Por Leandro Albani:
En esa tierra caliente y árida que conforma la provincia de
Kirkuk, en el norte de Irak, los movimientos militares y los enfrentamientos
diplomáticos se acrecientan día y día, y pueden desembocar en una guerra
abierta e interna que tiene como protagonistas principales al gobierno central
de Bagdad, a la administración semi-autónoma del Kurdistán iraquí (Bashur)
liderada por Masud Barzani, las fuerzas guerrilleras vinculadas al Partido de
los Trabajadores del Kurdistán (PKK) y, principalmente, al pueblo kurdo que
desde hace décadas vienen luchando por su libertad e independencia.
A la riqueza en la zona de Kirkuk -en la que existen vastas
reservas de crudo, además de refinerías y están ubicados los oleoductos hacia
Ceyhan (Turquía) y Baniyas (Siria), en el Mediterráneo-, se le sumó la crisis
desatada por el referéndum autonómico (no vinculante) impulsado por el gobierno
de Bashur el pasado 25 de septiembre. La consulta fue organizada por el Partido
Democrático de Kurdistán (PDK), que gobierna de manera férrea desde hace varios
años. Barzani, el principal dirigente del PDK y hombre ajeno a dejar el poder
(hace dos años tendría que haber dejado la presidencia de la región
semi-autónoma), presentó con bombos y platillos el referéndum como solución a
la cuestión kurda. Sin el objetivo claro de alcanzar la libertad del pueblo
kurdo, Barzani impulsó la consulta para aplacar la crisis interna en el
Kurdistán iraquí que, pese a ser la región con las mayores reservas petroleras
del país, sufre la desocupación entre el pueblo y una corrupción extendida en
la clase empresarias y política del PDK.
El referéndum tuvo varias consecuencias. La principal es que
el pueblo kurdo de Irak salió masivamente a votar, superando el 90 por ciento
el respaldo a la independencia. El PDK propuso crear un Estado kurdo
independiente, aunque muchos sectores de la sociedad no compartan esta idea y
propongan una “autonomía democrática” para las cuatro partes de Kurdistán. La
aprobación en el referéndum fue, sobre todo, una demostración de fuerza del
pueblo kurdo que reafirmó su anhelo por alcanzar plenas libertades y construir
una sociedad nueva. Otra consecuencia es que las alianzas del PDK atraviesan un
estado de profunda fragilidad. Salvo el Estado de Israel, Turquía, Estados
Unidos y el propio gobierno de Bagdad rechazaron el referéndum.
Desde la invasión de Estados Unidos a Irak y la caída de
Saddam Husein en 2003, los kurdos controlan Kirkuk y áreas de Nínive (norte),
Diyala y Salah al-Din (al norte de Bagdad). Kirkuk es una sociedad multiétnica,
donde conviven árabes, kurdos, turcomanos y asirios. Desde que el petróleo
comenzó a brotar en Irak, esa ciudad de más de 600 mil habitantes es un centro
de disputa entre los poderes iraquíes.
Luego de sufrir los ataques y masacres cometidas por el Estado
Islámico, desde hace varios días, el Ejército iraquí y las Unidades de
Movilización Popular (Al-Hashad Al-Shabi, grupo conformado por milicias árabes)
se encuentran en Kirkuk, en donde se produjeron enfrentamientos armados a
pequeña escala. Los peshmergas (fuerzas militares de la administración de
Bashur), apenas resistieron y, como hicieron en 2014 frente al avance del
Estado Islámico, se retiraron y dejaron sin protección la región de Shengal,
donde los terroristas cometieron una masacre contra el pueblo yezidíe. La
intervención de la guerrilla del PKK (HPG) permitió rescatar a cientos de
yezidíes y trasladarlos a lugares seguros. Pese a eso, el Estado Islámico
secuestró a cientos de mujeres. Se calcula que en la actualidad el Estado
Islámico tiene en su poder a más de 2000 mujeres yezidíes, a las cuales venden
en mercados sexuales.
Por otro lado, las HPG, que tiene sus bases en la montaña de
Qandil, un extenso territorio en la frontera con Irán, nuevamente se
trasladaron a Kirkuk para defender el territorio, pese a las fuertes críticas
que mantienen hacia el PDK y los peshmergas. En un comunicado, las HPG
calificaron como “una invasión” lo que ocurre en Kirkuk, por lo cual “nuestras
fuerzas guerrilleras tomaron posición defensiva a raíz de los ataques”. Desde
el mando de las HPG, confirmaron que “se produjeron enfrentamientos esporádicos
entre nuestras fuerzas y el ejército iraquí y Hashd al-Shaabi, después del
retiro de peshmergas”. Desde la guerrilla criticaron a las fuerzas del PDK por
huir de la zona y no establecer “una coordinación conjunta para proteger” la
capital de Kirkuk.
La Unión de Comunidades de Kurdistán (KCK, por sus siglas
originales), emitieron una extensa declaración en la que explican de forma
clara la situación que atraviesa Kirkuk. El KCK convocó a los pueblos de Kirkuk
a resolver los conflictos internos mediante el diálogo. La organización condenó
“el enfoque de resolver los problemas por medios militares en lugar del diálogo
en Kirkuk y Shengal”, además de remarcar que “nunca aceptaremos actitudes tan
agresivas contra nuestro pueblo”.
La Unión de Comunidades de Kurdistán explicó que “la
continuación de la Tercera Guerra Mundial, centrada en Medio Oriente, ha
alcanzado un nivel en el que se determinarán los nuevos espacios de poder y el
status quo. Por esta razón, los poderes antikurdos han aumentado sus ataques,
para evitar que los kurdos tengan un lugar influyente y ganen un estatus ante
los nuevos equilibrios”.
El KCK apuntó que los actuales ataques contra Kirkuk se
deben al “referéndum de independencia, que no se basaba en la unidad nacional y
el parlamento, la voluntad de las personas, y se celebró sin un cálculo de
posibles resultados y tomando las precauciones necesarias”.
Frente a los ataques del Ejército iraquí y Hashd al-Shaabi,
las guerrillas de las HPG y las YBŞ (Unidades Femeninas) y los voluntarios
civiles “no abandonaron la ciudad hasta último momento y defendieron a la
gente. Pero las fuerzas kurdas del sur, en posesión de armas pesadas, no
apoyaron esta resistencia”. Días después, las posiciones que los guerrilleros y
guerrillera de las YBŞ y las HPG habían dejado en poder del PDK, “para evitar
un conflicto en Shengal y sus alrededores, fueron entregadas a las fuerzas de
Hashd al-Shaabi sin ninguna resistencia”. Al mismo tiempo, el PDK “no tuvo
ninguna conversación y diálogo con las fuerzas de autodefensa de los kurdos,
las guerrillas y nuestro movimiento”.
Para la Unión de Comunidades de Kurdistán, “la razón detrás
de la falta de solución a la cuestión kurda y los ataques contra los kurdos, es
la falta de un proceso de democratización en el Medio Oriente. Por lo tanto, el
camino de una solución pasa básicamente por la democratización. Los enfoques
nacionalistas y basados en el Estado nacional, empeoran los problemas en lugar
de resolverlos. El referéndum en el sur de Kurdistán nos mostró que los
enfoques nacionalistas y estadísticos no resolverían ningún problema. La única
forma de resolver el problema de Iraq es luchar por la democratización del sur
de Kurdistán e Irak. La búsqueda de otra forma, en lugar de la democratización
de los países y el Medio Oriente en su conjunto, es una ilusión y no arrojará
ningún resultado que no sea agravar los problemas ya existentes. En este
sentido, aquellos que luchan por la libertad y la democracia deben basarse en
la democratización y en la nación democrática. Esto se aplica a todos los
países y pueblos tanto como a los kurdos”.
La palabra “traición” se escucha cada vez más en el
Kurdistán iraquí. Esa palabra apunta a Masud Barzani y a su gobierno. Desde que
llegó al poder, la administración del PDK siempre funcionó como un muro de
contención para detener el avance de las fuerzas ligadas al PKK, que proponen
un cambio de fondo en la sociedad. A esto se suman los millones de dólares de los
que dispone Barzani y que utiliza como prenda de cambio para negociar con
diferentes países. Su estrecha relación con el presidente turco Recep Tayyip
Erdogan evidencia la política de Barzani.
Por otro lado, la declaración de la autonomía democrática en
Shengal hace unos meses confirma que la propuesta impulsada por el Movimiento
de Liberación Kurdo -con la cual se busca crear una sociedad democrática,
organizada a través de comunas, con posturas anticapitalistas, en la cual las
mujeres sean el sujeto político y revolucionario-, se sigue expandiendo en
Medio Oriente. El ejemplo de Rojava (norte de Siria) es el más concreto. Por
eso mismo, Barzani y Erdogan siempre fueron los mayores enemigos de esta
experiencia. En el caso de Barzani, cerrando las fronteras y aplicando un
férreo bloque económico contra Rojava. Desde el gobierno de Erdogan, las
críticas, desde hace meses, se convirtieron en bombardeos contra varias zonas
de Rojava y en el apoyo abierto a grupos terroristas que todavía sobreviven en
la región.
La ciudad de Kirkuk, actualmente controlada por el Ejército
iraquí –al igual que los pozos petroleros de la provincia-, puede convertirse
en un nuevo escenario de guerra, en el cual choquen dos proyectos políticos e
ideológicos bien diferenciados: el PDK y sus alianzas imperialistas o la
democratización y transformación social que el Movimiento de Liberación Kurdo
aboga desde hace décadas y tiene en Rojava su proceso revolucionario más
concreto.
leandroalbani@gmail.com
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