Macri y cinco gobiernos más dieron el portazo en Unasur
Unasur tuvo un origen progresista, en tiempos de Lula,
Chávez, Kirchner y Correa. Hoy con Macri y aliados de derecha, la región
retrocede.
La Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) tuvo su
nacimiento en Brasilia, en mayo de 2008, con Lula da Silva como anfitrión, y
los presidentes de Venezuela, Hugo Chávez, y Argentina, Néstor Kirchner, etc.
Su oficialización debió esperar hasta marzo de 2011, cuando Uruguay produjo la
novena adhesión de una legislatura, un requisito de su conformación. Y a partir
de allí comenzó a andar, por la senda del progresismo que le imprimían aquellos
gobernantes, más Rafael Correa de Ecuador, Evo Morales de Bolivia y Pepe Mujica
de Uruguay.
Desde el punto de vista político, la unidad sudamericana
venía tomando más fuerza desde 2005, con Chávez como impulsor principal. En
noviembre de ese año, el venezolano junto con Lula y Kirchner tiraron abajo el
proyecto hegemonista del ALCA, en la IV Cumbre de las Américas de Mar del
Plata.
La secuencia de destrucción-construcción necesitaba que a la
sepultura del proyecto de George W. Bush le siguiera una entidad regional que,
por la positiva, mostrara en la práctica qué quería hacer políticamente el Sur.
Y la oportunidad para poner los cimientos la dio en 2008 la
derecha racista de Bolivia, con sus intentos separatistas y golpistas contra el
naciente gobierno de Morales. Y en 2009, las tensiones generadas por Álvaro
Uribe, de Colombia, que habilitó 7 bases militares norteamericanas, con
amenazas de guerra contra Venezuela y Ecuador.
Frente a ambos hechos actuó bien la flamante Unasur. Evo
siguió siendo el mandatario en La Paz. Y Colombia, con Juan M. Santos
reemplazando a Uribe, emprendió en 2012 un proceso de negociación de paz con
los insurgentes de las FARC.
Otro poroto se anotó Unasur en 2010, al defender a Correa de
un golpe de Estado policial que casi le cuesta la vida. En mayo de ese año
Kirchner fue nombrado por unanimidad el secretario general de Unasur, en una
cumbre realizada en Campana, Buenos Aires.
Con esa impronta progresista, la entidad completó su
membresía: Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Guyana,
Paraguay, Perú, Surinam, Uruguay y Venezuela.
El 20 de abril pasado se conoció una carta de seis
cancilleres de países miembros de esa organización, dirigida al canciller
boliviano Fernando Huanacuni -cuyo país ejerce la presidencia protémpore-
informándole que habían decidido dejar de participar. Argentina, Brasil, Chile,
Colombia, Paraguay y Perú son los gobiernos que dan el portazo, con argumentos
formales y escondiendo parcialmente el motivo político de su decisión.
La formalidad es que la Unasur no tiene un secretario
general desde enero de 2017, cuando cesó en sus funciones el expresidente
colombiano Ernesto Samper. En los años anteriores, luego de la muerte de
Kirchner, se fueron sucediendo la colombiana María Emma Mejías, el venezolano
Alí Rodríguez y finalmente Samper.
El macrismo había impulsado como sucesor a José O. Bordón,
ex Frepaso y embajador de Cambiemos en Chile, pero su nominación no prosperó.
En el ínterin, la titularidad pro-témpore pasó a Bolivia, un gobierno
antiimperialista, no sólo progresista, aliado de Venezuela.
Cambio en correlación de fuerzas
Y ese es el motivo de fondo de la actual división promovida
por Macri, Santos, Michel Temer, Martín Vizcarra, Sebastián Piñera y Horacio
Cartes: no quieren saber nada con una entidad sudamericana presidida por un
firme aliado del presidente Nicolás Maduro.
Mucho menos cuando Venezuela ha comenzado oficialmente la
campaña electoral con cinco candidatos, pese a la abstención y boicot de la
derecha agrupada en la Mesa de Unidad Democrática (MUD).
Estos seis representantes de la derecha en Unasur son parte
del Grupo de Lima, inicialmente doce, capitaneados por Luis Almagro, secretario
de la OEA y dependiente del Departamento de Estado norteamericano de Mike
Pompeo, exjefe de la CIA.
El problema real no es entonces “la acefalía” de Unasur sino
todo lo contrario, que ésta tiene por un año la presidencia de Bolivia,
compañero de causa de Venezuela, Cuba y demás socios de la Alianza Bolivariana
de Nuestra América (ALBA).
No hubo ni hay “fin de la historia” ni victoria estratégica
del capitalismo dependiente. Sí hay una derrota política parcial e importante
de las fuerzas democráticas, populares, progresistas y antiimperialistas en
Sudamérica (y más al norte también).
Si en vez de Kirchner y CFK hoy gobierna Mauricio Macri; si
en lugar de Lula y Dilma Rousseff hoy el presidente es Temer, si en Chile está
otra vez Piñera, si Santos volvió a ser el mismo belicista del “Plan Colombia”
y exministro de Defensa de Uribe, si el delfín de Correa, Lenin Moreno, lo
traicionó, etc, entonces que la derecha tome ínfulas y dé un portazo en Unasur
no es sorprendente. Tiene que ver con el cambio de correlación de fuerzas en la
región.
Esa derecha está concentrada en atentar contra Venezuela,
pero conviene también tomar nota de las asignaturas pendientes del progresismo,
que incidieron en su derrota.
¿Por qué no se avanzó en el Banco del Sur y en la moneda
regional, el Sucre? ¿Por qué se paralizó una Petrolera del Sur, con eje en
PDVSA? ¿Por qué no se formó una agencia antinarcóticos propia, ajena a la DEA?
¿Por qué ni siquiera salió el pasaporte sudamericano para 400 millones de
personas de los doce países, para poder viajar, estudiar y atenderse la salud?
Hasta 2013 la Unasur tenía posibilidades reales de abordar
estos y otros proyectos. A partir de allí el crecimiento de la derecha lo fue
haciendo inviable. No se trata de sentarse a esperar otro turno de la historia.
Habrá que bregar para conseguirlo, pero estar dispuestos a levantar esos plazos.
ortizserg@gmail.com
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