Por Carolina Vásquez Araya:
Como en un juego de dominó van cayendo las fichas, una tras
otra.
Resulta difícil ver cómo un país tan rico y lleno de
posibilidades de desarrollo se hunde en la ignominia política, administrativa y
económica por el solo hecho de haber caído en manos de una administración opaca
y absolutamente incapaz de llevar las riendas del Estado, en un gobierno cuyos
funcionarios tienen un nivel tan primario e ineficiente como pocas veces se
había visto. Es preciso repetirlo, Guatemala es un país de riqueza inagotable
pero la mayor parte de su población es pavorosamente pobre. Ese, paradójicamente,
ha sido el sino que lo condenó a convertirse en lo que hoy es: una tierra de
miseria e injusticia, de desigualdades y abusos, un vergel cuya naturaleza
exuberante de antaño se ha transformado en enormes extensiones de palma
africana, en ríos de basura, en sembradíos de caña, pastizales para ganado,
cerros horadados por la minería y más allá, la deforestación y los cauces secos
de antiguos ríos.
Quienes se han enriquecido a niveles difíciles de
cuantificar han sido las grandes multinacionales y los depredadores locales,
aquellos bien organizados en gremiales y cámaras cuyo talento más sobresaliente
ha sido mantener un dominio histórico sobre la economía y la política sin haber
hecho aportes sustantivos al desarrollo de su propio país sino, todo lo
contrario, sirviéndose de sus recursos gracias a sus lacayos en el poder.
Guatemala está en quiebra moral y eso lo sabe cualquier hijo
de vecino. Sus niñas, niños y jóvenes –grupo mayoritario de la población- se
encuentran en un abandono total y, además de carecer del goce de sus derechos
básicos, son el chivo expiatorio de las más perversas estrategias de dominación
de los grupos de mayor influencia. En ellos recae el peso de las evasiones
fiscales de las grandes empresas al ser los primeros renglones eliminados del
presupuesto general de ingresos y egresos de la nación. Su educación, en manos
de un remedo de líder cuyos objetivos van en dirección opuesta a su discurso y
de un gremio magisterial empobrecido y privado de incentivos profesionales para
ejercer una labor digna, los lleva por vía directa hacia un futuro incierto y
sin mayores perspectivas.
Por si eso fuera poco, una alta proporción de la niñez
guatemalteca nace en estado de desnutrición y durante sus primeros años de
existencia esa falta de alimento se hace crónica, arrastrando efectos
devastadores e irreversibles sobre su salud y su futuro. Guatemala es un país
en donde la pobreza de las tres cuartas partes de su población es decisión de
quienes acaparan la riqueza desde sus despachos en el palacio de gobierno,
desde las más altas posiciones de la administración pública y desde los puestos
clave en todas las instituciones del Estado. Esto, porque el sistema avala el
saqueo de los recursos nacionales en un sofisticado entramado de fórmulas que
permiten tanto el enriquecimiento ilícito como la propiedad de los puestos
públicos gracias a leyes casuísticas diseñadas por y para una casta política
corrupta y oportunista.
Las decisiones presidenciales de los días recientes han
revelado hasta qué extremo las autoridades han perdido la brújula –si alguna
vez la tuvieron- y cómo comienzan a revelarse los temores de sus aliados. El
sector empresarial organizado ya se ha definido por apoyar a quienes luchan
contra la justicia y la transparencia, una movida de piezas fácil de prever
dadas las características de su tradicional juego político. Ahora ya con las
piezas en su lugar, será cuestión de tiempo que la ciudadanía recupere la voz y
se haga escuchar una vez más, fuerte y claro.
Los inocentes son los primeros sacrificados en este perverso
juego de poderes.
elquintopatio@gmail.com
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