Por Jesús Arenas Hernández:
Sin duda alguna, la ética ha sido la lección que jamás ha
aprendido el imperialismo yanqui. Según Aristóteles, ésta conlleva la prudencia
como virtud esencial y la responsabilidad en los actos de ejecución. Esto,
porque en el campo moral para que funcionen las ideas es necesario revestirlas
de racionalidad, lógica y justicia. El desfile de gobernantes gringos ha
desengañado a este filósofo griego. La ética es un terreno minado para el
imperialismo. Desacostumbrado a arrodillarse, es hora buena para tratar de
llevarlo al reclinatorio y enseñarlo a predicar la bondad social. Gran
problema. Es demasiado para Trump. Exigirle una agenda racional donde predomine
la templanza y la generosidad, es tratar de enseñarle a parir ángeles.
A través de su historia, el pueblo norteamericano ha
demostrado acciones de nobleza. Nobleza pisoteada por sobrevenidos gobiernos,
con ligeras excepciones, déspotas racistas y sectaristas, que solo han servido
para empañar el legado de sus héroes. Ninguna gloria han conquistado sus soldados
enseñados a la droga y la matanza de naciones inocentes y débiles. Grandes en
su dignidad, han sido los pueblos bravos de Vietnam y la Corea de antaño, que han tenido que
desgarrar en dos toletes para dominarlas. El irrespeto y la violación a todas las
normas internacionales, morales, sociales, económicas y culturales ha sido el
prisma cotidiano imperial. En cónclaves secretos se fraguan las invasiones, los
asesinatos y las conspiraciones permanentes.
Todos sus gobiernos hacen la cola hacia el infierno. Hábitos
de conquistas inclementes son las agendas prepagadas en sus elecciones
fundamentadas en un sistema electoral tramposo y sistemático. Quizás más
democracia demuestra el Vaticano porque por lo menos deja asomar el humo
blanco. Los elegidos gringos son como ciertos personajillos criollos quienes
prenden candela a sus libros y actas para evitar ser descubiertos. La torta se
quemó completa con Trump. No solo es prepotente y soberbio sino incoherente en
sus decisiones. Suerte que no merecía el pueblo norteamericano. Sabemos que el
ejercicio de buenos modales y un trato
justo para las naciones menos favorecidas, requiere un esfuerzo que permita
desarrollar confianza y aprecio en cada uno de sus actos. Mucho pedir.
Pero no es así. La economía agiotista y la política generada
basada en el desplante es su fuerte. El caos es la orden dictada, la agresión y
el acoso, son formas de penetración reiteradas. Acosar y chantajear a Venezuela
con amenazas constantes no solo es una grosera intervención sino un desconocimiento
de aquella lealtad arrodillada con que anteriores gobiernos nuestros rindieron
en el pasado, para mal de nuestro pueblo. Ni eso lo reconoce el Tío Sam. Las
cosas cambiaron para sus apetencias y esto los ensombrece e irrita. Buscan por
todos los medios recuperar el dominio absoluto del poder en Venezuela. Pero lo
hacen con el estandarte de la antiética y la inmoralidad.
Escudados en una supuesta “democracia universal” y bajo el
amparo de “personajes ocultos” insisten en dominar a capa y espada el planeta.
EL propósito y el objetivo planeado por sus amistades foráneas, no es difícil
alcanzarlo pero con una acción más justa y bondadosa y no con esas muecas
fingidas. Si en realidad proyectan viajar, háganlo dejando buenas impresiones
en los pueblos de la tierra. Esa imprudencia obstaculiza la evolución de las
demás naciones y causa sufrimiento colectivo. Pero no deseo salirme del tema
específico. Será otro tema futuro. “Por ahora” Venezuela resistirá y vencerá.
Ignoran que este es un país privilegiado y destinado.
El problema vital del gobierno yanqui es que ha seleccionado
mal los medios, cuando cuenta con un sinfín de ellos, menos díscolos y más
convenientes, para coordinar libertad y progreso de todas las naciones. Ese
lenguaje lo podemos entender, dentro del respeto mutuo, la reciprocidad y la
independencia. Venezuela es y ha sido un país de dialogo y abundante libertad.
Pero si insisten en la violencia y la irracionalidad para sus conquistas se
encontrará con un pueblo decidido, alimentado por aquel espíritu revolucionario
de Bolívar, Miranda, Guaicaipuro y toda esa pléyade de hombres libertarios. Por
otra parte, estimo que Suramérica no està dispuesta a ceder su independencia
por más dólares que regale a sus títeres.
Es la sangre indígena que aun corre por las venas de sus
pueblos. A propósito sería bueno que Trump se diera un tiempo para leer aquel
libro que una vez donó Chávez a uno de sus gobernantes. Para
concluir, el mundo actual es complejo. Si es cuestión de terminología: la
injerencia sería aceptable para mejorar, avanzar y ayudarnos a construir un
mundo justo y ético, pero jamás la aceptaremos para continuar el saqueo, la
destrucción y la injusticia. Afinar el paso para la convivencia debe ser la
misión del imperio si desea sobrevivir, aunque creo que tanto daño causado,
hace tardía esta propuesta. Chávez vive, la lucha sigue.
fundapoder@hotmail.com
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