Por Homar Garcés;
La decisión de Donald Trump de establecer la embajada de
Estados Unidos en Jerusalén, reconociéndola como capital del Estado de Israel,
suscitó la protesta legítima del pueblo árabe de Palestina, en lo que muchos
analistas estiman el inicio de una escalada de enfrentamientos que terminarán
por envolver a toda la región de Oriente Medio. Según reseñan algunos medios
informativos, el ejército israelí ha matado una cantidad elevada de palestinos
en Gaza durante las grandes protestas no violentas en contra del traslado de la
embajada estadounidense. Pero todo esto parece no motivar mucha solidaridad
entre las naciones occidentales, cuyos gobiernos -contrario a ello- se
manifiestan a favor de lo hecho por Trump y se preparan a secundarlo no sólo en
cuanto a la instalación de sus respectivas embajadas en Jerusalén sino también
en la guerra que estaría desencadenándose, con la cual se perseguiría acabar
con el régimen teocrático de Irán, al mismo tiempo que asegurar el control
geopolítico de Siria y los yacimientos petroleros de todo este amplio
territorio, en lo que ya muchos califican de neocolonialismo.
La tragedia de más de medio siglo que sufre el pueblo de
Palestina podría hacernos concluir que son seres humanos sin dolor de nadie. La
pregunta lógica es: ¿por qué no se apoya decididamente el derecho a la
autodeterminación de Palestina y se zanja definitivamente el conflicto
árabe-israelí, creado y fomentado hace más de cien años atrás por las potencias
de Occidente?
Es dificultoso defender o apoyar la lucha de un pueblo por
aspirar a disfrutar de los mismos derechos que tienen y le han sido reconocidos
a otros pueblos para afianzar su cultura, su soberanía y su autodeterminación
cuando es víctima de prejuicios y de una incesante campaña de desinformación y
de manipulación de la realidad como acontece en diversos contextos con
Palestina. A tal grado se extiende la influencia de esta campaña que muchas
personas terminan por creer, sin discusión alguna, que a los palestinos no les
asiste ningún derecho sobre el territorio que vienen ocupando desde hace
siglos; tal como sucediera en Europa con los antepasados de quienes lo
propician cuando fueran víctimas indefensas de la oprobiosa política racista
del Tercer Reich nazi alemán.
Al escribir sobre este tema en La ocultación política y
mediática de las causas del atentado contra "Charlie Hebdo", sus consecuencias
y retos, Said Bouamama concluye: “el discurso mediático y político de
legitimación de este apoyo (por parte de Europa y Estados Unidos) se construye
sobre la base de una representación del grupo Hamás palestino, pero también de
la resistencia palestina en su conjunto (a través de recurrentes imprecisiones
verbales), de la población palestina en su conjunto y de sus apoyos políticos
internacionales, como portadores de un peligro «islamista». La lógica del
«doble rasero» se impone una vez más a partir de un enfoque islamófobo adoptado
por las esferas más altas del Estado y que retoman la gran mayoría de los
medios de comunicación y de actores políticos”.
Así, cualquier rasgo de historicidad que puedan exhibir y
confirmar los palestinos (como el reconocimiento de la ciudad de Hebrón por
parte de la UNESCO), es sistemáticamente por la dirigencia sionista de Israel,
de manera que estos carezcan de la identidad y de los argumentos suficientes
para contrarrestar sus pretensiones de desarraigarlos por completo de sus
hogares ancestrales.
Adicionalmente, la política expansionista, con asentamientos
ilegales condenados recurrentemente por la Organización de las Naciones Unidas,
viola todo derecho humano, sin que exista una mejor disposición de la comunidad
internacional para impedirlo de un modo definitivo. Esto último se obvia en los
distintos canales informativos, pasando a ser un elemento accesorio en medio de
la situación explosiva existente en el Oriente Medio donde, justamente, se
ponen en constante tensión los intereses de las potencias europeas y de Estados
Unidos, que -afanados en ejercer un control directo sobre sus respectivos
yacimientos petrolíferos- no escatiman recursos de toda clase para ocasionar en
esta región una guerra general, similar o mayor a la de los Balcanes. Algo que
ha sabido explotar en su beneficio la clase gobernante sionista, la cual, por
otra parte, no ha dudado en respaldar sin disimulo al ejército mercenario del
Daesh y en vincularse con los regímenes más reaccionarios de esas latitudes (o
petromonarquías), como Arabia Saudita. No obstante, el pueblo de Palestina
insiste en sobrevivir. A pesar de que el régimen sionista ha convertido el
escaso territorio que aún ocupa en la mayor cárcel a cielo abierto existente en
la Tierra y somete a toda su población, sin importar la edad ni las condiciones
físicas de quienes las padecen, a las más insólitas y crueles prácticas de un
terrorismo de Estado.
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mandingarebelde@gmail.com
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