sábado, 30 de septiembre de 2017

Una nota sobre el Ingreso básico ciudadano garantizado

 Por Prof. Pablo Salvat Bologna:
Acaso un nuevo fantasma recorre el mundo 

Como es sabido –salvo al parecer para nuestros tecnócratas- en la mayor parte de los organismos internacionales dedicados al tema del desarrollo o la pobreza en el mundo, se comprueba que en todos estos años de políticas sociales neoliberales globalizadas, incluidas sus crisis (2007-2008) no se han cerrado las brechas de las desigualdades existentes. Al contrario. Según los nuevos datos que recoge Oxfam (Informe 2017) por ejemplo, tan solo 8 personas (todas ellas varones, además) poseen la misma riqueza que 3.600 millones de personas, la mitad más pobre de la humanidad.



Los ingresos del 10% más pobre de la población mundial han aumentado menos de 3 dólares al año, entre 1998 y 2011, mientras que los del 1% más rico han aumentado en 182 veces más. El 10% más rico de América Latina y el Caribe acumulaba en 2014 el 70.8%  de la riqueza y el patrimonio, mientras que la mitad de la población más pobre acumulaba solo el 3.2%. Entre el año 2002 y el año 2015, la fortuna de los milmillonarios en nuestra región aumentó a un ritmo de un 21% anual, un aumento seis veces superior al del PIB del conjunto de nuestros países (un 3.5% anual) y un 6% más alto que el aumento de la riqueza en el  resto del mundo. Al mismo tiempo en que se expandía el ideario de las democracias liberales a nivel internacional, y de las supuestas bondades de una globalización neoliberal y sus correspondientes políticas, se consagraban nuevas y viejas desigualdades,  poniendo un claro signo de interrogación en torno a la viabilidad de políticas democráticas en el ámbito social. Por cierto, Chile está entre los países más desiguales del continente y del mundo.

Lo anterior revela el fracaso de las políticas sociales de talante neoliberal regidas por el mito del libre mercado (si es que alguna vez esas políticas se propusieron acortar las brechas en la desigualdad). Políticas que, además, cuando hay crisis, como la del 2008,  han pretendido saldarla muchas veces, con recortes en el gasto social o los subsidios, es decir, afectando el nivel de vida de las mayorías. Esta desigualdad tiene múltiples caras: es de ingreso, y también es de trato, consideraciones, reconocimiento. Y claro, rebota en las posibilidades de acceso a la salud, la educación, la vivienda o las pensiones por ejemplo. Sin contar con que el modelo de crecimiento desigual ha  promovido una muy importante concentración económica y patrimonial. Representan, las desigualdades, un desafío no solo para un gobierno determinado, sino para todo país, sus principales actores sociales, políticos y económicos. Las desigualdades inciden en el tipo de sociedad y de instituciones sociales que deseamos tener. En el tipo de modernidad que sería factible alcanzar.

Frente a estas situaciones y a la necesidad de resguardar las posibilidades de ejercicio de una “libertad real” para todos (Van Parijs), es que ciudadanos e intelectuales de distintas ocupaciones y latitudes, han iniciado una reflexión  en torno a la necesidad de poder garantizar el derecho a la existencia del conjunto de los miembros de una sociedad. El origen de esta idea es –según Antoni Doménech- republicano-democrático y específicamente europeo. Es una idea que reaparece -no por mera casualidad- en estos últimos treinta años. Años de un capitalismo que- globalizado- emprende un enorme proceso de desposesión de los derechos sociales y de los recursos (agua, combustibles fósiles, bosques, patrimonio natural, entre otros). La propuesta para garantizar ese derecho a la existencia, es la instalación y  garantización por el Estado, de un ingreso (renta) básico ciudadano.

Algunos rasgos que destacan aquí son los siguientes: 1. Se trata de un  ingreso  garantizado desde la cuna hasta la muerte, a cada miembro de pleno derecho de la sociedad o residente; 2. Segundo, a diferencia de las políticas sociales focalizadas, tiene un carácter incondicional. Es decir, se daría sin hacer excepciones –idealmente hablando- a todos los miembros de una comunidad política determinada. 3. Tercero, esto entraña asegurar un ingreso dado de manera independiente del sexo, el nivel de ingresos o las orientaciones político-religiosas de los miembros de la sociedad. Su incondicionalidad  se une por tanto a su oferta de universalidad. 4. Va más allá del vínculo trabajo/productividad, en tanto quiere asegurar a todos los miembros de la sociedad (trabajen o no) un umbral  de bienestar, de modo independiente a su contribución a la producción del país. 5. Al mismo tiempo, con ello se pretende asegurar grados de autonomía e independencia material a todos, con lo cual los ciudadanos puedan liberarse de la  necesidad de “pedir permiso a terceros para  poder subsistir”.

Quienes requieran de más ingreso para aumentar su bienestar, podrán contar ya con ese punto de partida, y con ello mejorar su capacidad de negociación y su libertad en los puestos de trabajo. 6. La propuesta de financiación es un tema en debate el día de hoy por sus adherentes, con todo, se avanza un camino hacia una reforma del impuesto a la renta, de tal modo que sean los que más ganan, los que más aporten. Su fundamento ético-político republicanista y democratizador salta  a la vista: se trata de un ingreso dado a toda persona por el solo hecho de ser tal. Su objetivo principal, frente al cuadro actual de desigualdades: garantizar condiciones materiales de vida digna y ciudadana al conjunto de la población (no sujeta a la suerte en los vaivenes del mercado).

Desde esta óptica puede renovarse y modificarse el fundamento de la responsabilidad social del Estado y la sociedad consigo misma. Ya no se trata, como en las políticas sociales actuales, de orientar focalizada y condicionadamente a tales o cuales grupos (en mayor riesgo) de la sociedad la ayuda o el subsidio, basado en la idea que un crecimiento económico sin cuotas mínimas de equidad para los más perjudicados, no  es rentable a mediano plazo.  Tampoco, claramente, el dejar a los mecanismos impersonales del mercado (el así llamado “chorreo”), la tarea de reasignar los bienes básicos para una vida decente. En ambos casos habrá miles  de ciudadanos que no podrán acceder de manera estable  a condiciones materiales decentes para ellos y sus familias. En ambos casos, esos ciudadanos serán responsabilizados de su propio malvivir y serán rehenes de la política y no ciudadanos  autónomos.

La base normativa del ingreso básico ciudadano garantizado es el derecho a una    existencia digna del conjunto de miembros de una sociedad dada. Una existencia digna requiere bases materiales para auto sostenerse. Con la obtención de ellas se   apuntar a crear condiciones para el ejercicio de una libertad real  para cada ciudadano y ciudadana, desde la cuna hasta la muerte. Por cierto, la idea de un ingreso básico ciudadano no es una panacea para eliminar las desigualdades existentes, así como tampoco puede por sí sola modificar de raíz el modelo actual de economía. Esto en particular para un continente como el nuestro, con una  historia arraigada de desigualdades en distintos ámbitos.

Sabemos que estas discusiones han tenido su origen en países europeos desarrollados  y, para algunos, eso les hace pensar que sólo podría llevarse a cabo en países  ricos. Sin embargo,  a pesar de  nuestras diferencias de desarrollo, es una discusión pertinente entre nosotros, en función de los niveles de desigualdad y exclusión social que tenemos hoy en día y que podemos proyectar hacia el mañana.  Por lo demás, la relación entre la riqueza social que existe acá   y los costos de niveles básicos de vida hacen pensable su posibilidad. Al menos, puede pensarse una implementación gradual de esta idea. Por último, es posible preverlo: para algunos puede  sonar a idea “utópica”. Pero no lo es. Puede calcularse y obtenerse a partir de la misma riqueza social que produce toda la sociedad. De hecho, se tienen ya  algunas experiencias al respecto en el estado americano de Alaska,  en el DF de la Ciudad de México o en Brasil, por nombrar algunos países .  

Director Magíster Ética social y Desarrollo humano

psalvat@uahurtado.cl

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