Por Homar Garcés:
La humanidad se halla en una situación en que los niveles de
precariedad, pobreza y desempleo se han incrementado considerablemente,
causando, entre otros efectos negativos, que el trabajo asalariado ya no sea
considerado como un medio de subsistencia para cualquier persona o familia que
no posea recursos. De manera simultánea, en muchas regiones del planeta se
observa cómo el capital tiende a concentrarse y a centralizarse en unos pocos
millonarios y cómo esto conduce a elevar la tasa de desempleo y a una mengua
sin pausa de los salarios de los trabajadores.
Como contrapartida, algunos economistas recomiendan la
dolarización de las economías depauperadas -especialmente en los países de
nuestra América- como una opción válida y prácticamente única para salir de la
situación crítica en que éstas se hallan, lo cual, aparte de ser
inconstitucional en algunas de estas naciones, vulnera la soberanía monetaria e
involucraría la desnacionalización de las principales actividades económicas
generadoras de divisas, así como un endeudamiento externo, lo que -en
perspectiva- avalaría la inversión extranjera privada y, con ella, la salida a
la crisis.
Esto no obvia la autoridad política global ejercida por el
capitalismo transnacional, a pesar de enfrentar circunstancias que escapan a su
control, como la creciente influencia de China y Rusia en el mercado mundial.
Por ello se recurre a “golpes blandos”, “rebeliones de colores”, asesinatos
selectivos, imposición de bloqueos, sanciones extraterritoriales, campañas de
desinformación masivas, sabotaje de las líneas de telecomunicaciones y formas
abiertas y encubiertas de intervención que, con la complicidad de grupos
internos afines, terminen por doblegar a las naciones que osen manejarse en un
sentido contrario a sus intereses, en una guerra no convencional o asimétrica
que escasamente merece la atención de los organismos multilaterales encargados
de velar por que ello no ocurra. Elementos constitutivos -a gran escala- de la
guerra irrestricta en fase de desarrollo que tiene como principal propulsor al
gobierno de Estados Unidos, a fin de asegurar así su hegemonía total e
indiscutible en el mundo.
En el libro “10 años de crisis. Hacia un control ciudadano
de las finanzas” de ATTAC España, se resume que, al presente, “vivimos en una
sociedad donde interactúan muchos actores: Ciudadanía, Mercado, Empresas,
Finanzas, Comercio Internacional, Estados, Familias, Comunes y Tierra, todos
ellos conformando un complejo escenario en el que el papel que se le asigna a cada
uno de ellos condiciona y puede condicionar nuestra vida presente y futura. La
sociedad se ve amenazada cuando uno de sus componentes, que se ha convertido en
hegemónico, domina y esclaviza a todos los demás, impone sus demandas y puede
subordinarlo todo a su expansión indefinida.
La sociedad actual, por más democrática que se imagine a sí
misma, está experimentando también el yugo de un sector poderoso dispuesto a
llevar su ventaja tan lejos como le parezca. Esta fuerza, que ignora los
límites, son las finanzas globalizadas, a las que llamamos ‘casino’ en el
sentido de que la gestión del riesgo y el juego tienen algunos puntos en
común”.
En medio de semejante panorama, nuestra América (considerada
desde hace dos siglos por Estados Unidos como su “legítimo” patio trasero) es
foco de la atención de los grandes consorcios transnacionales, seducidos por la
posibilidad nada remota de poder controlar no solamente las economías
dependientes de estos países sino también su biodiversidad y demás recursos
estratégicos. Tratar de neutralizar este unilateralismo globalizador, exige una
reelaboración consciente de experiencias compartidas y protagonizadas desde
abajo por los sectores populares, evitando que éstos continúen catequizados
como agentes involuntarios de la reproducción del sistema de valores de su
propia dominación, discriminación y explotación; condicionados a existir en un
estado de resignación permanente. -
mandingarebelde@gmail.com
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