Por Manuel Humberto Restrepo Domínguez
América, o mejor, US
América, la de Mr. Trump, no da confianza ni garantiza libertades, su extenso
shopping difunde una difusa ideología en la que priman las cosas y resulta más
importante un dólar que una vida. Es un mundo con poca humanidad que se
presenta como base de la humanidad, extiende e impone un doble rasero de buenos
los que son como ellos y de malos todos los demás, conducido por un
autoproclamado jefe de policía universal, encarnado en un voluntarioso magnate
que impone sus caprichos como asunto de estado; capaz de echar a patadas al
fiscal general por no ceñirse al libreto oficial, pero hay alarde de separación
de poderes; de despedir al jefe de comunicaciones por no vitorear sus deseos;
de reprender periodistas por no rendirse a sus pies, aunque estén a los pies
del capital que les impone la matriz informativa y; capaz de posicionar su
nombre y estilo como el amo del mundo, que todo lo puede, lo ordena y hasta
convierte más rápido la sangre de otros en oro.
Pero la historia que viene ocurre a miles de kilómetros de
esa América, hoy mirada con recelo, con pasiones de odio y esperanza al mismo
tiempo, que sin saberlo se va encerrando sola, entre sus propios muros de
infamia y discriminación y su afán de conquistarlo todo, de espiarlo,
ordenarlo, comprarlo o expropiarlo. Tierra a la que un día nadie va a querer
entrar, tampoco poder salir, ni siquiera el burro de este relato, que también
todo lo sabe, huele, o reflexiona y es de los que nunca cambian, de los que no
logran ser espiados. Kafrana es un perro, Gorrión es un burro y NN un soñador
viajero que quiere atravesar los mares para llegar desde el Sur de Europa hasta
New York. Los tres son como una familia, hablan, ríen y hacen reír, o por lo
menos es lo que trasmite el único con habla de ese grupo. Los tres actúan con
espontaneidad, sin cálculo de nada, con gracia y sin asomo de poder. Parecen,
cálidos, alegres, pacientes, siempre caminantes, cada uno hace lo suyo, juega
su rol, se quieren y se necesitan el uno al otro, el perro, el burro y el viejo
soñador son un colectivo.
Don keyene se llama la película, que con pocas palabras y
lentas expresiones, irrumpe en mitad del mundo interconectado sin más
conexiones que un viejo aparato de celular usado solo para llamar o responder a
una llamada, sobre todo de emergencia. Nadie tiene pretensión de ser algo más
que lo que es, un ente vivo y animado, de suma importancia para que el mundo no
quede en manos de mercaderes, maquinas, ni robots. A través de ellos existe y
sigue vivo un mundo, una generación que se extingue en el olvido, consumida por
el afán de los que no paran de consumir para cobrar existencia política y poseer,
aunque sea una mascota para adiestrar. Allí no, los tres parecen buenos amigos,
no hay mascotas ni subalternos, cada uno tiene su identidad. Los tres se dejan
mirar a sus ojos, miran, se miran, se dicen cosas que solo ellos entienden. No
ocultan, no esconden nada, su vida es simple, dejan la sensación de que
conversan entre ellos y también consigo mismos.
Cada uno es parte del grupo, del colectivo y tiene una
manera de ser propia que lo convierte en un personaje que entra en conflicto al
empezar los tramites en busca de que el sueño de ir a américa se vuelva
realidad. Obtener una visa, algo que parece tan sencillo revela indolencias,
injusticias, diferencias y exclusiones y sobretodo pone en evidencia el mundo
de las formalidades, los sinsentidos y la negación de las libertades humanas e
incluso de la animalidad. Con el trámite empiezan las dificultades que
obstaculizan sueños, piden de más, hacen preguntas odiosas e inservibles
propias del funcionario que hace mandados, que repite y recita una lección aprendida
sobre cosas que tampoco entiende pero hace porque otro se lo ordena. Tratar de
identificar el tipo de papeles que necesita gorrión, el burro, para poder
viajar a américa y ser tratado con respeto como merece el animal que es, y que
ocurra lo mismo para que kafrana sea mirada sin recelo ni temor, es una odisea
que produce risa y rabia por la familia que son los tres que quieren ir a
américa. El primer imposible del colectivo, es comprender que el viaje de
gorrión costará una impagable millonaria suma y que además tendría que irse
solo, metido en un contenedor de barco, olvidado y entregado a su suerte, sin
poder caminar, que es lo que mejor sabe hacer y sin certeza de qué, cómo, ni
cuándo podrá comer, dormir o rebuznar.
Para llegar al puerto de embarque y poner en evidencia que
el sueño de ir a américa es real, y que el burro y el perro existen y que los
funcionarios los vean y crean que es de verdad, hay que superar la prueba de
una travesía por rio. Embarcarse es un reto para kafrana y gorrión, que nunca
han navegado. El burro se resiste, se pone terco, se inmoviliza, se para en
seco y se niega a dar el paso por un puente que conecta tierra y agua. El burro
se queda la noche entera de pie, al borde, en el filo entre tierra y agua. NN
comenta que el burro se quedó en vilo, que pasó la noche en vela reflexionando
sobre el viaje y quizá también sobre su vida de inmigrante en américa. Al otro día se subió a la pequeña barca, pero
dejó en claro que renunciaba a ir a américa, aunque no se privaría de conocer
la mar. Llegaron a la playa, disfrutaron las aguas, se divirtieron como talvez
no podrían hacerlo en américa y se quedaron a pasar la noche tirados en la
arena.
A mitad de la noche vino un guardia a interrogarlos, a
pedirles documentos, los trató de traficantes, de indocumentados, de
vagabundos, los humilló, los amenazó con el destierro, la cárcel, la golpiza,
su modo de ser ya americanizado y ultrajante de la humanidad de los tres
viajeros, les rompió lo que quedaba del sueño colectivo. Al amanecer emprendieron
el camino a casa, cantando la canción volver, les quedo claro que no fueron
tratados con respeto y que ni humana ni animalmente recibieron buen trato. Si
en su propio país fueron maltratados e
irrespetados mucho más lo serían en américa. La reflexión del burro fue
seria, contundente, concluyó que para todo lo que resulte colectivo, de grupo,
de gentes y animales libres, américa no es el destino soñado, ni para el burro,
ni para el perro, ni para el humano extranjero, menos ahora que con Mr. Trump la
libertad está hecha a la medida de su dedo acusador y del letargo de un pueblo
adormecido, que no percibe que la libertad de hoy es apenas una estatua gigante
y muda que los de a pie de cualquier lugar, al menos por ahora, no podrán
alcanzar.
mrestrepo33@hotmail.com
0 comentarios:
Publicar un comentario