Por Sergio Rodríguez Gelfenstein:
La corriente retrógrada y más reaccionaria políticamente
hablando en Estados Unidos en las últimas cinco o seis décadas es la de los
neoconservadores, un movimiento político defensor del libre mercado, el individualismo y la
exacerbación de ideas nacionalistas que a su vez pretenden imponer por la
fuerza al exterior de sus fronteras, por lo que promueven la agresión y la
intervención en los asuntos internos de otros países, incluyendo la acción
militar como instrumento de imposición del modelo de vida estadounidense, desde
la consideración de que sus principios y valores configuran criterios
universales emanados de la idea de que el pueblo de Estados Unidos fue elegido
por Dios para cumplir sus designios en la tierra. Son comúnmente conocidos como
neocons.
Aunque los neoconservadores se han extendido a algunos
países de Europa, básicamente han incubado en Estados Unidos. De forma
generalizada se les relaciona con el sector más regresivo del Partido
Republicano, pero se ubican en distintos sectores de la sociedad, incluyendo el
Partido Demócrata. En cualquier caso, son profundamente anticomunistas y
aborrecen las ideas socialistas
Su estructura de pensamiento rechaza de forma radical a
otras civilizaciones en particular a los musulmanes, pero también a los latinos
y asiáticos, en general odian a cualquier minoría nacional en su país, así como
a las de carácter sexual y religioso, también repudian a los luchadores por la
paz y a los defensores del medio ambiente, pues los consideran poseedores de
argumentos anticientíficos, creados con el único objetivo de afectar y
perturbar a Estados Unidos.
Están en contra del aborto, la eliminación de la pena de
muerte y la eutanasia, no quisieran que la sociedad se modernice, están
apegados a la conservación de las normas y están dispuestos a cualquier acción
para defenderlas, sin importar terceras personas puedan ser afectados o que
haya daños colaterales, para lo cual no escatiman en la acción represiva de la
policía u otros órganos de seguridad, incluyendo el ejército, lo cual en el
plano internacional significa la apología y la justificación de la guerra como
necesidad, por lo cual desprecian la labor de organizaciones internacionales a
favor de la paz.
No les interesa la historia ni las costumbres, exponen
repulsión por el arte popular y por las expresiones sociales que emanen del
sentir y la cultura surgida de manifestaciones de grupos y sectores excluidos
de la sociedad.
Defienden a ultranza al Estado capitalista, pero desprecian
a la burocracia en pro de una exacerbación de la tecnología como medio de
transformación y mejoramiento de la sociedad.
Tras conocer estas características, se puede concluir que el
pensamiento neoconservador es lo más cercano del fascismo, el nazismo y el
falangismo que inundaron Europa a mediados del siglo pasado, causando la mayor
devastación que la humanidad haya conocido jamás. Así mismo, después de
escuchar la retórica del presidente Trump y algunos miembros de su equipo de
gobierno, se tiene la impresión de que, no obstante, los portadores de estas
ideas adquirieron auge durante el gobierno de George W. Bush, ha sido en esta
administración donde han trepado a las más altas instancias gubernamentales en Estados
Unidos, lo cual expone al planeta a un peligro de gran dimensión.
El repunte neocons en el gobierno de Estados Unidos está
llegando a través de la influencia sostenida y la conspicua presencia de la
Embajadora en Naciones Unidas, Nikki Haley en las decisiones más importantes de
política exterior de la administración Trump.
La influencia de Haley ha llevado al presidente a mantener
una posición extrema en el caso de Irán, contrariando las opiniones del propio
Departamento de Estado y de los otros cinco países firmantes con Irán del Plan
Conjunto de Acción (JCPOA), refutando además las conclusiones de las
investigaciones in situ llevadas a cabo por la Agencia Internacional de Energía
Atómica (IAEA). El rechazo de Trump de continuar certificando el JCPOA fue
interpretado por Haley como “un anuncio claro para Pyongyang”, lo cual además
hace evidente la perversa mentalidad criminal de la embajadora, al relacionar
un hecho con el otro.
Es conocido el vínculo de Haley con uno de los “tanques de
pensamiento” neocons más acreditados como tal en Estados Unidos, el American
Enterprise Institute (AEI) que ha sido desde siempre portador de las ideas más
retrógradas de Estados Unidos hacia el Medio Oriente. En esa calidad fue
promotor directo de la invasión de Irak en 2003 durante el gobierno de Bush,
así mismo ha sido notoria la subordinación de Haley a las políticas sionistas
emanadas de su lobby en New York y del propio Estado de Israel. Junto a la
senadora Lindsay Graham, otra destacada neoconservadora comparten una
irrestricta pasión y entusiasmo por Israel, y una dura retórica anti iraní y
anti rusa, de la misma manera, apoyan sin tapujos la política intervencionista
de su país en cualquier lugar del mundo, recibiendo para sus acciones, ingentes
recursos financieros provenientes de grandes inversionistas ligados a los
sectores de ultra derecha del sionismo internacional, que incluso han insinuado
desde el año 2013 la necesidad de que Estados Unidos detone un arma nuclear en
territorio iraní, si el país persa no
cumple las demandas estadounidenses en materia nuclear, las que por cierto no
son compartidas por la comunidad internacional.
En otro ámbito, la Embajadora arrastró a Trump a sostener su
verborrea belicista en contra de la República Popular Democrática de Corea
(RPDC), siendo ella misma quien emitiera sendas amenazas contra ese país en el
seno de la ONU: en una sesión de ese organismo a comienzos del mes de
septiembre llegó a decir que Pyongyang "está rogando por una guerra".
Tan solo una semana después en la misma instancia afirmó que ya se habían
agotado todas las opciones, por lo cual el Pentágono debía encargarse de este
asunto, asegurando que “Corea del Norte
será destruida”.
Otro frente de batalla tomado por Haley como un reto
personal, y ante el cual Trump también ha aceptado sus postulados, es el
interno de la ONU. Asumiendo su
responsabilidad cual “matón de barrio” o, desde otra perspectiva, como el “niño
dueño del juguete”, su ataque contra la
AIEA por el caso Irán, esconde también un interés en debilitar el organismo
internacional y a la propia ONU para ponerla a trabajar acorde sus intenciones
y puntos de vista, bajo amenaza de retirarse de esta agencia, así como del
Consejo de Derechos Humanos, -tal como ya lo hiciera de la UNESCO- si se siguen
emitiendo criterios que ponen en evidencia la acción intervencionista de Estados Unidos y de su aliado Israel.
Esta ofensiva neoconservadora tiene como trasfondo la
búsqueda de debilitar a sectores que también pugnan por el poder en
Washington. Como se dijo antes,
pareciera que Haley le va ganando la batalla al Departamento de Estado y a
Tillerson quien, como representante del sector energético, ha visto cómo va
perdiendo espacio en favor de su hoy subordinada. Tillerson ha basado su
defensa en una alianza con el sector militar del gobierno, que ve con horror,
que se desate una guerra de la que no necesariamente van a tener el control, lo
cual derivaría en cambios profundos en la dinámica del poder interno de Estados
Unidos. Los rumores cada vez más fuertes en torno a que Trump ya estaría
estudiando la destitución de Tillerson en favor de Haley apuntan en esa
dirección. Los medios de comunicación más poderosos de manera interesada
parecieran estar apoyando tal cambio.
Lo cierto, es que algo se está moviendo en Washington, el
punto de inflexión que significó la crisis financiera de 2008, ha seguido su
curso, la derrota estratégica de la política de Estados Unidos en Siria,
necesariamente tendrá repercusiones en la cueva imperial, en Catar y Turquía,
por no decir en Arabia Saudita, han comenzado a producirse cambios y se acercan
a Rusia, la política de Trump de avanzar hacia una situación distendida con
esta potencia, ha fracasado, los neoconservadores han sido causantes directos
de ese hecho para torpedear desde adentro cualquier avance hacia un mundo
multipolar o de balanza. Por lo que se ve, en un movimiento de extremo riesgo,
Trump ha aceptado su derrota y se ha plegado a las huestes neocons. Imagino que
piensa que es mejor estar con ellas que quedarse fuera, en esa medida, habrá
que prepararse para lo peor, si los sectores de la ultra derecha ideológica
logran su cometido en su cruzada por el poder.
sergioro07@hotmail.com
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