Por Carolina Vásquez Araya:
La ciudadanía enfrenta otro de esos momentos históricos que
marcan el rumbo
Las cualidades de un gobernante se pueden medir desde el
momento inicial de su asunción al poder. En esa situación de privilegio se
sientan las bases de la relación entre gobernantes y gobernados, por lo cual
resulta indispensable leer las señales que delatan la trayectoria futura. En el
caso de Guatemala, la sombra de personajes oscuros tras el presidente y su
renuencia a transparentar sus acciones ha provocado serias dudas sobre quienes
están al mando. En el transcurso de los meses, esas dudas se fueron volviendo
realidad a través de decisiones opuestas a las expectativas ciudadanas y el
incumplimiento de promesas de campaña.
Poco capacitado para gobernar nunca fue político y, de
hecho, nunca esperó llegar a serlo- el actual mandatario parece haber dejado el
mando en manos de otros, cuyas intenciones e intereses los llevan a romper la
iniciativa más trascendental emprendida en el país para erradicar, de una vez
por todas, el cáncer de la corrupción que atraviesa y contamina la economía, la
gestión política y la vida misma de los guatemaltecos.
Durante su visita intempestiva a la sede de la ONU en Nueva
York para pedir la remoción del Comisionado Iván Velásquez Gómez de su cargo
como jefe de la Cicig, el Presidente no mostró su autoridad sino más bien cayó
en el bochorno de exhibir sus temores frente a la comunidad internacional,
haciendo ese fútil intento para evitar que su partido político y él mismo sean
investigados por delitos de financiamiento electoral ilícito. La reacción del
Ejecutivo hace pensar en un dicho popular que reza “a explicación no pedida,
culpabilidad manifiesta”.
Al actuar con arrogancia, el mandatario confirma su falta de
pulso político y comete no uno de sus usuales errores, sino uno de proporciones
catastróficas al plantar la duda sobre su apego a la ley y sus intenciones
futuras, dejando en evidencia que sus amigos en la sombra no se detienen en
escrúpulos para buscar fortalecer el poder y la impunidad a toda costa,
sacrificando los pocos avances que el país ha experimentado en su consolidación
de la democracia y el estado de Derecho. Da la impresión de que el mandatario
no ha calculado bien los alcances de este golpe certero a su credibilidad. A
partir de ahora el escenario es otro y podría ser él quien termine siendo el
más afectado por la resaca de esta ola política.
El sábado la ciudadanía se manifestó con un fuerte espíritu
cívico. Sin violencia pero conscientes de la necesidad de patentizar su repudio
por las acciones del Ejecutivo contra la institucionalidad encarnada en las investigaciones
realizadas por la Cicig y el Ministerio Público, muchos ciudadanos se plantaron
frente a la Casa Presidencial para expresar su protesta. La respuesta fue un
comunicado en el cual el Presidente exige a Iván Velásquez que abandone el país
de inmediato luego de haberlo declarado non grato. Es decir, condena al
silencio y a la oscuridad todo intento de transparentar y someter ante la
justicia los actos delictivos y a quienes los han cometido amparados por el
poder. Lo cual no solo despierta dudas sobre su participación en esos hechos
sino reduce su autoridad para dirigir los destinos de un país en profunda
crisis moral.
Los malos consejeros son tan peligrosos como un mal
aconsejado. Es oportuno recordarle al Presidente que fue electo bajo un sistema
electoral tan deficiente como clientelar y como expresión de rechazo contra
otros postulantes aparentemente peores. Es decir, su supuesto triunfo se
inscribe dentro de un esquema político débil, diseñado únicamente para servir
de amparo a la corrupción.
El país necesita con urgencia los talentos de un auténtico
estadista. El sistema y sus leyes electorales deben cambiar.
elquintopatio@me.com
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