jueves, 17 de mayo de 2018

A pesar de Trump, Palestina sobrevive.


Por Homar Garcés;
La decisión de Donald Trump de establecer la embajada de Estados Unidos en Jerusalén, reconociéndola como capital del Estado de Israel, suscitó la protesta legítima del pueblo árabe de Palestina, en lo que muchos analistas estiman el inicio de una escalada de enfrentamientos que terminarán por envolver a toda la región de Oriente Medio. Según reseñan algunos medios informativos, el ejército israelí ha matado una cantidad elevada de palestinos en Gaza durante las grandes protestas no violentas en contra del traslado de la embajada estadounidense. Pero todo esto parece no motivar mucha solidaridad entre las naciones occidentales, cuyos gobiernos -contrario a ello- se manifiestan a favor de lo hecho por Trump y se preparan a secundarlo no sólo en cuanto a la instalación de sus respectivas embajadas en Jerusalén sino también en la guerra que estaría desencadenándose, con la cual se perseguiría acabar con el régimen teocrático de Irán, al mismo tiempo que asegurar el control geopolítico de Siria y los yacimientos petroleros de todo este amplio territorio, en lo que ya muchos califican de neocolonialismo.     



La tragedia de más de medio siglo que sufre el pueblo de Palestina podría hacernos concluir que son seres humanos sin dolor de nadie. La pregunta lógica es: ¿por qué no se apoya decididamente el derecho a la autodeterminación de Palestina y se zanja definitivamente el conflicto árabe-israelí, creado y fomentado hace más de cien años atrás por las potencias de Occidente?

Es dificultoso defender o apoyar la lucha de un pueblo por aspirar a disfrutar de los mismos derechos que tienen y le han sido reconocidos a otros pueblos para afianzar su cultura, su soberanía y su autodeterminación cuando es víctima de prejuicios y de una incesante campaña de desinformación y de manipulación de la realidad como acontece en diversos contextos con Palestina. A tal grado se extiende la influencia de esta campaña que muchas personas terminan por creer, sin discusión alguna, que a los palestinos no les asiste ningún derecho sobre el territorio que vienen ocupando desde hace siglos; tal como sucediera en Europa con los antepasados de quienes lo propician cuando fueran víctimas indefensas de la oprobiosa política racista del Tercer Reich nazi alemán.

Al escribir sobre este tema en La ocultación política y mediática de las causas del atentado contra "Charlie Hebdo", sus consecuencias y retos, Said Bouamama concluye: “el discurso mediático y político de legitimación de este apoyo (por parte de Europa y Estados Unidos) se construye sobre la base de una representación del grupo Hamás palestino, pero también de la resistencia palestina en su conjunto (a través de recurrentes imprecisiones verbales), de la población palestina en su conjunto y de sus apoyos políticos internacionales, como portadores de un peligro «islamista». La lógica del «doble rasero» se impone una vez más a partir de un enfoque islamófobo adoptado por las esferas más altas del Estado y que retoman la gran mayoría de los medios de comunicación y de actores políticos”.

Así, cualquier rasgo de historicidad que puedan exhibir y confirmar los palestinos (como el reconocimiento de la ciudad de Hebrón por parte de la UNESCO), es sistemáticamente por la dirigencia sionista de Israel, de manera que estos carezcan de la identidad y de los argumentos suficientes para contrarrestar sus pretensiones de desarraigarlos por completo de sus hogares ancestrales.

Adicionalmente, la política expansionista, con asentamientos ilegales condenados recurrentemente por la Organización de las Naciones Unidas, viola todo derecho humano, sin que exista una mejor disposición de la comunidad internacional para impedirlo de un modo definitivo. Esto último se obvia en los distintos canales informativos, pasando a ser un elemento accesorio en medio de la situación explosiva existente en el Oriente Medio donde, justamente, se ponen en constante tensión los intereses de las potencias europeas y de Estados Unidos, que -afanados en ejercer un control directo sobre sus respectivos yacimientos petrolíferos- no escatiman recursos de toda clase para ocasionar en esta región una guerra general, similar o mayor a la de los Balcanes. Algo que ha sabido explotar en su beneficio la clase gobernante sionista, la cual, por otra parte, no ha dudado en respaldar sin disimulo al ejército mercenario del Daesh y en vincularse con los regímenes más reaccionarios de esas latitudes (o petromonarquías), como Arabia Saudita. No obstante, el pueblo de Palestina insiste en sobrevivir. A pesar de que el régimen sionista ha convertido el escaso territorio que aún ocupa en la mayor cárcel a cielo abierto existente en la Tierra y somete a toda su población, sin importar la edad ni las condiciones físicas de quienes las padecen, a las más insólitas y crueles prácticas de un terrorismo de Estado.
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