Por Juan Carlos Monedero:
1. Es
indudable que Nicolás Maduro no es Allende. Tampoco es Chávez. Pero los que
dieron el golpe contra Allende y contra Chávez son, y eso también es indudable,
los mismos que ahora están buscando un golpe en Venezuela.
2. 2. Los
enemigos de tus enemigos no son tus amigos. Puede no gustarte Maduro sin que
eso implique olvidar que ningún demócrata puede ponerse al lado de los
golpistas que inventaron los escuadrones de la muerte, los vuelos de la muerte,
el paramilitarismo, el asesinato de la cultura, la operación Cóndor, las
masacres de campesinos e indígenas, el robo de los recursos públicos. Es
comprensible que haya gente que no quiera ponerse del lado de Maduro, pero
conviene pensar que en el lado que apoya a los golpistas están, en Europa, los
políticos corruptos, los periodistas mercenarios, los nostálgicos del
franquismo, los empresarios sin escrúpulos, los vendedores de armas, los que
defienden los ajustes económicos, los que celebran el neoliberalismo. No todos
los que critican a Maduro defienden esas posiciones políticas. Conozco gente
honesta que no soporta lo que está pasando ahora mismo en Venezuela. Pero es
evidente que del lado de los que están buscando un golpe militar en ese país
están los que siempre apoyaron los golpes militares en América Latina o los que
priman sus negocios por encima del respeto a la democracia. Los medios de
comunicación que están preparando la guerra civil en Venezuela son los mismos
conglomerados mediáticos que vendieron que en Irak había armas de destrucción
masiva, que nos venden que hay que rescatar a los bancos con dinero público o
que defienden que la orgía de los millonarios y los corruptos hay que pagarla
entre todos con recortes y privatizaciones. Saber que se comparte trinchera con
semejante gente debiera llamar a la reflexión. La violencia siempre debe ser la
línea roja que no debe traspasarse. No tiene sentido que el odio a Maduro ponga
a nadie decente al lado de los enemigos de los pueblos.
3. 3. Maduro
heredó un papel muy difícil -gestionar Venezuela en un momento de caída de los
precios del petróleo y de regreso de Estados Unidos a Latinoamérica después de
la terrible aventura en Oriente Medio- y una misión imposible -sustituir a
Chávez-. La muerte de Chávez privó a Venezuela y a América Latina de un líder capaz
de poner en marcha políticas que han sacado de la pobreza a 70 millones de
personas en el continente. Chávez entendió que la democracia en un solo país
era imposible y puso sus recursos, en un momento de bonanza gracias a la
recuperación de la OPEP, para que se iniciara la etapa más luminosa de las
últimas décadas en el continente: Lula en Brasil, Correa en Ecuador, Morales en
Bolivia, Kirchner en Argentina, Lugo en Paraguay, Mujica en Uruguay, Funes en
El Salvador, Petro en Bogotá e incluso Bachelet en Chile referenciaban esa
nueva etapa. La educación y la salud llegaron a los sectores populares, se
completó la alfabetización, se construyeron viviendas públicas, nuevas
infraestructuras, transportes públicos (después de la privatización de los
mismos o la venta y cierre de los trenes), se frenó la dependencia del FMI, se
debilitó el lazo con los Estados Unidos creándose la UNASUR y la CELAC. También
hay sombras, principalmente vinculadas a la debilidad estatal y a la
corrupción. Pero haría falta un siglo para que los casos de corrupción en los
gobiernos progresistas de América Latina sumen, por citar sólo un asunto, el
coste de la corrupción que significa el rescate bancario. La propaganda de los
dueños de la propaganda terminan logrando que el oprimido ame al opresor. Nunca
desde la demonización de Fidel Castro fue ningún líder latinoamericano tan
vilipendiado como Chávez. Para repartir entre los pobres, hubo que decirle a
los ricos, de América y también de Europa, que tenían que ganar un poco menos.
Nunca lo toleraron, lo que puede entenderse, especialmente en España, donde, en
mitad de la crisis, responsables económicos y políticos del Partido Popular
robaban a manos llenas al tiempo que decían a la gente que tenía que apretarse
el cinturón ¿Iba Chávez ese “gorila” a frenarles sus negocios? Desde que ganó
las primeras elecciones en 1998, Chávez tuvo que enfrentarse a numerosos
intentos de derribarlo. Por supuesto, con la inestimable ayuda de la derecha
española, primero con Aznar, luego con Rajoy, y la ya conocida participación de
Felipe González como lobbista de grandes capitales. (Es curioso que el mismo
Aznar que hizo negocios con Venezuela y con Libia luego se convirtió en
ejecutor cuando se lo ordenaron. Gadafi incluso le regaló a Aznar un caballo. Pablo
Casado fue el asistente de Aznar en esa operación. Luego, cosas de la derecha,
celebraron su asesinato).
4. Chávez no
llegó a Maduro los equilibrios nacionales y regionales que construyó, que eran
políticos, económicos y territoriales. Eran una construcción personal en un
país que salía de tasas de pobreza del 60% de la población cuando llegó Chávez
al gobierno. Hay cambios que necesitan una generación. Ahí es donde la
oposición pretende estrangular a Maduro, con problemas mal resueltos como las
importaciones, los dólares preferenciales o las dificultades para frenar la
corrupción que desembocan en desabastecimiento. Sin embargo, Maduro supo
reeditar el acuerdo “cívico-militar” que tanto molesta a los amigos del
golpismo. Algo evidente, pues Estados Unidos siempre ha dado los golpes
buscando apoyos en militares autóctonos mercenarios o desertores. El ejército
en América Latina solo se entiende en relación con Estados Unidos. Les han
formado, sea en tácticas de tortura o en “lucha contrainsurgente”, sea en el
uso de las armas que les venden o en el respeto debido a los intereses
norteamericanos. En Venezuela, los mismos que formaron a los asesinos de la
Escuela Mecánica de la Armada argentina o que sostuvieron al asesino Pinochet
lo tienen complicado (el asalto por parte de mercenarios vestidos de militares
a un cuartel en Carabobo buscaba construir la sensación de fisuras en el
ejército, algo que a día de hoy no parece que exista). Igual que ha comprado
militares, Estados Unidos siempre ha comprado jueces, periodistas, profesores,
diputados, senadores, presidentes, sicarios y a quien hiciera falta para
mantener a América como su “patio trasero”. El cártel mediático internacional
siempre le ha cubierto las espaldas. Es la existencia de Estados Unidos como imperio
lo que ha construido el ejército venezolano. Los nuevos oficiales se han
formado en el discurso democrático soberano y antiimperialista. Son mayoría.
Hay también una oficialidad -la mayoría ya jubilándose- que se formó en la
vieja escuela y sus razones para defender la Constitución venezolana serán más
particulares. Las deficiencias del Estado venezolano afectan también al
ejército, aún más en zonas problemáticas como las fronteras. Pero los cuarteles
en Venezuela están con el Presidente constitucional. Y por eso es aún más
patético escuchar al demócrata Felipe González pedir a los militares
venezolanos que den un golpe contra el gobierno de Nicolás Maduro.
5. A esas
dificultades de heredar los equilibrios estatales y los acuerdos en la región
(la amistad de Chávez con los Kirchner, con Lula, con Evo, con Correa, con
Lugo), hay que añadir que la pugna de Arabia Saudí con el fracking y con Rusia,
hundió los precios del petróleo, principal riqueza de Venezuela. Esta
inesperada caída del precio del petróleo colocó al gobierno de Maduro en una
situación complicada (es el problema de los “monocultivos”. Basta para
entenderlo pensar qué ocurriría en España si se hundiera un 80% el turismo por
causas ajenas a ningún gobierno. ¿Sacaría Rajoy siete u ocho millones de votos
en una situación así?). Maduro ha tenido que reconstruir los equilibrios de
poder en un momento de crisis económica brutal.
6. La
oposición en Venezuela lleva intentando dar un golpe de Estado desde el mismo
día que ganó Chávez. Venezuela fue el mascarón de proa del cambio continental.
Acabar con Venezuela es abrir la espita para que ocurra lo mismo en los sitios
donde aún no ha regresado el neoliberalismo. A las oligarquías les molestan los
símbolos que debilitan sus puntos de vista. Pasó con la II República en 1936,
pasó en Chile con Allende en 1973. Acabar con la Venezuela chavista es regresar
a la hegemonía neoliberal e, incluso, a las tentaciones dictatoriales de los
años setenta.
7. .Venezuela
tiene además las reservas de petróleo más grandes del mundo, agua,
biodiversidad, el Amazonas, oro, coltán -quizá la reserva más grande del mundo
de coltán-. Los mismos que han llevado la destrucción a Siria, a Irak o a Libia
para robarles el petróleo, quieren hacer lo mismo en Venezuela. Necesitan ganarse
previamente a la opinión pública para que el robo no sea tan evidente.
Necesitan reproducir en Venezuela la misma estrategia que construyeron cuando
hablaban de armas de destrucción masiva en Irak. ¿O no se creyó mucha gente
honesta que había armas de destrucción masiva en Irak? Hoy, aquel país antaño
próspero es una ruina. Quien se creyó aquellas mentiras del PP, que mire cómo
está hoy Mosul. Enhorabuena a los ingenuos. Las mentiras siguen todos los días.
La oposición puso una bomba al paso de policías en Caracas y todos los medios
impresos publicaron la foto como si la responsabilidad fuera de Maduro. Un
helicóptero robado lanzó granadas contra el Tribunal Supremo y los medios lo
silencias. Son actos terroristas. De esos que abren portadas y los telediarios.
Salvo cuando suceden en Venezuela. Un referéndum ilegal en Venezuela “presiona
al régimen hasta el límite”. Un referéndum ilegal en Catalunya es un acto
cercano al delito de sedición.
8. El cártel
mediático internacional ha encontrado un filón. Se trata de una reedición del
miedo ante la Rusia comunista, la Cuba dictatorial o el terrorismo
internacional (nunca dirán que el ISIS es una construcción occidental
financiada con capital norteamericano principalmente). Venezuela se ha
convertido en el nuevo demonio. Así se les permite acusar de “chavistas” a los
adversarios y les evita hablar de la corrupción, del vaciamiento de las
pensiones, de la privatización de los hospitales, las escuelas y las
universidades o de los rescates bancarios. Mélenchon, Corbyn, Sanders, Podemos
o cualquier fuerza de cambio en América Latina son descalificados con la
acusación de chavistas, ahora que acusar de comunistas o de etarras tiene poco
recorrido. El periodismo mercenario lleva años con esa estrategia. Nadie nunca ha
explicado qué política genuinamente bolivariana va en los programas de los
partidos de cambio. Pero da lo mismo. Lo importante es difamar. Y gente de
buena voluntad termina creyendo que hay armas de destrucción masiva o que
Venezuela es una dictadura donde, curiosamente, todos los días la oposición se
manifiesta (incluso atacando instalaciones militares), donde los medios
critican libremente a Maduro (no como en Arabia Saudí, Marruecos o Estados
Unidos) o donde la oposición gobierna en alcaldías y regiones. Es la misma
táctica que construyó durante la guerra fría el “peligro comunista”. Por eso en
España, con Venezuela, tenemos una nueva Comunidad Autónoma de la que solamente
falta que nos digan al final del telediario el tiempo que va a hacer en Caracas
ese día. De cada cien veces que se dice “Venezuela”, noventa y cinco sólo
buscan distraer, ocultar o mentir.
9. Venezuela
tiene un problema histórico que no ha resuelto. Al carecer de minas durante la
colonia, no fue un Virreinato, sino una simple capitanía general. El siglo XIX
fue una guerra civil permanente, y en el siglo XX, cuando se empezó a construir
el Estado, ya tenían petróleo. El Estado venezolano siempre ha sido rentista,
carente de eficacia, agujereado por la corrupción y rehén de las necesidades
económicas de los Estados Unidos acordadas con las oligarquías locales. El
choque entre la Asamblea y la jefatura del Estado actual debiera haberse
zanjado jurídicamente. Señales de la ineficiencia vienen siendo evidentes desde
hace tiempo. El rentismo venezolano no se ha superado. Venezuela redistribuyó
la renta del petróleo entre los más humildes, pero no ha superado esa cultura
política rentista ni ha mejorado el funcionamiento de su estado. Pero no nos
engañemos. Brasil tiene una estructura jurídica más consolidada y el Parlamento
y algunos jueces han dado un golpe de Estado contra Dilma Roussef. Donald Trump
puede cambiar a la Fiscal General y no pasa nada, pero si lo hace Maduro, Jefe
del Estado igualmente elegido en unas elecciones, se le acusa de dictador. Una
parte de las críticas a Maduro son tramposas porque olvidan que Venezuela es un
sistema presidencialista. Es por eso que la Constitución permite al Presidente
convocar una Asamblea Constituyente. Gustará más o menos, pero el artículo 348
de la Constitución vigente de Venezuela faculta al Presidente en esa tarea,
igual que en España el Presidente del Gobierno puede disolver el Parlamento.
10. Zapatero y
otros ex Presidentes, el Papa, Naciones Unidas vienen pidiendo a ambas partes
en Venezuela que dialoguen. La oposición reunió en torno a siete millones de
votos (si bien es más complicado que puedan llegar a ese acuerdo en torno a un
candidato o candidata a la Presidencia del país). Maduro, en un contexto
regional muy complicado, con fuertes estrecheces económicas que afectan a la
compra de insumos básicos, incluidas medicinas, ha juntado ocho millones de
votos (aunque sean siete, según las declaraciones tan sospechosas del
Presidente de Smarmatic, que acaba de firmar un contrato millonario en Colombia).
Venezuela está claramente dividida. La oposición, como otras veces, ha optado
por la violencia y luego no entiende que Maduro sume tantos millones de apoyos.
Si en España un grupo quemase centros de salud, quemase escuelas, disparara
contra el Tribunal Supremo, asaltara cuarteles, contratara a marginales para
sembrar el terror, impidiese con formas de lucha callejera el tránsito e,
incluso, quemase vivas a personas por pensar diferente ¿alguien se extrañaría
que la ciudadanía votase en la dirección contraria a esos locos?
11. Fracasada
la vía violenta, a la oposición venezolana le quedan dos posibilidades: seguir
con la vía insurreccional, alentada por el Partido Popular de España, Donald
Trump y la extrema derecha internacional, o intentar ganar en las urnas.
Estados Unidos sigue presionando (en declaraciones a un semanario uruguayo, el
Presidente Tabaré dijo que votó para expulsar ilegalmente a Venezuela del
Mercosur por miedo a las represalias de los países grandes). 57 países de
Naciones Unidas han exigido que se respete la soberanía de Venezuela. Como
Estados Unidos no logra mayoría para forzar a Venezuela, insiste en inventar
espacios (como la Declaración de Lima, sin ninguna fuerza jurídica porque no
han conseguido mayoría en la OEA). La derecha mundial quiere acabar con
Venezuela, aunque eso le cueste sangre y fuego a la población venezolana. Por
eso algunos opositores, como Henry Ramos-Allup, han llamado al fin de la
violencia. Venezuela tiene en el horizonte elecciones municipales y regionales.
Es el escenario donde la oposición debiera demostrar esa mayoría que reclaman.
Venezuela tiene que convocar esas elecciones y es una oportunidad excelente
para medir electoralmente las fuerzas. Porque, de lo contrario, el choque que
estamos viendo se enquistará y se convertirá en una gangrena terrible. ¿A quién
le interesa una guerra civil en Venezuela? No nos engañemos. Ni al PP ni a
Trump le interesan los derechos humanos. Si así fuera romperían con Arabia
Saudí, que va a decapitar a quince jóvenes por manifestarse durante la
Primavera Árabe, o dan latigazos a las mujeres que conducen; o con Colombia,
donde van 150 asesinados por los paramilitares en los últimos meses; o en
México, donde se asesina cada mes a algún periodista y aparecen fosas comunes con
decenas de cadáveres. Penas de 75 años están pidiendo en Estados Unidos contra
manifestantes contra las políticas de Trump. Venezuela se ha convertido en
España en la 18 Comunidad Autónoma sólo porque el Presidente Rajoy ha tenido
que comparecer como testigo por la corrupción en su partido. Es más airoso
hablar de Venezuela que de la corrupción de los 800 cargos del PP imputados.
Hay ingenuos que les creen. ¿Qué dirán ahora que el grueso de la oposición ha
aceptado participar en las elecciones regionales? El pacto entre el PSOE y
Podemos en Castilla-La Mancha ha sido presentado por la derecha manchega como
el comienzo de la venezonalización de España. Cuánta caradura y cuánta
estupidez. Hay gente que les cree. Mientras, el PP guarda silencio ante, por ejemplo,
las persecuciones que la dictadura monárquica marroquí hace en España de los
disidentes políticos, o encarcela por orden del dictador Erdogan a un
periodista crítico con la dictadura turca. ¿Nos va a decir alguien que a estos
gobiernos les interesan los derechos humanos?
Conclusión: no hace falta comulgar, ni mucho menos, con
Maduro y su manera de hacer las cosas, para no aceptar el golpe de estado que
se quiere construir en Venezuela. Estamos hablando de no volver a cometer los
mismos errores creyéndonos las mentiras que construyen los medios. Venezuela
tiene que solventar sus problemas dialogando. Y es evidente que tiene
problemas. Pero dos mitades enfrentadas no van a ningún lado monologando.
Aunque a una parte le apoyen los países más poderosos del ámbito neoliberal. Ni
el PP ni la derecha quieren diálogo. Quieren que Maduro se entregue. ¿Y cree
alguien que los ocho millones de votantes de la Asamblea Constituyente se iban
a quedar de brazos cruzados? El nuevo gobierno les reprimiría e, incluso, les
asesinaría. Los medios dirían que la democracia venezolana se estaría
defendiendo de los enemigos de la democracia. Y volvería a haber gente ingenua
que les creería. Desde el resto del mundo, en nombre de la democracia, bastan
dos cosas: exigir y alentar el diálogo en Venezuela, y entender que sería bueno
no permitir ni al PP ni a las derechas internacionales, empezando por Donald
Trump, reeditar una de sus miserias más horribles que consiste en sembrar dolor
en otros sitios para ocultar el dolor que construyen en nuestros propios
países.
juancarlos.monedero@gmail.com
0 comentarios:
Publicar un comentario