Por Sergio Rodriguez Gelfenstein:
En lo que la prensa ha dado en llamar una reprimenda del
Papa Francisco a los líderes de la iglesia colombiana, el máximo jerarca de la
iglesia católica mundial, expresó a los 130 obispos reunidos en Bogotá que la
misma necesita de una mirada propia, para orientarla hacia la paz y la
reconciliación. Enfocando el origen del conflicto de ese país, Francisco clamó
por avanzar “…hacia la abdicación de la violencia como método, la superación de
las desigualdades que son la raíz de tantos sufrimientos, la renuncia del
camino fácil, pero sin salida de la corrupción, la paciente y perseverante
consolidación de la ´res pública`, que requiere la superación de la miseria y
la desigualdad”. Con profunda certidumbre, les aclaró a los obispos que ellos
“no son técnicos ni políticos, son pastores”.
Evidentemente, estaba informado de que mientras invocaba la
paz en Colombia, apoyaba el diálogo y las negociaciones del gobierno con las
Farc en La Habana, la iglesia colombiana desde la base torpedeaba sus
intenciones para oponerse junto al ex presidente Uribe a favor a ese camino de
paz y reconciliación que tanto anhela para los colombianos. ¿O es que acaso es
un secreto que en los días previos al referéndum que habría de ratificar el
acuerdo logrado en La Habana, los sacerdotes desde los púlpitos llamaban a
votar en contra?, como efectivamente ocurrió, tras la amenaza de que de no
hacerlo se desplegarían los mil demonios contra el país. Esto, no me lo dijo nadie,
lo conozco de manera directa.
Ahora, tras su visita y su desesperado llamado a reconstruir
espiritualmente a un país quebrado, la vida demostrará que su grito caerá
lamentablemente en “saco roto”, la oligarquía colombiana de la que forman parte
la mayoría de los obispos, sencillamente no acatará las demandas del Papa y
seguirá pugnando por un país en defensa de los ricos, de los opresores, porque
contrario a lo que se pueda suponer, el Papa ya no manda en el Vaticano, mucho
menos a su grey desparramada por el mundo.
Lo que Francisco no quiere entender o no puede entender es
que, la relación de un católico con su Dios no es igual para todos, no es igual
la de un humilde trabajador que la de un capitalista explotador, no es la
misma, la de aquel que hace de la política un espacio para enriquecerse de
manera corrupta e ilegal, que la de un obrero o un campesino que con el sudor
de su frente le lleva el pan a sus hijos.
En Venezuela, ha sido público y notorio que tras la
construcción de múltiples viviendas, algunas de las cuales erigidas en el este
de Caracas, territorio de la clase media, para ser entregadas a personas
humildes de la población, los nuevos feligreses no se logran “mezclar” con los
habitantes tradicionales de esas urbanizaciones, que asisten a las misas en las
iglesias de esos sectores, por el contrario, han sido segregados y marginados
durante los ritos dominicales. Incluso, durante aquellos meses de enfermedad y
convalecencia del Comandante Hugo Chávez, algunos de esos feligreses que pedían
por su salud en la misa, mientras era imposible no observar la cara de disgusto
y repudio de aquellos que se creían y se creen los verdaderos y únicos dueños
de la iglesia.
Tampoco la iglesia es la misma, recuerdo al cura Hasbún que
desde un programa cotidiano en el canal de televisión de la Universidad
Católica de Chile, propiedad de la iglesia, llamaba a desatar la violencia
contra el gobierno de Salvador Allende y tras su derrocamiento, hacía apología
de Pinochet mientras miles de chilenos estaban siendo asesinados, torturados y
desaparecidos. ¿Puede este engendro fascista,
tener una cercanía a su Dios como la que tenían centenares de sacerdotes
que permanecieron fieles a su pueblo, algunos de los cuales incluso fueron
asesinados por la dictadura como Joan Alsina, Miguel Woodward, André Jarlan y
Gerardo Poblete o desaparecido como Antonio Llidó?. ¿Eran acaso ellos miembros
de la misma iglesia de Hasbún?
En su viaje a Colombia, Francisco se reunió con una
delegación de la Conferencia Episcopal Venezolana (CEV), entre los
participantes en el encuentro estaba el cardenal Baltazar Porras, quien accedió
a esa majestad, por recomendación de su amigo Pietro Parolin, ex nuncio en
Venezuela y ahora Secretario de Estado del Vaticano, desde donde dirige la
oposición a Francisco, quien se vio obligado a nombrar a Porras, en virtud de
los necesarios equilibrios que el Papa debe mantener entre los grupos de poder
que pululan en la Santa Sede. Tan solo un mes antes, Porras conocido por la
promoción de la violencia contra el gobierno y su apoyo al terrorismo, le
impidió al sacerdote Numa Molina presidir una misa en su diócesis de Mérida en
honor de las víctimas de la violencia terrorista. Vaya manera de practicar la
democracia de este seudo católico, que dice implorar por ella.
Esa reunión, no revistió mayor importancia, toda vez que en
un hecho inédito, la CEV se auto inhibió como mediadora, al apoyar y actuar
como miembro de una de las partes y oponerse al diálogo que ha promovido el
Papa en el conflicto interno del país. Al igual que en Colombia, actuando
contra la voluntad del Sumo Pontífice, la iglesia venezolana ha sido promotora
de la violencia y el terrorismo.
No es mera especulación hablar, sobre la pérdida de poder de
Francisco y el sabotaje a su gestión desde el interior de los muros del
Vaticano. En el año 2015, se publicó el libro “Via Crucis” del periodista e
investigador italiano Gianluigi Nuzzi, en el que con más de un millar de
escritos originales se documentan los graves hechos de corrupción que agobian
la estructura máxima de la iglesia católica, en la que altos prelados que
gobiernan la curia, despliegan verdaderas actuaciones mafiosas que incluyen
robo, malversación, estafa, despilfarro del dinero de los creyentes,
malas prácticas en los procesos de beatificación y santificación (manejados
como verdaderos negocios), desvío del dinero que llega desde todas partes del
mundo, que debería destinarse a obras benéficas para aliviar a personas
necesitadas y, es utilizado para la vida lujosa y el dispendio de cardenales y
altos jerarcas de la curia.
El objetivo es minar la credibilidad en Francisco y generar
un malestar de los feligreses hacia su gestión, desde el momento en que tras su
llegada al papado intentó hacer transformaciones profundas y poner correctivos
a una iglesia que se debate entre su alejamiento de los pobres y el crecimiento
de otras iglesias cristianas.
En su alegato, Nuzzi quien como él mismo dice, no pretende
hacer una “defensa del Papa, sino un análisis periodístico de los graves
problemas que afectan a la Iglesia”, pone en manos de los lectores abundante
información para entender las actuaciones políticas del Vaticano.
En lo que a nosotros respecta, se podrá comprender la razón
de las contradicciones entre las declaraciones del Papa y los “comunicados del
Vaticano”, claramente diferenciados porque postulan antagónicos objetivos para
la resolución del conflicto interno de Venezuela. En oposición a Francisco que ha pedido por la
paz en Venezuela, como se dijo antes, se encuentra el cardenal Pietro Parolin
quien desde su encumbrada posición, emitió a comienzos de agosto un documento
de rechazo a la Asamblea Constituyente, en abierta injerencia en los asuntos
internos de Venezuela y en clara conjunción con la CEV, la Secretaría General
de la OEA y el gobierno de Estados Unidos.
No se puede esperar algo distinto de quien se negó varias
veces a entregar información a una comisión creada por el Papa y que por orden
de él, intentaba tener un cuadro real de la situación financiera del Vaticano,
la cual increíblemente, es “desconocida” por cualquier autoridad y jamás
entregada al Papa. Cuando el Sumo Pontífice, exigió conocer acerca del uso del
dinero proveniente de las tradicionales colectas recibidas en las fiestas de
San Pedro y San Pablo y ejerció presión a través de su Secretario, el Prelado
Alfred Xuareb, Parolin se vio obligado a entregar un informe, aunque ocultó
datos relevantes, alegando que dichas cuentas se habían “mantenido hasta ahora
en absoluta reserva por respeto a las indicaciones de los Superiores…”. Se
ignora quienes puedan ser esos “Superiores” que tienen mayor autoridad en la
Iglesia que Francisco. Este es solo un ejemplo entre muchos otros que aparecen
en el libro, respecto de las oscuras actuaciones del aparato permanente de
poder del Vaticano, tras el cual se encuentra, sobre todo, la iglesia italiana
y la estadounidense.
Y uno se pregunta, si de la manera más descarada se
desconoce la autoridad del Papa en materia interna y financiera, qué se puede
esperar en el ámbito internacional. El Vaticano vive una crisis profunda, los
males de la sociedad capitalista lo han permeado: corrupción, enriquecimiento
ilícito, pederastia, despilfarro y apego a los intereses de los poderosos en
detrimento de los pueblos que de manera sana y envueltos en una gran fe
profesan su religión. He ahí el Vía Crucis de Francisco y su opción
preferencial por los pobres como camino que ha elegido, para conducir una
iglesia, que parece ir en sentido contrario.
0 comentarios:
Publicar un comentario