Por Emilio Marín:
Preocupante avance de la extrema derecha
alemán
El domingo 24 hubo elecciones en Alemania. Si
bien ganó la coalición oficialista de Ángela Merkel, tuvo muchos menos votos
que en 2013. Fue lamentable que los ultraderechistas de AfD, con el 13 por
ciento, entraran al Parlamento.
Ángela Dorothea Merkel es la canciller de
Alemania desde 2005 y con la apretada victoria del domingo pasado ha ganado
cuatro elecciones. Cuatro al hilo, pero la de la semana pasada tuvo cierto
gusto a derrota y abrió muchos interrogantes sobre si podrá formar una coalición
de gobierno en reemplazo de la actual. Y, sobre todo, aún en ese caso, si
logrará mantenerla junto con tres posibles aliados y bloques parlamentarios que
tienen muchas diferencias entre sí.
El oficialismo tiene hasta ahora su pilar en
el partido de Merkel, la CDU (Unión Demócrata Cristiana) y su aliado en
Bavaria, CSU (Unión Social Cristiana). Esta fuerza sumada tuvo el 33 por ciento
de los votos, bastante menos que los esperados por la canciller y su círculo
íntimo, que vieron caer 8,5 por ciento del caudal que habían contabilizado en
la elección anterior.
En particular quedaron impactados porque un
millón de sus votos, de centro-derecha, emigraron hacia la ultraderecha de la
Alternativa para Alemania (AfD). De ese modo y con otros votos que recogió de
un electorado disconforme con la marcha del país, y en especial del espectro
derechista y xenófobo, incluso neonazi, la AfD subió al tercer lugar del podio
legislativo.
Ya se verá que con ese 13 por ciento de los
sufragios, la ultraderecha le provocó un dolor de cabeza extra a Merkel: la
llevaría a tener que romper su actual coalición de gobierno con la
socialdemocracia del SPD, de Martin Schulz. ¿Por qué? Porque si mantuviera esta
composición, estaría dejando a la ultraderecha germana el rol de primera
oposición. Y tiene un grandísimo temor que -desde ese lugar- AfD pudiera crecer
y llegar a disputar el gobierno, en un proceso parecido al de Francia con el
Frente Nacional de Marine Le Pen. Afortunadamente ésta fue derrotada en
ballottage por Emmanuel Macron.
Caída histórica
El retroceso electoral de Merkel debe tener
muchas causas y razones. Una, de manual, es que en las condiciones de crisis
que viven desde hace años los países europeos, incluyendo Alemania, la vida de
sus habitantes se ha visto afectada en relación a sus ingresos y empleos.
Berlín es al mismo tiempo la matrona de la
Unión Europea y de la zona del euro, que han tenido sacudidas y deserciones,
como el Brexit con el que los británicos decidieron dar un portazo. Para
mantener la UE, desde Bruselas se le demanda más apoyo a Alemania, por ejemplo
75.000 millones para un presupuesto de euros. El canciller -tras regatear
mucho- sólo estaría dispuesto a poner, junto con su ministro de Finanzas
Wolfgang Schäuble, una décima parte, según medios españoles.
Si bien las razones económicas generalmente
están en la base del voto para tal o cual candidato, no son excluyentes de
otras que también tienen mucho peso. Y el domingo 24 pesó muchísimo el voto
derechista de sentido xenófobo, en forma de castigo a Merkel.
Es que la canciller, sin tener alma cari
cativa, en septiembre de 2015 había provocado un sacudón en su país cuando
anunció un plan para la recepción de 800.000 refugiados e inmigrantes.
Eso no borraba la huella de responsabilidad de
su país y de la Unión Europea en la promoción de las guerras injerencistas en
Siria y antes en Libia, que habían provocado centenares de miles de muertes y
millones de refugiados. Pero aquella recepción de refugiados mitigaba una
pequeñísima parte del daño imperial.
En una Alemania con dificultades económicas y
con más de un 10 por ciento del electorado abiertamente pro-neonazi, más un
espectro derechista importante expresado por la oficialista CDU-CSU y los
liberales del FDP, la idea de recibir a muchos inmigrantes fue un revulsivo. O
un bumerán, que se volvió en contra de la canciller.
Ella vio que la mano venía mal. Y por eso
negoció con el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, que aceptara de
regreso a inmigrantes a cambio de recibir miles de millones de euros y de
flexibilizar las condiciones para la incorporación de Ankara a la Unión
Europea. Tal sumatoria de Turquía chocó con más obstáculos tras el intento de
golpe allí y el negocio Merkel-Erdogan sufrió demoras.
Así fue que la alianza CDU-CSU tuvo un resultado
decepcionante. En 2013 había atesorado el 41 por ciento de los votos. En este
sentido, Merkel puede compararse con Pirro, rey de Epiro, quien después de
lograr una segunda victoria sobre los romanos pero perdiendo miles de sus
soldados, habría dicho algo así como “otra victoria más como esta y me tengo
que volver solo a Epiro”.
¿Podrá armar gobierno?
El Parlamento o Bundestag tiene 709 escaños y
con los resultados del domingo, la composición sería: CDU-CSU 246, SPD
(Socialdemocracia) 153, AfD (ultraderecha) 94; FDP (Liberales) 80, Die Linke
(Izquierda) 69 y Verdes 67.
Merkel, reponiéndose de la amargura dominical,
teje una posible coalición de gobierno que reemplace a la fenecida. Su “plan A”
sería sumar a los liberales de FDP y los Verdes, para que compartan con su CDU
y la aliada CSU.
En un mes ella debe asegurarse más de 355
legisladores, que implican la mitad más una de las bancas. Sin embargo, lo más
vidrioso es la posibilidad que una alianza tan heterogénea pudiera funcionar.
Es que allí estarían conviviendo la CDU de Merkel, más volcada a mantener la
Unión Europea, junto a los liberales de FDP, que quieren tomar distancia del
bloque del euro. Tampoco será fácil armonizar a los bávaros de CSU, que ante el
éxito de la ultraderechista AfD creen que deben correrse más a la derecha y
evitar la fuga de votos en tal dirección, con los Verdes, que si bien no son
ninguna fuerza revolucionaria, tampoco están de acuerdo con esa derechización.
Como si esos graves problemas políticos en su
país fueran poca cosa, la canciller está lidiando desde enero pasado con la
nueva administración norteamericana. Donald Trump le reprocha su supuesto
escaso aporte al presupuesto militar de la OTAN, le hace reclamos comerciales y
la deja plantada en los acuerdos del Cambio Climático.
Pobre Ángela, la única buena noticia que tuvo
en el último tiempo fue la victoria de Macron en Francia, aunque éste ya está
envuelto en problemas por su insistencia en promover una reforma laboral contra
los trabajadores.
Derecha
Como se dijo al inicio, la noticia lamentable
de los comicios teutones fue el crecimiento de AfD, que llegó al 13 por ciento
de los votos y se convirtió en la tercera fuerza. Su ingreso a la Bundestag fue
inédito: desde el hitlerismo no ocurría algo así. Si bien la agrupación fue
fundada en 2013, sus raíces políticas e ideológicas tienen viejo terreno
abonado. Esto es así no sólo en cuanto a la historia del nazismo, del que es
tributario aunque cuide un tanto el lenguaje y los símbolos, sino también en su
parentesco con otras fuerzas neonazis y xenófobas de años recientes, como Die
Republikaner (Los Republicanos) y Unión del Pueblo Alemán en los ‘90. Otro
ejemplo, el Partido Nacionaldemócrata de Alemania (NPD) tuvo diputados en
Sajonia y Mecklemburgo-Pomerania Occidental.
En Dresde surgió en 2014 el movimiento Pegida
(Patriotas Europeos contra la Islamización de Occidente), xenófobo y
organizador de marchas contra los inmigrantes. Al calor de sus protestas se incendiaron
centros de refugiados y se cometieron numerosos ataques contra los extranjeros,
demonizados como delincuentes y responsables de los pesares económicos de la
población “nacional” que incluye a muchos extranjeros de origen. Su líder es
Lutz Bachmann, quien no tuvo pruritos en divulgar una foto suya posando como
Adolfo Hitler.
La mejor performance de AfD fue en los estados
que antes eran parte de la Alemania oriental, RDA. Esta puede ser una pista de
que esa porción venida del socialismo quedó rezagada ex profeso desde la
reunificación de 1991, como una Alemania pobre, de segunda. Y allí, en medio de
la postergación y el resentimiento, hubo campo orégano para la prédica xenófoba
de la ultraderecha. Su máximo líder Alexander Gauland dijo exultante que
“lucharán contra la invasión de extranjeros”. Su alegría tenía que ver con que,
en su segunda intervención electoral, su formación creció 168 por ciento en
número de votos.
El avance del AfD es un aliciente para que
hagan lo propio el Partido de la Libertad (FPO) de Austria, Partido Popular
Danés (DF) de Dinamarca, Unión Democrática del Centro (SVP) de Suiza, la Liga
del Norte de Italia, el Frente Nacional de Francia, el UKIP del Reino Unido,
etc. Todos ellos son hijos y parientes de Trump.
La izquierda
No todo es noche y niebla. También en la zona
oriental de Alemania, y sobre todo en la capital, Berlín, tuvo su mejor
desempeño la izquierda de Die Linke (9,2 por ciento de los votos). Esta franja
roja obtuvo el 17 por ciento de los votos en la ex RDA y sólo el 7 en la ex
RFA.
La derecha de CDU-CSU tuvo una clara
declinación. También capotó el centro (SPD), con apenas el 20 por ciento de los
votos, cuando en 1972 había logrado el 45,8% para Willy Brandt. Cuando eso
ocurre, tienden a crecer la ultraderecha y la izquierda. En esos casos y si se
llega a crisis mayúsculas, la estación final del tren puede ser el fascismo o
el socialismo, con peculiaridades alemanas.
ortizserg@gmail.com
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