Por Homar Garcés:
Aunque se crea arcaico, innecesario y/o irrelevante, si no
se promueve efectivamente una revolución en la conciencia de los sectores
populares (habituados a aceptar la subordinación impuesta por los sectores
dominantes como algo natural e irremediable), no habrá entonces ninguna
revolución en el plano político, como tampoco en los planos social y económico,
que pueda profundizar y, en consecuencia, ampliar la clásica definición y
práctica de la democracia. Así de simple.
Esta revolución tendrá que abarcar, necesariamente, lo
cultural y lo espiritual, de modo que se cuestione y se desplace la ideología
de los sectores dominantes, cuyos conceptos y prejuicios, de uno u otro modo,
terminan por truncar las luchas y las aspiraciones emancipatorias de los
pueblos, haciéndolos dependientes de algo totalmente ajeno a sí mismos.
Sobre todo, si quienes los dirigen logran convencerles de
ser la encarnación de sus largamente postergadas aspiraciones.
Esta revolución tiene, por consiguiente, una trascendencia
motivadora y de suma importancia para que se consolide cualquier transformación
estructural propuesta. Pero también es vital que se propicie una actitud
revolucionaria consecuente que abarque, forzosamente, el combate y la denuncia
de las tendencias negativas que puedan distorsionar, en algún momento, el
avance y la organización democrática de los sectores populares.
Es fundamental incentivar, al mismo tiempo, el
establecimiento de un tejido productivo autónomo de los sectores populares. La
actual coyuntura económica, sin ser del todo caótica (como algunos desearían y
otros perciben), le da cabida a todas las propuestas y las advertencias hechas
por diferentes movimientos sociales y políticos revolucionarios, de forma que
éstas puedan servir de instrumento orientador para la lucha. Todo lo anterior,
en conjunto, implica asumir un serio cuestionamiento a todo el modelo
civilizatorio implantado en nuestro territorio desde hace siglos, en especial,
la vigencia del Estado burgués liberal y las relaciones de poder que dimanan
del mismo, contradictorias con la esencia vital de la democracia.
Bajo el entendimiento de que todo lo relacionado con la
administración pública resulta indefectiblemente ineficiente y corrupto, muchas
personas tienden a dejar esta cuestión en manos de quienes, precisamente,
critican (solapada o abiertamente), obviando su corresponsabilidad en el manejo
de los asuntos de Estado, los que, aún sin quererlo, afectan su vida cotidiana.
Ello ha facilitado desde siempre que los destinos nacionales sean controlados y
decididos por gente incapaz, cuyo mayor interés está centrado en usufructuar el
poder y en obtener, sin mucho esfuerzo de su parte, una fortuna exorbitante.
Esta realidad, sin embargo, podrá cambiar radicalmente si se comienzan a
generar condiciones y espacios donde se manifieste el poder popular soberano en
su dimensión creadora, constituyente e instituyente. Para los escépticos y los
condicionados por el orden establecido ello representa una absurda quimera. Muy
contrario a lo que piensan quienes están convencidos de la necesidad de
transformar radicalmente -no de reformar- el orden vigente. Para extender y
hacer entender una propuesta que contemple este objetivo estratégico hará falta
emplear todas las opciones legales e ilegales que se presenten para
concretarla, teniendo especial cuidado en que sea asumida, dinamizada y
enriquecida, en todo momento, por el poder popular soberano, abarcando todos
los planos de la cotidianidad social.
En la situación específica actual de Venezuela se impone
lograr el rescate y el reimpulso de la propuesta de transformación derivada del
ideario bolivariano, robinsoniano y zamorano, con acciones y un discurso
extraído de la larga historia de lucha de los sectores populares.
Es decir, se requiere que las distintas organizaciones que
conformen el poder popular soberano tendrán que desprenderse del tutelaje de quienes,
en su nombre, solo han contribuido con el reforzamiento de las viejas
estructuras del Estado burgués representativo, impidiéndoles así la
participación y el protagonismo que les corresponde ejercer. Bajo esta
consideración, el momento histórico en el cual se halla el país exige que se
abandonen los esquemas políticos representativos del puntofijismo y, en su
lugar, se acompañen las iniciativas autogestionarias del poder popular, de
manera que éste ejerza su soberanía en un ciento por ciento.-
mandingarebelde@gmail.com
En este enlace me extiendo sobre lo positivo y lo negativo de la reciente experiencia histórica
ResponderEliminarhttp://www.rebelion.org/noticia.php?id=150797
Animo y formación popular.
Saludos solidarios
Jamas se defiende lo que no se tiene. El poder popular en Venezuela si no se asume sera difícil concretarlo. Educación ideológica y para el trabajo comunitario para independizar el poder popular del poder corporativo que aun corre por las venas de los liderazgos de los partidos en lo local.
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