conclusiones sobre “el fin de ciclo progresista” mezclaban deseos con realidades. Había hechos que le daban verosimilitud, pero también mucha intencionalidad política disfrazada de sociología trucha y academicismo de cuarta. La fuente ya no era Fukuyama sino Rosendo Fraga o Julio Bárbaro, el consejero político de Luis Barrionuevo. La ciencia huía espantada cuando esos personajes abrían la boca…

Y esa refutación es lo extraordinario del comicio de México, el 1 de julio, cuando más de 30 millones de mexicanos y mexicanas (53 por ciento de los votantes) le dieron la victoria a Andrés Manuel López Obrador, del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), socio mayor de Juntos Haremos Historia.
El Instituto Nacional Electoral dio las cifras oficiales. El ganador le sacó más de 30 puntos a Ricardo Anaya Cortés, del derechista PAN aliado al PRD, cuya coalición Por México al Frente, tuvo el 22,26 por ciento. Más atrás quedó la centroderecha que gobernaba con Enrique Peña Nieto, el desprestigiado PRI, eje de Todos por México, con José Antonio Meade, con 16,42 por ciento.

Algo pésimo hicieron en estas décadas los tres partidos (PRI, PAN y PRD, sobre todo los dos primeros, del decadente bipartidismo), para que Morena los derrotara de modo concluyente. Esta vez no hubo fraude que salvara al régimen del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá, el latifundio, la dependencia, la corrupción, el narcotráfico, los crímenes de Ayotzinapa, la postergación de los originarios y la impunidad.

Hubo un voto castigo a gobiernos que arruinaron al país, sus finanzas y recursos naturales. También en vidas: en la guerra contra el narcotráfico y por causas políticas han muerto en los últimos años entre 180 mil y 240 mil personas, entre ellos centenares de candidatos a estas elecciones. “AMLO mejor”

Los resultados no se agotan en lo mal que actuaron quienes se alternaron en la residencia presidencial de Los Pinos. En el voto masivo a Morena también pesó el carisma de AMLO, que prometió un cambio para los más humildes, jóvenes y pueblos originarios, como lo reiteró ante una multitud en el Zócalo, el domingo de la victoria.

Durante la campaña recorrió el país a favor de un cambio que mejorara la situación de esos sectores, desarrollara la economía, garantizara los derechos humanos, las cuestiones de género y medioambientales. Su bandera principal fue luchar contra la corrupción y que no habría impunidad para nadie, ni sus funcionarios.

Dijo que aumentará la inversión pública para impulsar actividades productivas y generar empleos, fortaleciendo el mercado interno. Tendrá mayoría de los 128 senadores y los 500 diputados electos, pues triunfó en 31 estados y sólo perdió en Guanajato. Por primera vez una mujer, Claudia Sheinbaum, de Morena, será jefa de Gobierno de la Ciudad de México.

Sus primeros anuncios fueron positivos, aunque limitados: habrá una beca para 2,.6 millones de jóvenes que no estudian ni trabajan, y un subsidio a adultos mayores. Otros sonaron a gesto para la tribuna: no vivirá en Los Pinos, que se convertirá en museo, no viajará en aviones privados ni tendrá la custodia oficial.
Eso no alcanza a disipar las nubes sobre su futuro gobierno, a partir del 1 de diciembre. Son buenos indicios, en la dirección anhelada por esa multitud alegre del Zócalo y la buena onda del país y la región, deseando que el suyo sea un reinicio del “ciclo progresista”. Por ahora no hay tal ciclo, sino una prometedora cuasi excepción, mirada con cariño por quienes están en esa trinchera (Cuba, Venezuela y Bolivia).

Las señales no prometedoras también existen. El primero en llamarlo y dialogar durante media hora fue Donald Trump, y ambas partes hablaron maravillas de esa conversación.

Otra duda: el electo aún no se reunió con los sindicatos ni pueblos originarios, pero sí con los popes de monopolios privados del Consejo Coordinador Empresarial (CCE). Al término de la reunión en un hotel de Polanco en Ciudad de México, el 4 de julio, Gustavo de Hoyos Walther, titular de la Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex), “calificó de satisfactoria la cita y dijo que otorgaron un voto de confianza al tabasqueño”. AMLO tuvo igual valoración: “hay un ambiente de confianza mutua. Nosotros con el sector empresarial, y ellos, que han manifestado su confianza en el nuevo gobierno”.
Los zapatistas no tienen expectativa. “Podrán cambiar al capataz, los mayordomos y caporales, pero el finquero sigue siendo el mismo”, comunicaron.

Frente al desastre de corrupción, AMLO es lo mejor. Pero la historia regional mostró que la centroizquierda no se propone cambios de fondo para un poder popular y meter en caja a los monopolios y el FMI. “AMLO mejor” esta vez es diferente.

ortizserg@gmail.com

1 comentario:

  1. Tengamos en claro que en Mejico no hubo ninguna revolución ,ni con Pancho Villa, como tampoco con Emiliano Zapata, Ganó un sector de la burguesía nacionalista, Estego iré o que representa a un sector de la burguesía , viene a atomizar a la oposición y llegar a obtener los logros que no pudo la derecha más reaccionaria. Esta no fue una revolución socialista, es el cambio de un sector de la burguesía que hasta ahora no tenía participación en las ganancias del estado de una clase social dominante.

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